El día que se fue a probar a un cuadro se armó lío. Le rompieron el diente a uno y suspendieron la práctica. Armó el bolso y fue a Villa Española. Solo. Eran como 60. No aguantó. Fue a Danubio y corrió la misma suerte. Una noche, repartiendo pizza en su moto, un auto se le tiró adelante sin respetar una señal, lo tocó, y se deslizó por la calle. Se lastimó una pierna.
Y cuando parecía que se rendía y quedaba condenado a jugar en el Juvenil 16 de OFI e integrar la selección de Pando del Oeste, la diosa fortuna le mandó una señal. Un hombre que había ido a la inmobiliaria donde trabajaba la madre dejó el teléfono y Cristian lo llamó con el mismo atrevimiento con el que encara en la cancha.
Esta es la increíble historia de Cristian Souza, el volante que luego de probar suerte con su bolsito a cuestas, comenzó a recoger los frutos de su insistencia con la camiseta de Liverpool.
“Yo había ido a Peñarol y por esas cosas de botija no quedé. Luego me fui por las mías a Danubio y me corrieron porque me dijeron que había muchos jugadores. Y después a Villa Española, pero no quedé. Eran como 60 gurises. Fui solo, sin contratista, nada, con un bolsito”, rememoró Souza en diálogo con Referí.
“Ya me había resignado a volver a jugar en Pando… No me quedaba otra”. Pero mire cómo son las cosas. Cierta vez un colaborador de Pablo Bentancur fue a la inmobiliaria donde era empleada la mamá de Cristian. Dejó su teléfono. “No lo dudé, agarré y lo llamé. De careta. Le dije ‘me pasaron tu número, mirá yo juego al fútbol, juego de volante, soy rápido y quería ver si me pueden colocar en algún cuadro’”, le dijo Souza a Omar, uno de los colaboradores que trabajaba con Bentancur.
A los pocos días lo llamaron y le dicen que se presente en Central Español. Primera práctica, varios aspirantes, y en determinado momento lo llaman. A la cancha. “A los cinco minutos de estar jugando uno que fue a probarse le pegó un codazo a otro y le partió un diente. El técnico paró la práctica y grito: ‘¡De los aspirantes que vinieron a probarse no queda ninguno!’. ¡Yo me quería matar! Llamé al loco (contratista) que me llevó y le digo: ‘No quedé’. Le conté que le partieron el diente a uno y nos corrieron a todos. ‘No puede ser’, me dice”.
Souza siguió adelante con el cuento de su particular historia con el fútbol.
“La cuestión es que volví al otro al otro día, hicimos fútbol e hice un gol. Se me arrima el técnico que era Elio Rodríguez (papá de Déborah Rodríguez y Ángel Rodríguez) y me dice: ‘Pah, seguí viniendo’. Y le digo, ayer me corriste. ‘¡Cómo te voy a correr!’, me decía Elio”.
Y así arrancó la historia de Souza en el fútbol grande.
“Tenía 17 años y me hicieron un contrato de menor que no estaba registrado en la AUF y no me dieron un peso. Cuando cumplí los 18 me querían hacer firmar un contrato, pero mi representante me sacó del club”.
En esos tiempos Cristian compartía el fútbol con el trabajo. “Repartía pizza de La Pasiva de Tres Cruces con una motito. Trabajé ahí hasta que un día tuve un accidente. Se me tiró un auto y choqué. Me quemé la pierna y me dieron cuatro puntos. Por suerte no me pasó nada grave, no me fracturé ni nada”, contó el volante a Referí.
Debido a que no cobraba en Central Español se fue a Rentistas. Pero se encontró con la mala nueva de que los palermitanos no le liberaban el pase. Se tenía que quedar seis meses sin jugar para poder quedar libre.
Entonces se iba a entrenar de mañana y apenas terminada la práctica salía volando al supermercado Devoto donde entraba a las 14. ¿De qué trabajaba? “¡En la carnicería! Sí, fui carnicero también. Despachaba al público. No pude hacer cortes porque tenés que tener un mínimo de seis meses para poder hacerlo. El tema es que no aguanté mucho. Terminaba muerto de entrenar y trabajaba en la carnicería hasta las 22”, expresó.
“Repartía pizza de La Pasiva de Tres Cruces con una motito. Trabajé ahí hasta que un día tuve un accidente. Se me tiró un auto y choqué. Me quemé la pierna y me dieron cuatro puntos. Por suerte no me pasó nada grave, no me fracturé ni nada”, Cristian Souza
Cuando caducaron los seis meses que reglamentariamente le impedían jugar, firmó contrato con Rentistas. Jugó unos partidos en Tercera donde anotó 8 goles y Valentín Villazán, que en ese entonces era el entrenador principal, lo subió al primer equipo.
Pasó a jugar en la cancha grande, con contrato de jugador de Primera, percibiendo el salario mínimo. Fue cuando dejó de trabajar para dedicarse al fútbol.
Al poco tiempo Leo Ramos lo llevó a Danubio. Se encontró con otro mundo. “Yo venía de Rentistas y en Danubio había todo lo que pidieras. Se cobraba en fecha, pero el tema es que antes de empezar el campeonato me desgarré y el sueño duró apenas seis meses”.
Se fue a Sud América donde estuvo en 2017 y el desembarco de Paulo Pezzolano y Valentín Villazán en Liverpool le abrió las puertas de Belvedere donde va camino a la consolidación.
De aquellas pruebas por quedar en un equipo, del frustrado pasaje por Danubio, de trabajar arriba de una moto o atendiendo público vestido con delantal blanco en una carnicería, pasaron años. Hoy Cristian Souza, se independizó, vive con su señora en Parque del Plata, espera su primer hijo y mantiene viva la esperanza de un pase que le permita consolidarse en la vida.
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