En Argentina se vuelve a hablar de hiperinflación, dolarización y control de precios

El debate económico se recalienta a medida que la situación empieza a parecerse a las previas de las grandes crisis de la historia reciente. Y se desempolvan propuestas que parecían enterradas

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13 de abril de 2019 a las 05:03

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La sensación predominante entre los argentinos –al menos entre los de 40 años para arriba- es la de un “deja vu”: se vuelven a mencionar palabras que parecían propias de una época lejana y ya superada.

Sin embargo, en estos días un repaso a los diarios y los programas periodísticos televisivos está rebosante de terminología que, en algunos casos, no se escuchaban desde la década de 1980. “Hiperinflación”, por ejemplo, que parecía confinada para siempre a los libros de historia, forma parte de un debate caliente.

De hecho, abundan las comparaciones entre el momento actual y las crisis de otras épocas, como la crisis del modelo de Martínez de Hoz en 1980 –que llevó a una devaluación, quiebra de bancos y defaulto de la deuda- o como el fracaso de los planes Austral y Primavera, en el gobierno de Raúl Alfonsín, que terminó con la hiperinflación.

También volvió el debate sobre la dolarización. Era un tema tabú, porque la explosión del sistema de convertibilidad en el ya lejano 2001 parecía haber terminado el debate sobre el tipo de régimen monetario que necesita Argentina. Sin embargo, ante la angustia por la acelerada carrera entre los precios, el dólar y la tasa de interés, hay economistas que volvieron a plantear el tema.

Y algunos hasta plantean ya no una convertibilidad al estilo de la década de 1990 sino una dolarización completa, como la que se aplica en Ecuador. No por casualidad, una de las figuras que empezaron a ser consultadas por los medios es Carlos Julio Emanuel, el ex ministro de economía ecuatoriano que, en el año 2000, impuso al dólar como moneda de curso legal y ahora aconseja que Argentina siga ese camino.

“En Argentina están dadas las condiciones para que se tome la decisión de dolarizar. La soberanía de un país no está en un papel moneda. Veamos lo que pasó en Europa”, sostuvo el ecuatoriano, quien recordó que su país pasó de una inflación del 100 por ciento a la total estabilidad de precios.

“Hay costo social de dolarizar, pero es mayor o menor que el de no dolarizar. Implica ciertos ajustes, pero las ventajas superan ampliamente a las desventajas”, dijo el ex ministro, en una de las notas más comentadas.

Quien ayudó para que se reflotara esta discusión fue, una vez más, Domingo Cavallo. El ex ministro despierta reacciones apasionadas: tiene defensores que recuerdan a los 1990 como una década de estabilidad y crecimiento, y tiene detractores que lo consideran el artífice del sistema que llevó a cuatro años de recesión y un hiperdesempleo.

Pero no resulta indiferente a ninguno. Tanto los que lo defienden como quienes lo defenestran, se toman muy en serio sus recomendaciones y las debaten con calor. Como, por ejemplo, la última del ex ministro: dolarizar los salarios y las jubilaciones.

PRESIDENCIA ARGENTINA

“Hoy no tenemos moneda en la que confiar. Si yo fuera Macri, me animará a disponer que los contratos laborales se pacten en dólares. Lo mismo que las jubilaciones. Eso resuelve el problema de la indexación”, dijo Cavallo en un programa de televisión, que inmediatamente se viralizó en las redes sociales.

Hubo economistas que reaccionaron con indignación ante esta propuesta, la calificaron de irresponsable y anticiparon que una medida de ese tipo, lejos de frenar la inflación, la aceleraría.

Es ahí donde reaparece la otra palabra clásica de la economía argentina: “indexación”. En plena renegociación salarial, proliferan las propuestas para establecer “cláusulas gatillo”, que durante años fueron resistidas por el gobierno, pero que se terminaron imponiendo ante la evidencia de la erosión provocada por la inflación.

Los ajustes indexados se aplican, a veces en el marco de una ley y a veces informalmente, a muchos contratos de la economía, como los alquileres y los servicios. 

El eterno retorno de los controles de precios

Y es en ese marco que aparece un debate recurrente en la historia argentina: si la inflación tiene causas extra monetarias vinculadas al canal comercial. Es ahí donde se vuelve a hablar de controles de precios, acuerdos con los productores y los supermercados, congelamiento para algunos productos y un largo etcétera.

