AFP

Demócratas estadounidenses giran hacia una nueva agenda radical

El partido tiene una deuda de gratitud con Trump, ya que los ha impulsado a abandonar la cautela y pasar a una nueva era.

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17 de enero de 2019 a las 14:15

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Edward Luce

Si escuchamos atentamente, podremos oír la retirada de la clase política dirigente de los demócratas. El incrementalismo del pasado cumplió su propósito: hizo que los demócratas fueran nuevamente elegibles y seguros para Wall Street. Pero esto ha llegado a su fin. La generación de demócratas que le restaron importancia a las preocupaciones sobre la desigualdad y acogieron a los mercados globales está siendo sustituida por voces políticas mucho más audaces. Independientemente de quién sea el candidato demócrata para las elecciones de 2020, representará a un partido radicalizado en busca de su propio ‘Nuevo Trato’.

Tienen una deuda de gratitud con Donald Trump. A pesar de cuánto los liberales renacientes detestan al 45º presidente de EEUU, pueden agradecerle por haber eliminado la mentalidad de cautela sistemática que ha hipnotizado a los líderes demócratas durante una generación.

Comenzó con los “Nuevos Demócratas” de Bill Clinton a finales de la década de 1980. Terminó en 2016 cuando Hillary Clinton perdió ante Trump. En ese período, se incluyeron Al Gore, el candidato perdedor de las elecciones del año 2000, John Kerry, quien perdió en 2004, y Barack Obama, cuyo legado de ocho años está siendo destrozando ahora por Trump.

Trump ha servido tanto como un llamado a la acción como un ejemplo de cómo se pueden derrotar las clases políticas dirigentes. En el primer caso, Trump ha demolido cualquier argumento restante a favor de la idea de que los demócratas deben prepararse eternamente para una tierra prometida de amistad bipartidista. En la práctica, muchos pensaron que Newt Gingrich, el agresivo presidente republicano de la cámara durante la era de Clinton, ya había desacreditado esa postura. Otros pensaron que la destrucción de los planes fiscales de Obama por parte del Tea Party finalmente había zanjado la polémica.

No importa cuánto se apegaron los demócratas al centro, nunca les llegaron las recompensas por ese mérito. Los republicanos simplemente se movieron más hacia la derecha. Los presidentes demócratas, como Clinton, crearon excedentes presupuestarios. Los republicanos, como George W. Bush, los gastaron debidamente en recortes fiscales. La desigualdad es mucho peor actualmente que en 1992, aunque los demócratas se mantuvieron en la Casa Blanca durante más de la mitad de ese tiempo. Mientras tanto, el salario medio apenas ha cambiado. El Tea Party capturó la ira inicial por la crisis financiera de 2008. Sin embargo, es difícil creer que el autoproclamado socialista Bernie Sanders habría prácticamente derrotado a Clinton si ella no hubiera desarrollado lazos financieros tan estrechos con Wall Street.

Pero fue Trump quien cambió el clima político. Demostró que era posible engatusar a una clase política dirigente hostil y aun así ganar una elección. Luego cambió de estrategia y siguió una agresiva agenda republicana. Desde los recortes fiscales y la desregulación hasta los derechos sobre armas de fuego y los jueces en contra del aborto, Trump ahora tiene a los legisladores republicanos haciendo lo que él quiera. A quienes aún creían que sería posible la colaboración bipartidista — y a quienes anhelaban los días de los republicanos de Rockefeller — les robaron la convicción restante. Trump le ha hecho un servicio a la izquierda estadounidense.

La realidad también le ha echado una mano. Independientemente de nuestra ideología, las cifras actuales nos muestran una imagen cruda. A diez años del comienzo de la recuperación estadounidense, el salario medio de los hogares sigue siendo, en términos reales, muy parecido a lo que era en 1999. El 1% superior de los hogares posee más riqueza que el 90% inferior. La esperanza de vida promedio en EEUU ha comenzado a disminuir.

Trump ha empeorado la desigualdad. Pero él no la creó. Las cifras eran casi igualmente sombrías al final de los dos términos de la presidencia de Obama. Así que hacer retoques ya no resulta tan atractivo.

Gran parte de la atención se ha enfocado en quién debe ser el candidato demócrata que desafíe a Trump. Obviamente eso es importante. Pero lo importante es que el centro de gravedad del partido ha cambiado. Quienquiera que resulte ser el rival, ya sea Joe Biden, el ex vicepresidente, Elizabeth Warren, la populista económica, Beto O'Rourke, el alegre optimista o Sanders, su plataforma tendrá que reflejar ese cambio. Las posturas como "Medicare para todos", un ‘Nuevo Trato Verde’ y el financiamiento de las elecciones públicas deberán formar parte del paquete, al igual que el aumento de los impuestos.

También se ha destacado a Alexandria Ocasio-Cortez, la socialista demócrata de 29 años y la miembro más joven del congreso. Más notable es el respeto que le ha mostrado la clase política dirigente de los demócratas con respecto a sus ideas, que incluyen una tasa impositiva máxima del 70%. "La congresista tiene razón", dijo la semana pasada Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro de Clinton. Summers personificó el consenso de Washington de la década de 1990. Sin embargo, al igual que Keynes, dice que cambia de opinión cuando cambian los hechos. Ya no encajan en el curso de la historia que los demócratas solían narrar.

La izquierda estadounidense se está convirtiendo en una fábrica de nuevas ideas. Algunas de ellas, como una renta básica universal, pueden ser cuestionables. Otras, como romper a los monopolios, son más prometedoras. De cualquier forma, por primera vez en décadas, la energía intelectual estadounidense le pertenece ahora a la izquierda. Algunos comparan la efervescencia con la "experimentación audaz y persistente" de Franklin Roosevelt, autor del ‘Nuevo Trato’ de la década de 1930. Los escépticos la comparan con el falso amanecer de George McGovern, quien perdió ampliamente en 1972 contra Richard Nixon. Independientemente de cual sea el punto de vista correcto, la era Clinton-Obama está llegando a su fin. Está comenzando una nueva era.

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