Diego Battiste

De anarquistas a comunistas y del enfrentamiento a la unificación: la historia del movimiento obrero uruguayo

Uruguay fue uno de los pocos países que conmemoró el primer Día Internacional del Trabajador en 1890; tras muchas divisiones, la central sindical logró unificarse casi 100 años más tarde

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01 de mayo de 2020 a las 05:02

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El 1º de mayo de 1890 apenas algo más de una decena de países realizaron un acto conmemorativo a los mártires de Chicago ejecutados en 1887. Entre esos países, en una fecha que también estaba marcada por cierta tensión entre festejo o protesta, se encontraba Uruguay. El primer acto del Día del Trabajador en el país tuvo lugar en la cervecería de Giambrinus, ubicada frente a lo que hoy es la Intendencia de Montevideo, que en ese entonces era el cementerio inglés. Participaron cerca de un centenar de personas.

Según comentó a El Observador el historiador Fernando López D’Alessandro, aunque el origen del movimiento sindical uruguayo era esencialmente anarquista, fue justamente en ese lugar donde surgió la idea de hacer un partido político obrero, en el primer acto de 1890. 

“Independientemente de ese hecho puntual, la hegemonía era anarquista, anarcosindicalista. El marxismo llegó a Uruguay alrededor de 1894, cuando se fundaron los primeros centros obreros socialistas de la mano de trabajadores catalanes y algunos italianos”, explicó el académico.

Esos obreros comenzaron a imprimir un diario hacia 1895 llamado El defensor del Obrero, que tenía como símbolo un triángulo con tres ochos: ocho horas de esparcimiento, ocho de trabajo y ocho de descanso.

Ya a principios del siglo XX y más allá de la legislación pionera en la región que tuvo Uruguay, eran muchos los gremios que habían logrado el  reconocimiento de las ocho horas “gracias a su propia lucha”, explicó López D’Alessandro.

Por su parte, el también historiador y politólogo Gerardo Caetano señaló que respecto a la construcción histórica, la mayoría de los sindicatos en Uruguay eran anarquistas, aspecto que se prolongó hasta la década de 1920, aproximadamente.

“Después de los actos de los partidos tradicionales, no hay ningún acto más histórico que el de la CNT en el país. Es parte de nuestro símbolo más sagrado. Conmemoramos un juicio ilegitimo en Chicago por la gente que luchaba por las ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de sueño. Y es una lucha que 130 años después sigue vigente en buena parte del mundo, incluso en algunos sectores de los trabajadores uruguayos. En un acto uno expresa emociones también, no solo ideas. Y el movimiento sindical es muy pro emociones. De ideas, pero también de corazón. Colocar el pienso, pero también el siento”,dijo a El Observador el presidente del PIT-CNT, Fernando Pereira.

Caetano explicó que el aluvión sindical en Uruguay es heredero de la inmigración pos guerra grande en la segunda mitad del siglo XIX, con inmigrantes “que muchas veces se hicieron anarquistas o socialistas” después de llegar al país.

“La construcción de sindicatos en el país tiene vínculos con redes internacionalistas, pero se da de la mano sobre todo del proceso inmigratorio. A tal punto que en la prensa obrera se establecía la exigencia a los dirigentes sindicales de saber dos idiomas con el fin de poder defender mejor los derechos de los trabajadores organizados. A pesar de lo que se puede creer, no era el inglés sino el francés en la mayoría de los casos”, señaló Caetano, en referencia a la fuerte perspectiva cultural afrancesada que tenía el país.

Este sesgo en la cultura política uruguaya en la que se manejaba de forma preponderante literatura de tipo francesa también se daba en la élite política, que se tradujo en una matriz francesa de José Batlle y Ordoñez y del batllismo, explicó el politólogo a El Observador.

“Dentro de ese mundo sindical, en Uruguay muy tempranamente se celebró el 1º de Mayo. De hecho, la prensa dio cuenta del acto y la más conservadora denunció que se había visto la presencia de extranjeros y masones. Se criticaba que los discursos eran incendiarios, que hablaban de emancipación, libertad e igualdad. También de anarquía. Era un Montevideo y un Uruguay en el que a la cuestión social se la veía casi que como una cuestión policial. Un acto obrero era visto como algo que amenazaba la seguridad pública”, recordó Caetano.

Como contrapartida, el diario El Día alojaba en sus páginas a dirigentes anarquistas y socialistas, como Adolfo Vázquez Gómez, que fue uno de los protofundadores del Partido Socialista.

“Se reivindicaba básicamente una nueva sociedad. Lo interesante es que esos dirigentes socialistas, antes de la Revolución Rusa, de lo que hablaban era de la Revolución Francesa. De la gran revolución”, agregó Caetano. 

En tanto, López D’Alessandro relató que una vez terminada la guerra civil de 1904 “surgió lo que (José Pedro) Barrán y (Benjamín) Nahum bien  denominaron ‘la obra social de los partidos’”.

