Mank cuenta el origen de la mítica película de Orson Welles, Ciudadano Kane

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David Fincher vuelve en Netflix con la historia de El ciudadano, la "mejor película de la historia"

En Mank, el director de El club de la pelea y Pecados capitales se mete con la historia de Herman J. Mankiewicz, el guionista que se disputó la autoría de la mítica película con Orson Welles
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04 de diciembre de 2020 a las 05:01

Hace poco alguien cercano a quien escribe estas líneas tiró al pasar que las historias de rodajes se habían convertido en una de sus obsesiones más recientes. Que estaba leyendo, mirando documentales, peleando contra las expectativas que le generaban ciertas películas que trataban el tema. La madre de esa persona no le puso Hollywood por nombre ni lo inscribió así en el Registro Civil, pero bien podría haber pasado. Y no porque esa persona tenga la forma de una colina californiana y un valle a sus pies, sino porque desde hace tiempo la meca del cine estadounidense también está bastante obnubilada por las historias de los “detrás de cámaras” más legendarios. Las leyendas de lo que ha pasado en la filmación de películas como Apocalypse Now, El exorcista o Barrio chino incluso preceden a las propias producciones y les dan un aura mística que termina enalteciéndolas como cumbre artística y también anécdota mitológica. En ese rumbo está El ciudadano (Citizen Kane, 1941), la película que marcó el debut de Orson Welles.

Desde la enigmática “Rosebud” que abre la oscuridad de Xanadu, hasta el punto que le pone fin a la historia del magnate Charles Foster Kane, la primera película de Welles porta una bandera por la que muchos pelean y pelearán, pero que pocos podrían mantener en condiciones a través de los años: la de la mejor película de la historia. Ese es el consenso, al menos, de las votaciones y de algunos de los críticos más importantes que han pasado por este mundo, incluido el paradigmático Roger Ebert. El ciudadano consagró de entrada a un Welles que venía de reventar todo –incluso la cordura de muchos radioescuchas– con la transmisión radial que hizo en 1938 de La guerra de los mundos de H. G. Wells. El éxito fue enorme, hubo un revuelo impresionante y Welles, que acababa de meterse en la cancha, logró firmar un contrato ideal con la RKO Pictures: tendría a su disposición toda la libertad del mundo para financiar y filmar su primera película. Era un arreglo de dos películas en las que Welles dirigiría, escribiría, produciría y protagonizaría.

Para la primera de ellas el hombre contrató a Herman J. Mankiewicz, uno de los guionistas mejores pagos de la década del 30 y por ese entonces una suerte de “baraja” hollywoodense llena de demonios, y juntos se pusieron a pensar la historia. Mientras se encerraban a escribir, el mundo del cine hacía apuestas a sus espaldas de cuánto tiempo iban a demorar en darse por vencidos y mandar todo el proyecto al tacho. Después de escribir y borrar unas cuantas veces, Welles y Mankiewicz llegaron a la idea de crear la historia de una figura mítica que se contaría mediante flashbacks. El modelo elegido fue el magnate de los medios William Randolph Hearst, uno de los hombres más poderosos del mundo en ese momento y de quien se dice que Mankiewicz quería vengarse solapadamente.

El tiempo pasó, la película se estrenó –no sin algunos intentos de censura y prohibición de parte de Hearst– y El ciudadano marcó la historia del cine. Por sus innovaciones, por el vigor de Welles en todas sus facetas y un rodaje que estuvo al borde del precipicio financiero en varias oportunidades se transformó en el paradigma de la cumbre artística a la que podía aspirar el cine hollywoodense. Ese estatus sigue siendo inapelable.

Tanto Gary Oldman como Amanda Seyfried fueron nominados por sus actuaciones

Pero en el medio de la leyenda de la película quedó enclaustrada una polémica: la de su autoría. A la hora de su estreno en 1941, los carteles publicitarios hablaban de El ciudadano como el logro de un hombre orquesta –Welles– capaz de amalgamar toda la genialidad de la producción en una persona. Y pese a que el director de La dama de Shanghái y Sed de mal siempre se ha considerado “canónicamente” como el creador del ciudadano Kane, las voces que hablan de la verdadera influencia de Mankiewicz –que murió a los 55 años poseído por un alcoholismo galopante– en el resultado final son fuertes.

