Disney no siempre fue exitoso y estas dos etapas negras de su historia lo prueban

Aunque hoy es una de las empresas más poderosas del mundo, Disney también vivió etapas en las que los problemas económicos y artísticos se acumulaban

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17 de agosto de 2019 a las 05:02

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Qué difícil es escapar del ratón Mickey. Un día compra a Marvel, el otro se queda con Star Wars y cuando menos lo esperás, se mete en la bolsa a una megaempresa como Fox. Compra un poco por allá, otro poco por acá, gasta billones de dólares, lanza un sitio de streaming y de repente, sin que te des cuenta, te despertás y cada una de las cosas que consumís tienen el sello del bueno de Walt. Es así. El 2019 es el año en el que el mercado, definitivamente, se rindió ante un gigante que todo lo quiere y todo lo puede.

Hoy el imperio Disney es implacable: es una de las empresas más grandes del mundo del entretenimiento –si no la más grande– y no parece que haya algo o alguien que quiera o pueda detenerlo. ¿Qué puede impedir que en los próximos años termine comprando a Time-Warner o a Comcast, dos de los conglomerados más poderosos? ¿Estamos yendo a toda velocidad y sin frenos contra una pared de oferta unificada y tamizada por un único filtro? Por el momento no parece que la nafta le dé para cubrir tales conquistas, pero los resultados de esta expansión ya se están viendo de manera directa en el cine.

A excepción de la millonaria franquicia de Rápidos y furiosos, que sigue colándose entre lo más visto cada vez que estrena una entrega, son las películas de Disney las que concentran el 35% del dinero de los espectadores de todo el mundo. Hoy, cada taquillazo de Marvel, Pixar, Fox y Lucasfilm –y sus películas originales, claro– va a parar a las mismas arcas, que se engrosan de manera exponencial. Y en cuanto a la calidad, está claro que con una producción de este tamaño habrá picos de excelencia y abismos de mediocridad, pero en general la empresa ha logrado establecer un parámetro de confianza en sus productos que se mantiene. Así, los fans de Marvel se maravillan y se conforman con cada nueva entrega de ese universo, Star Wars se renueva de forma entretenida y creativa, Pixar sigue siendo una de las cunas más creativas del rubro y Fox tiene un montón que ofrecer, desde la inminente Ad Astra, hasta la saga de los X-Men. 

La actual ebullición del estudio, las continuas noticias de que sus películas rompen récords de taquilla y los anuncios que dicen que lo que se viene será más grande, mejor y nunca antes visto, de alguna manera hicieron olvidar dos etapas en las que el optimismo no era precisamente lo que caracterizaba a la empresa. Fueron dos épocas bien diferentes, con nombres diferentes, lejanas y extrañas, y que solo compartieron la capacidad de generar películas mediocres, olvidables y costosas. Y, de vez en cuando, alguna que valía la pena.

Tierra de Osos

La edad de Bronce

Hubo un tiempo en que Walt Disney era el principal productor y director de las películas del estudio. En la empresa todos estaban muy felices porque les iba bien y sus películas gustaban al público y ganaban premios. Y, también, porque ganaban buenos sueldos gracias a una incipiente taquilla, que ya se postraba ante el sello del ratón. Pero un día el tío Walt se murió y la gente en Disney se quedó sin ideas. Desde 1970 hasta 1989, el estudio transitó su peor etapa y quedó inmerso en una debacle económica y creativa. Fue la era de bronce, también conocida como la primera era oscura.

Aunque algunos de los títulos de la época hoy se recuerdan con cariño –Los aristogatos o Robin Hood, por ejemplo–, hubo pocas alegrías para la casa del ratón en aquellos años. Mientras trataban de reflotar su economía con películas como El zorro y el sabueso o Bernardo y Bianca –spoiler: no lo lograban–, el 17% de la plantilla de animadores decidió dar un paso al costado y optó por buscar aires más inspirados. Fue un golpe duro y el cimbronazo se sintió. 

Los aristogatos

La época finalizó con una trilogía que hizo tocar fondo al estudio, sobre todo en planos artísticos: El caldero mágico, Policías y ratones y Oliver y su pandilla. Algún lector mayor tal vez recuerde haber visto alguna de ellas en VHS, pero, para los más jóvenes: sí, esas películas existieron. Sin embargo, la oscuridad llegó a su fin, porque un año más tarde –en 1989– se estrenó una película titulada La sirenita, y sin demasiadas pretensiones metió a Disney en una época que hoy se recuerda como la del “renacimiento”, una época que le dejó mucho dinero, grandes clásicos y hasta algunos premios Oscar.

El zorro y el sabueso

La época experimental

Cuando Tarzán (1999) se fue de los cines, se llevó consigo todo el oro de una época que había devuelto a Disney la magia perdida tras la muerte de su fundador. Y a partir de allí la cosa se puso rara. Tal vez por eso es que se suele denominar a esta etapa, que se ubica entre los años 2000 y 2008, como la segunda era oscura o la época experimental. 

Empezó con Fantasía 2000, una extraña película episódica y musical que apuntaba más al público adulto y que pretendía homenajear a Fantasía, un clásico homónimo de la década de 1940. Rara, muy rara. Y, aunque fue bien valorada por la crítica, después de ella el criterio y la producción de calidad se desbarrancaron y las malas decisiones se acumularon. Una de las peores fue la que hizo que se gastaran millones de dólares en películas animadas de ciencia ficción, algo inédito para el estudio. Hubo tres y solo una consiguió números dignos; fue Lilo & Stich, que dio pie a una franquicia y hasta a una serie de televisión. Las otras dos, Atlantis: el imperio perdido y El planeta del tesoro, a la bolsa de las olvidadas. Esta última, además, fue uno de los grandes fracasos comerciales de la historia del estudio.

Atlantis: El imperio perdido

Con el ejemplo de Pixar –que aún no era de su propiedad y que producía un éxito tras otro–, la compañía se animó a incursionar en la animación por computadora, pero los resultados fueron de olvidables a desastrosos: aunque Chicken Little es muy mala, en números le fue bien, pero Dinosaurio, otra película realizada en este innovador formato, fue un fracaso estrepitoso desde todo punto de vista. En el plano de la animación tradicional la cosa no iba mucho mejor. Tierra de osos y Las locuras del emperador no se compararon con lo que se había alcanzado durante la década anterior, y el odioso musical/wéstern/comedia de enredos Vacas vaqueras enterró definitivamente el formato en 2004.

Lilo & Stich

Ahí empezaron las compras. El panorama repuntó en 2006 con la adquisición de Pixar, pero fue recién en 2009 y gracias a otra princesa –La princesa y el sapo– que Disney reflotó. Al mismo tiempo, la trilogía de Piratas del Caribe explotaba en las taquillas y el dinero volvía a fluir sin control. Enseguida vendrían una serie de películas que, a la par de la empresa creada por Steve Jobs, recuperarían el éxito perdido: Enredados, Ralph el demoledor, Frozen, Grandes héroes, Zootopia y Moana. Fueron películas que hicieron olvidar las etapas más críticas de la compañía rápidamente y que apuntalaron los números que hoy permiten que la pequeña casa de animación ideada por Walt Disney se esté comiendo el mundo.

Cuando vivamos en la hegemonía total de un mundo liderado por los designios del ratón, será un buen ejercicio recordar estas etapas negras de su historia. De alguna manera son la prueba histórica de que la máquina perfecta, de vez en cuando, también pierde aceite.  
 

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