L. CARREÑO

Deponer la renuencia a competir

El sindicato de ANCAP, sus argumentos contra la cementera de Godin y Lugano, el monopolio estatal y el dinamismo privado

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13 de noviembre de 2016 a las 05:00

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Los argumentos del sindicato de ANCAP para oponerse a la cementera de Diego Godín y Diego Lugano no neutralizan la motivación básica de un rechazo visceral del monopolismo estatal al dinamismo del sector privado. Las razones esgrimidas por el dirigente sindical Artigas González al cemento a empresa de los dos futbolistas incluyen que venden a un precio más bajo que el que ANCAP, conformando "una competencia desleal". Pero si ANCAP vende el cemento más caro que una empresa privada, el motivo es fracaso productivo y comercial. La solución para los usuarios, destinatarios lógicos de cualquier mercado, no es escudarse en la protección de un monopolio estatal sino mejorar su estructura operativa para poder competir.

La producción cementera encabeza, junto con ALUR, la lista de operaciones deficitarias que, unidas a deficiencias de gestión, le causaron al ente petrolero en cuatro años pérdidas por US$800 millones hasta 2014. Incluso la refinación de combustibles, protegida por un rígido monopolio, sufre los costos de baja productividad en una planta minúscula. Se agregan a los impuestos y a las crecientes contribuciones a Rentas Generales para castigar a todos los uruguayos con precios de combustibles que figuran entre los más altos del mundo. La nueva conducción de ANCAP, designada con criterio técnico en reemplazo de los tradicionales nombramientos por amiguismo partidario, procura darle al ente una concepción comercial más realista. Pero parece una misión imposible mientras se defiendan ineficiencias derivadas de atávicas tradiciones monopólicas.

La sinrazón de los reclamos sindicales de ANCAP contra Cementos Charrúa queda en evidencia en el disímil panorama que presentan las empresas públicas. Las dos que mejor funcionan, UTE y ANTEL, han fortalecido la calidad de sus servicios desde que se asociaron a privados o compiten con empresas de ese sector. La vieja pesadilla de la población del acceso a la energía, por sequías en verano o aumento del consumo en invierno, ha desaparecido virtualmente gracias a que UTE se ha asociado con firmas privadas que generan energía eólica y, en grado menor, por biomasa o paneles solares. Y los avances tecnológicos en el campo de las comunicaciones forzaron a ANTEL a abrir gran parte de sus operaciones a la competencia privada, reteniendo solo el monopolio con la declinante telefonía fija. Iguales ventajas para los uruguayos se han derivado del fin del monopolio estatal en el correo y, en forma parcial, en el mercado de seguros.

Se tambalean, en cambio, las empresas públicas que retienen irreductiblemente su carácter monopólico. Sucede con las peripecias de OSE para asegurar el abastecimiento futuro de agua potable. Y persiste en el desastre de AFE, con un sindicato que impide desde 2006 la recuperación del servicio ferroviario, lo que pone en la cuerda floja algo tan esencial para el futuro de la economía y la creación de empleos como es la instalación por UPM de una tercera planta de celulosa.

Son alentadoras las aperturas registradas hasta ahora en actividades que el Estado controlaba antes en exclusividad, en perjuicio de los consumidores. Pero los avances logrados tienen que profundizarse, tanto en ANCAP como en las demás empresas públicas, deponiendo la renuencia a aprender a competir para beneficiar a la población y sacar al país del atraso y del estancamiento económico.
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