En otro deja vu de los años 1980, hay gente que se queja en la televisión de que los supermercados publican un precio en la góndola y cobran otro –más caro- en la caja. Y que cuando se quejan les responden que eso ocurre porque los repositores no dan abasto para actualizar precios por la velocidad de los ajustes, tal como ocurría en la previa de la “hiper”.

Lo curioso del caso es que Mauricio Macri siempre renegó de las medidas como los controles de precios y hasta, cuando era candidato opositor, se mofaba en público de políticas kirchneristas como el plan “Precios Cuidados” y otras medidas intervencionistas.

Pero en un irónico efecto boomerang, la inflación indomable lo forzó a tomar él mismo medidas de tenor parecido. Se viene un acuerdo de precios, en el que los productores y supermercados garantizarán la oferta de marcas baratas en el rubro de alimentos. Además, los jubilados tendrán descuentos y créditos financiados por el organismo del sistema previsional.

Y, también, habrá un plan de incentivo para el recambio de electrodomésticos, con un sistema de crédito a 12 cuotas fijas y sin interés.

El paquete de medidas luce contradictorio con un discurso que Macri pronunció apenas unos días antes, en una cena que reunió a los principales empresarios del país.

“La inflación promedio de los últimos 80 años fue de 62,6%. Y uno de cada tres años tuvimos recesión. A cada una de esas crisis utilizamos siempre las mismas recetas y herramientas: tipo de cambio fijo, control de precios, atraso de las tarifas, cepos. Todo eso nos provocó que en los últimos 50 años hayamos sido el segundo país que menos creció”, dijo el presidente.

¿Por qué, entonces, Macri va a anunciar congelamientos de precios e inyecciones de capital para el consumo, si no cree en esas medidas? En gran medida, la explicación es por la presión de sus socios políticos, como la Unión Cívica Radical y Elisa Carrió, que le reclaman que se muestre más activo ante la creciente preocupación social por la inflación.

Lo cierto es que la preocupación de los socios de Macri está justificada. La inflación de marzo dará por encima del 4%, y se espera un registro similar para abril. Hasta el informe del Fondo Monetario Internacional habla sobre el “decepcionante” resultado de estos indicadores a pesar de la fuerte contracción monetaria.

Con cada nuevo impulso de los precios, la intención de voto para la coalición Cambiemos cae un escalón. Al punto que lo que antes parecía imposible –que el kirchnerismo apareciera con chances de volver al poder- ahora es tomado como una posibilidad cierta. 

En el horizonte, más pedidos de “waiver”

Con las encuestas en la mano, los inversores y analistas del mercado financiero resucitan otras palabras que parecían que no volverían a salir del armario: “cepo cambiario” y “default”. Ex funcionarios del kirchnerismo insinuaron que, si Cristina volviera al gobierno, sería inevitable pensar en la implementación de restricciones para la compra de dólares. El tema pone nerviosos en extremo a los argentinos de clase media, que no conciben otra forma de ahorro que comprar billetes verdes.

De más está decir que ese debate no hace más que exacerbar la vocación por dolarizarse, algo que se está verificando en la disminución de los plazos fijos en pesos, a medida que se acercan las elecciones. Y, dados los antecedentes del último gobierno, que hizo de la pelea con los “fondos buitres” y las calificadoras de riesgo una de sus banderas, también se está temiendo un default de la deuda.

De hecho, los bonos soberanos con vencimiento después de las elecciones se están desplomando. Un rendimiento de 16,6% en dólares, que es lo que está pagando el Bonar 2025, es difícil de encontrar en ninguna inversión financiera del mundo, lo que equivale a un rendimiento propio de países al borde del default.

Ya ningún político siente pudor en afirmar que el año próximo habrá que renegociar todo el acuerdo con el FMI y replantear el esquema de pagos. Es así que regresaron otros términos que no se escuchaba desde los 1990. La palabra “waiver” –un permiso especial para cumplir una meta comprometida- se repite a diario para referir a la posibilidad de que no se llegue al objetivo del déficit fiscal cero.

Y, además, se habla de que en 2020 habrá un “Enhanced Facilities Agreement”, un nuevo acuerdo que sustituya al actual “Stand By”.

En ese clima enrarecido, el índice de riesgo país argentino se disparó: en apenas dos meses pasó de tener un riesgo país similar a Ucrania y Ecuador a escalar unos 250 puntos y pasar el límite de los 800. Obviamente, en dos meses no hubo cambios estructurales en la economía de ninguno de los tres países, y eso es lo que lleva a los analistas a afirmar que más de la tercera parte del riesgo país es puramente político pre-electoral.

 

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