La polarización está a la orden del día. También en Estados Unidos.

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Biden y Trump alimentan la polarización de cara a las elecciones legislativas de medio término

Los líderes demócrata y republicano protagonizaron un nuevo y fuerte cruce en el marco de una campaña que la Casa Blanca procura convertir en un referéndum entre democracia y autoritarismo
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05 de septiembre de 2022 a las 05:03

La polarización está a la orden del día. También en Estados Unidos. Tras el allanamiento de su residencia en Florida y la incautación de documentos oficiales por parte del FBI, Donald Trump volvió a la tribuna y calificó a Joe Biden como "enemigo del Estado" durante un mitin en Pensilvania, ocasión en la que el líder republicano sostuvo que el allanamiento fue una "parodia" y, con tono amenazante, advirtió que podría causar una reacción "que nadie ha visto nunca".

Los dichos de Trump llegaron luego que el presidente de Estados Unidos arremetiera contra su antecesor y un sector del Partido Republicano, a los que acusó de "extremistas" en su discurso del jueves pasado en Filadelfia, en donde calificó a los seguidores del MAGA (Make America Great Again, el eslogan de Trump) como enemigos de la democracia.

Con una virulencia poco habitual, Biden afirmó que "Trump y los republicanos MAGA representan un extremismo que amenaza los cimientos mismos de nuestra República" y aseguró que los representantes de la derecha radical "se alimentan del caos, no viven a la luz de la verdad, sino a la sombra de la mentira".

El cruce entre ambos líderes, ampliamente recogido por los medios estadounidenses y la revista británica The Economist en un artículo titulado The Disunited States of America (Los Estados Desunidos de América), es analizado como el inicio de una contienda discursiva que, según las previsiones, seguirá escalando de cara a las cruciales elecciones legislativas de medio término que se realizaran en noviembre.

Biden, de 79 años y con baja popularidad aunque haya crecido en las encuestas, a menudo repite: "No me comparen con Dios todopoderoso, compárenme con la alternativa". Una forma de afirmar ante el electorado que sus defectos son menores comparados con los de su principal contrincante. Una estrategia de la Casa Blanca con la que procura convertir la elección, clave para la renovación del Congreso, en una suerte de referéndum nacional entre democracia y autoritarismo.

"Si se les pregunta a los estadounidenses si apoyan al Sr. Biden, es posible que digan que no. Si se les pregunta si lo apoyan frente al señor Trump, solo pueden decir que sí. Al menos esa es la teoría de la Casa Blanca", señala un artículo de análisis publicado en las últimas horas por el influyente periódico The New York Times. Para la politóloga de la Universidad de Brown Wendy Schiller-Kalunian, la estrategia demócrata no está exenta de riesgos.

"Los grupos clave de esta elección son los simpatizantes republicanos de los suburbios residenciales y los votantes independientes que se inclinan por la derecha. Esa gente que votó por Trump y lo apoya no votó por atacar el Capitolio. Si Biden hace que todo gire en torno a Trump puede salir mal y animar a este electorado a votar al líder republicano”, agregó Schiller-Kalunian, profesora de asuntos públicos e internacionales, en declaraciones a la agencia de noticias AFP.

Biden habló en Filadelfia a los pies del edificio donde se adoptó la Constitución estadounidense con una puesta en escena que incluyó juegos de luces rojas, sombras profundas y dos soldados de gala de escoltas. Tras las críticas que suscitó su intervención, no solo entre los conservadores, sino también desde algunos sectores de su partido, Biden aseguró que no se refería a todos los votantes de Trump, que fueron más de 74 millones en 2021.

"No veo a todos los partidarios de Trump como una amenaza para la democracia", dijo a un grupo de periodistas en Washington. Sin embargo, uno de los habituales portavoces de la Casa Blanca, Andrew Bates, respondió en Twitter que los dichos de Biden son "advertencias bien fundadas" y "cualquier cosa menos políticas".

La estrategia de Biden es clara: abordar temas como la defensa de la democracia y el derecho al aborto para opacar los argumentos de campaña favoritos de los republicanos, que se centran en la marcha de la economía. Consultado por AFP, Samuel Goldman, profesor de ciencias políticas en la Universidad George Washington, subrayó que "los votantes indecisos deciden sobre temas concretos como la economía" y evaluó que la prioridad de Biden es más bien "galvanizar a los simpatizantes demócratas".

La polarización que exhibe Estados Unidos también fue abordada en su edición del sábado por The Economist. Según la revista, “la situación (…) hace más difícil hacer negocios en Estados Unidos. Mientras que antes el país era, a grandes rasgos, un gigantesco mercado único, ahora California y Nueva York presionan a las empresas para que sean más ecológicas, mientras que Texas y Virginia Occidental las penalizan por favorecer las energías renovables”.

La publicación destaca, por ejemplo, que recientemente Texas llegó a incluir en su lista negra “a diez empresas financieras por ser demasiado ecológicas". “Algunos estados pretenden castigar a quienes buscan un aborto o una operación de transexualidad en otro estado; otros ofrecen refugio a esas mismas personas. Los estados azules (demócratas) fomentan las demandas contra los fabricantes de armas; los estados rojos (republicanos) demandan para impedir que California establezca sus propias normas de emisiones", señaló The Economist.

Para la publicación, habitual vocera del establishment económico, el sistema bipartidista estadounidense necesita una reforma. Como prueba brinda un dato: 37 de los 50 estados, donde viven las tres cuartas partes de los estadounidenses, están gobernados por un solo partido. "El número de estados en los que un partido controla las dos cámaras legislativas y el Ejecutivo casi se ha duplicado en los últimos 30 años", señala la revista.

Según el medio conservador británico, el sistema crea oligarquías que financian al poder político y las elecciones solo se utilizan para prolongar un proyecto de poder, no para satisfacer las necesidades y peticiones de la gente.

"Los políticos con escaños seguros tienen incentivos perversos. No les preocupa perder las elecciones generales, sino las primarias, en las que los partidarios llevan la voz cantante porque están más motivados para votar. La manera de atraer a esos partidarios es evitar el compromiso. De ahí la proliferación del extremismo (…). Si Texas no fuera un estado unipartidista, sus legisladores podrían haber encontrado un compromiso sobre el aborto", concluye el artículo a modo de ejemplo.

Por lo pronto, al igual que en todas las ocasiones anteriores, las elecciones de medio término representan una prueba difícil de sortear para el gobierno de turno, que no siempre logra retener o aumentar su fortaleza en el Congreso. Biden, en definitiva, enfrenta al mismo dilema que todos los presidentes estadounidenses: ser jefe de Estado y líder de un partido al mismo tiempo. "Debido a la polarización ideológica, la fragmentación de los medios y la caída de la confianza en las instituciones, cada vez es más difícil jugar ambos roles al mismo tiempo", analizó el politólogo Goldman.

En lo inmediato, según el consenso, temas cotidianos como el derecho al aborto, la portación de armas y el cambio climático se presentan como el escenario ideal para que los principales referentes de la política estadounidense sigan alimentando la polarización en busca de ganar simpatizantes y votos. Una confrontación que quedó sintetizada en el último cruce. “El peligro para la democracia viene de la izquierda radical, no de la derecha", atizó Trump. "No hay lugar para la violencia política en Estados Unidos. Punto. Ninguno. Nunca", respondió Biden.

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