Fuertes y longevas, de hecho. Uno de los textos preponderantes sobre el tema, Raising Kane, lo escribió la prestigiosa crítica Pauline Kael treinta años después del estreno de la cinta. Así lo resume el periodista Diego Brodersen en una nota publicada hace algunos días en Página 12: “Kael ponía en tensión la teoría de autor y designaba a Herman J. Mankiewicz, oficialmente coguionista de Citizen Kane, como el máximo responsable de la autoría del film. Más aún, Kael, siempre polémica, afirmaba que el éxito artístico era el resultado de una conjunción de talentos detrás de las cámaras, relegando el genio del joven Welles al rol de pieza de un engranaje”.

El texto fue muy importante para estirar el mito de Kane, Welles, Mankiewicz y el guion –que consiguió el único Oscar que ganó El ciudadano–, y muchos se sintieron tocados por esa manera de abordar el mito, entre ellos un estudiante de cine que todavía estaba dando sus primeros pasos: David Fincher.

El tiempo pasó. Fincher es un director de renombre. Y en Netflix, a partir de hoy, está Mank, su última obra y una gran historia sobre la tormentosa relación entre Herman J. Mankiewicz y El ciudadano, y de fondo una industria a la que se le avecinaba un cambio de paradigma gigantesco.

En familia

En Mank, Fincher regresa a las andanzas después de un descanso que comenzó con el estreno de Perdida en 2014. Es cierto: no había dejado de crear y pensar, y en los últimos años ha sido un nombre preponderante en la producción de algunas de las series que consolidaron el dominio actual de Netflix, como House of cards y Mindhunter. Pero el cine lo extrañaba.

Dueño de una carrera plagada de éxitos inoxidables –Pecados capitales, El club de la pelea, Red social, Zodíaco– y con una de las personalidades más singulares de la industria –es harto conocido el nivel de perfección y detallismo al que aspira en sus rodajes–, el regreso de uno de los grandes directores estadounidenses de las últimas décadas se produce en la plataforma con la que sigue cerrando contratos y que le dio el lugar para un proyecto ambicioso, que aspira a los grandes premios de la industria y que parece cargar con un amor profundo por el cine y sus historias.

De hecho, la historia que hizo que Mank terminara siendo una realidad es, al fin y al cabo, una historia familiar. Luego de que su padre Jack se retirara de la actividad profesional como periodista, tuvo ganas de escribir un guion. Su hijo le sugirió que probara con la historia de Mankiewicz y eso hizo: escribió una historia que Fincher hijo, varios años después, retoma, transforma, retoca y muta en una producción protagonizada por el enorme Gary Oldman en el papel del guionista de apellido con M.

En total, Mank tuvo 10 nominaciones al Oscar

“Mi padre se crio en un cine. Su padre era un alcohólico abusivo y su madre trabajaba todo el tiempo, por lo que ese era un lugar tranquilo y seguro para él. Estaba bien si luego yo iba a ver Vacaciones mortales (Westworld) o The reincarnation of Peter Proud, pero también decía: ‘Eso es basura’. Me perdonó mis transgresiones, pero también me llevó a ver Doctor Insólito (Dr. Strangelove) cuando tenía 9 años y 2001: Odisea del espacio cuando tenía 7. Probablemente veríamos una película juntos una semana hasta que llegué a la adolescencia”, cuenta Fincher en una entrevista con Vulture sobre la educación cinematográfica que recibió de su padre, educación que deriva, de alguna manera, en esta película.

“Cuando hablábamos de cosas estúpidas como '¿Son los Beatles la mejor banda del mundo?' él decía: ‘Bueno, puede haber varias maneras de verlo’. Pero cuando le preguntabas ‘¿Cuál es la mejor película jamás realizada?’ contestaba sin pausa: El ciudadano”.

Con esos antecedentes mitológicos y familiares es que Mank llega este viernes a Netflix. Será el último gran estreno del año y de seguro se hablará mucho de él en los próximos meses, porque se le han puesto todas las fichas para el Oscar de 2021 –la táctica de estrenar en diciembre ya ha sido probada por Netflix en años anteriores con El irlandés y Roma, por ejemplo–.

Si tendrá cero o veinte nominaciones nadie lo sabe, y tampoco nos importa demasiado a los espectadores, a quienes deseábamos el retorno de su director. Pero en Mank al menos algo es seguro: la autoría del guion responderá siempre a un solo apellido, y es Fincher. Padre o hijo, pero Fincher.

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