Según el historiador, esto llevó a que todos los partidos tuvieran una propuesta social, por razones humanísticas, de estabilidad social y también por razones políticas,“porque más tarde o más temprano los trabajadores iban a votar”.

“El 1900 arrancó en Uruguay una fuerte impronta social de parte de todos los partidos, de una forma  u otra. En ese contexto, el batllismo presentó su primera ley –la de legislación del trabajo–, un código que regulaba toda la vida laboral”, apuntó D’Alessandro. En los 1900, los actos por el 1º de Mayo solían ser organizados por sectores más bien anarquistas, pero también participaban liberales radicales.

Según el historiador, autor de la Historia de la izquierda uruguaya: Anarquistas y socialistas (1838-1910), los actos eran “más o menos masivos” hasta la presidencia de Claudio Williman, entre 1907 y 1911, que fue más represivo hacia el movimiento obrero que Batlle y Ordoñez. Con el apoyo de Batlle y Ordoñez, en 1911 se dio la primera huelga general de la historia del país, “donde el batllismo le mostraba a los sectores conservadores el potencial de sus aliados”, recordó López D’Alessandro, que definió a los actos de ese 1º de Mayo tanto de anarquistas como de socialistas como “pesados”.

Previamente, en 1905 fue creada la primera central sindical de mayoría anarquista, la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU), y recién en 1923 surgió otra central enfrentada a la FORU, la Unión Sindical Uruguaya (USU). Esta última tenía mayormente componentes socialistas y anarcosindicalistas.

"En ese mundo anarquista, cuando emerge el Partido Comunista por la ruptura con el Partido Socialista, hay muchos anarquistas, y sobre todo los más duros, que se vuelven marxistas. Cambian totalmente su ideología”, expresó Caetano.

Previo a la Revolución rusa, el marxismo no era predominante en la izquierda europea o internacional. Mantenía una disputa con el anarquismo, que tenía sindicatos muy fuertes. Pero el triunfo de la revolución implicó una experiencia victoriosa, que construye a posteriori una suerte de hegemonía ideológica dentro del movimiento obrero.

“Cuando en 1921 se fundó el Partido Comunista en Uruguay, el movimiento comunista internacional  tenía una propuesta muy abarcativa. Se aceptaron las 21 condiciones de Lenin y ahí el Partido Socialista se transformó en el Partido Comunista. Ese partido que era sectario, estaba a favor de la guerra de clases y en una fase de revolucionarismo intenso, por decirlo así, y que tenía una referencia de poder global en la Unión Soviética, hegemonizó el
movimiento obrero y sustituyó al anarquismo. La Revolución Rusa causó un impacto tan grande en el movimiento obrero uruguayo, que muchos anarquistas se pasaron al comunismo”, explicó López D’Alessandro. 

En esta línea, en 1929 nació la Confederación General del Trabajo del Uruguay (CGTU), “de inspiración comunista”, señaló Caetano.

Para ese entonces había en el país tres centrales sindicales no solamente distintas, sino también enfrentadas al punto que en los años posteriores se realizaban tres actos distintos los 1° de mayo que requerían de participación policial para evitar que se cruzaran las manifestaciones, relató el historiador.

La unificación 

Después de una etapa bastante larga de dispersión ideológica dentro del movimiento sindical, desde la década de 1930 hubo varios intentos de unificación y unidad, pero derivaban en la creación de nuevas centrales como la Unión General de Trabajadores (1942) y la Confederación Sindical del Uruguay en 1951. 

Para la década 1950, explicó Caetano, comenzó a surgir una nueva clase obrera con muchos sindicatos autónomos y líderes sindicales “con más referencia clasista que ideológica”, de la cual salieron los constructores “de algo que hoy vemos como normal en Uruguay  pero es muy raro en el mundo”. Entre los nombres más destacados se encontraban León Duarte, Héctor Rodríguez, Enrique Rodríguez, Gerardo Cuestas y José D’Elía (primer presidente de la CNT). 

“Esta dirigencia sindical fue la responsable de lo que ocurrió en la década de 1960 con el proceso de unificación sindical, con la creación de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT). Se construyó desde la década de 1950 una base sindical mucho más amplia, que además articulaba con un nuevo movimiento estudiantil que es el que logró en 1958 la reforma de la ley orgánica de la Universidad de la República”, detalló Caetano. 

Posteriormente, durante los años de la dictadura surgió una nueva dirigencia que se transformaría en el Plenario Intersindical de Trabajadores, o PIT. Ante el exilio, la proscripción o el encarcelamiento de muchos dirigentes de la CNT se generó este espacio para el surgimiento de un nuevo movimiento de lideres sindicales. 

En 1983, un grupo de sindicatos organizaron así el primer acto masivo por el 1° de Mayo durante el gobierno de facto, con las banderas de “Libertad, Trabajo, Salario y Amnistía”, lo que dio nacimiento al PIT.

Un año más tarde, se expresó la unión entre el PIT y la CNT, bajo la consigna “un solo movimiento sindical”. 

 

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