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Democracia en tiempos de división

El reto para Joe Biden es convencer a la mayoría de los ciudadanos estadounidenses de que él está al servicio de sus intereses

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12 de noviembre de 2020 a las 15:13

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Por Martin Wolf

La elección de Joe Biden como presidente de EEUU es la primera buena noticia, desde 2016, para los creyentes en la democracia liberal y en el orden multilateral de la posguerra. Él es un hombre decente con una comprensión instintiva de los valores que, en sus mejores momentos, EEUU ha representado. Suponiendo que el ataque de Donald Trump al proceso electoral fracase, el Sr. Biden será presidente. Eso representará un enorme alivio. Pero es una locura imaginar que la división trumpista ha sido derrotada.

En términos más generales, la democracia liberal seguirá asediada en EEUU y en otros países. La evidencia de esta realidad es, por desgracia, clara. Investigaciones realizadas por el Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge han mostrado un aumento en la insatisfacción global con la democracia desde un poco antes de la crisis financiera de 2008. El aumento de la insatisfacción en las democracias de habla inglesa, lideradas por EEUU, es sorprendente. Aterradoramente, en 2020, Freedom House — el respetado grupo de estudios con sede en EEUU — colocó la calidad de la democracia estadounidense en el puesto 33 a nivel mundial, entre Eslovaquia y Argentina, dentro de países de más de 1 millón de personas. Dado el historial del Sr. Trump, eso no es sorprendente. Además, esto fue antes de su intento de desprestigiar el sistema electoral — el núcleo de la democracia — con infundadas acusaciones de fraude.

Es probable que la capacidad del Sr. Biden para revertir todo esto sea limitada, aunque seguramente él deseará hacerlo. Indudablemente él se enfrentará a la obstinada resistencia de los republicanos en el Congreso, quienes intentarán asegurarse de que él y el gobierno federal fracasen, tal como fue su objetivo durante la presidencia de Barack Obama.

Además, aunque el Sr. Trump se haya ido o no, su fusión de objetivos plutocráticos con populismo nativista y con reacción social asegura que alguna versión del trumpismo seguirá siendo la ideología del Partido Republicano. Ésta es la única estrategia viable para un partido dedicado a los impuestos bajos y al “laissez faire” en una democracia diversa con una gran desigualdad. Crucial para el éxito de este partido es contar con una Corte Suprema dedicada a tales objetivos, bajo la engañosa bandera del “originalismo”.

Es entonces probable que nada fundamental cambie en la política estadounidense durante la presidencia del Sr. Biden. Además, las afirmaciones de una elección robada resonarán entre la base del Sr. Trump. Las posibilidades de que regrese el trumpismo, incluso el mismo Sr. Trump, son buenas, particularmente si el liderazgo republicano impide que el Sr. Biden tenga éxito con la economía.

Esto no significa que el Sr. Biden no pueda hacer nada. Por el contrario, los poderes de la presidencia son enormes, en el extranjero y (aunque menos) en casa, aunque la Corte Suprema podría despojar al presidente de algunos de los poderes regulatorios que se pensaba que poseía. Un reto inmediato será Covid-19. Aquí, el Sr. Biden pudiera tener suerte. Si la promesa de una vacuna se materializa, él pudiera disfrutar de una victoria temprana.

Sin embargo, parece poco probable que los demócratas acaben con el éxito de la estrategia plutopopulista, en parte porque ellos mismos se encuentran en una situación similar. Ellos también dependen de las donaciones de los ricos que, generalmente, no sienten entusiasmo por impuestos más altos o por agresivas regulaciones. Es probable que el resto del electorado demócrata activo — los “concienciados” censuradores y las minorías étnicas — mantenga unida en rabia a la mayor parte de la coalición del Sr. Trump constituida por evangélicos y por gente de raza blanca sin educación universitaria.

El papel del dinero en la política estadounidense es fundamental. Una actualización reciente de una investigación anterior, publicada por el Instituto del Nuevo Pensamiento Económico (INET, por sus siglas en inglés), ha confirmado que las opiniones del decil superior de la población determinan, en gran medida, la política. Las inevitables frustraciones del resto les proporcionan a los partidos sus apasionados bloques de votantes.

Una democracia exitosa es mucho más que un conjunto de instituciones. El Estado debe ser visto como un servidor de los intereses de la mayoría de los ciudadanos. Éste último también debe compartir el patriotismo: un amor por el país que trasciende las diferencias de posición social, creencias políticas e intereses económicos. El Sr. Biden defiende esto. ¿Pueden los extremos sentir lo mismo por sus oponentes?

Si no es razonable esperar una transformación en el patrón político nacional, ¿qué sucederá con el papel de EEUU en el mundo? En este aspecto los cambios pueden ser mayores. Yo anticipo que una presidencia Biden intentará revivir una alianza de intereses y valores con las otras democracias avanzadas de altos ingresos, especialmente Europa. Yo anticipo que le evidenciará al primer ministro británico de una manera extremadamente directa la sabiduría de las relaciones amistosas con la Unión Europea (UE). Yo anticipo que volverá a poner al presidente ruso y a sus acólitos ideológicos en Europa central y oriental en una casilla marcada como “hostil”.

Yo también anticipo que el Sr. Biden hará un esfuerzo por crear una relación comprometida, pero exigente, con China en el contexto del multilateralismo realista. Estoy menos seguro de que sea posible gestionar las relaciones cruciales entre las superpotencias sin un grave riesgo de conflicto. De alguna manera, EEUU y China deben aprender a tener confrontaciones, a competir y a cooperar simultáneamente. De particular importancia será un acuerdo sobre el clima. Bajo el Sr. Trump, otros países, en particular China, han sido oportunistas en relación con este tema, prometiendo una ‘castidad de carbono’ dentro de muchas décadas en el futuro mientras frenéticamente construyen centrales eléctricas de carbón en la actualidad. Pero esto requerirá que EEUU acelere su propia transformación verde. La oportunidad está disponible. Pero es probable que eso también requiera cierta cooperación del Congreso. Y, tal como están las cosas actualmente, eso parece extremadamente improbable.

La respuesta correcta ante la elección del Sr. Biden es tener esperanza sin ingenuidad. El Sr. Trump ha puesto a prueba, casi hasta la destrucción, la idea de que una superpotencia solipsista decidida a alterar el orden global hará mucho más que destruir su reputación. El Sr. Biden puede hacer una mejor labor, pero los profundos conflictos perdurarán, tanto en el país como en el extranjero. Su presidencia pudiera terminar siendo un decepcionante interludio. Yo sinceramente espero que no sea así. Pero su país está profundamente dividido y los retos son enormes.

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