Diego Battiste

Doce razones para dejar de flagelarnos (pensando en los jóvenes)

Se trata de mejorar, y para ello se debe de coincidir en los problemas; “quien no reconoce sus problemas, no los resuelve”

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01 de diciembre de 2021 a las 05:03

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Por Adolfo Díaz Solsona* y Jaime Ferrer Marrades**

Todos somos testigos: al sistema político se le hace difícil ponerse de acuerdo en materia de ejecución de reformas. Sin embargo a nivel ciudadano, no creemos que existan discrepancias insalvables en relación con cuales son los males que aquejan al país.

Es más, nos atreveríamos a afirmar que voten a quien voten, la mayoría de los uruguayos coincide en que nuestro país sufre de todos los males siguientes:

1) Ingresos promedio insuficientes, consecuencia de una baja productividad;
2) Población activa insuficiente (pasivos son un porcentaje superior al de países desarrollados)  lo cual incrementa las cargas sociales;
3) Impuestos al trabajo que desaniman la inversión y la contratación laboral;
4) Éxodo de talento joven educado;
5) Sistema educativo poco integrado al sistema productivo;
6) Baja “conciencia exportadora” y excesiva concentración en pocos clientes y productos;
7) Sistema de pensiones desfinanciado, rígido y penalizador de la ocupación;
8) Envejecimiento demográfico preocupante (somos de los más viejos del mundo);
9) Dualización social creciente (la indigencia no caerá porque suban precios de tres materias primas);
10) Situación medio ambiental “muy mejorable” (ver nuestros ríos y subsuelo, sistema de recogida selectiva y de valorización de residuos pendiente);
11) Administración poco ágil y cooperativa con el sector privado en metas “de país” (ej. infraestructuras “cuello de botella”, capital riesgo emprendedor e innovación) y por lo tanto:
12) Ausencia de un programa marco COMPARTIDO para transformar el país, con objetivos de valor agregado, sociales y de resiliencia ambiental. No se trata de flagelarse. Somos el país de América Latina que mejor funciona (en varios aspectos el de toda América). Comparemos la gestión de la pandemia realizada por EEUU con la que ha hecho nuestro país. Nuestra matriz energética es la más sustentable del planeta.

Se trata de mejorar, y para ello se debe de coincidir en los problemas; “quien no reconoce sus problemas, no los resuelve”.

Sin embargo parece que cualquier reforma, por mínima que sea, se enfrenta a murallas infranqueables. Como vamos, el país seguirá estancado, los jóvenes continuarán emigrando y las cargas sociales e impuestos seguirán disuadiendo la inversión con valor agregado.

No pretendemos abordar las respuestas a todos los males, pero sí nos hacemos preguntas.

Un buen ejemplo es la encallada reforma de las pensiones. ¿Por qué se ha rechazado adoptar un sistema colectivo complementario al sistema público, que favorezca a quien quiere trabajar, como los “planes colectivos de empresa” (España los está adoptando)?

Dichos planes tienen la doble virtud de descargar al Estado gradualmente y de incentivar la voluntad de retrasar la edad de jubilación (en lugar de lo opuesto).

El agro es indispensable pero se necesitan más sectores exportadores con escala para encaminar el futuro del país. Debe continuarse el esfuerzo de diversificación dentro y fuera del agro. Dentro, en actividades de alto valor agregado (ej. agrobiotecnologías, alimentario) y fuera en aquellas actividades que tiren de “clusters” en los que el país puede destacar (ej. biomedicina, Fintech, TIC, tecnologías biomarinas).

La agenda de objetivos de sostenibilidad (ODS 2030) de la ONU abre oportunidades. En el contexto de los ODS, podemos destacarnos en la producción de bioderivados que se están convirtiendo en materia prima industrial en los países desarrollados (ej. bioplásticos, tejidos con residuos de biomasa) así como en exportación de hidrógeno verde. ¿Estamos avanzando a la velocidad correcta?

Por otra parte las tecnologías 4.0 (ej. cadena de bloques, int. artificial, robótica, 3D) permiten que lo chico sea rentable. El factor diferencial de un bien de capital fabricado con una impresora 3D no es el costo del equipo sino el SW. Es tan competitivo el más grande como el más chico, cuando se trata de desarrollar aplicaciones de IA para la agricultura. ¿Qué impide al Uruguay convertirse en un “hub conectado” de conocimiento y producción en tecnologías 4.0 especializadas en sectores tradicionales y no tradicionales?

¿Alcanza con acuerdos comerciales para lograr la inserción internacional? ¿O se requiere de niveles de competitividad básicos basados en economía del conocimiento y evitar insensateces cambiarias? Eso es así desde hace décadas y sigue en el debe.

Uruguay posee varios de los ingredientes importantes para conseguirlo: talento joven, materias primas agrarias y marinas, tradición en sectores (como TICs), ubicación geográfica y conexiones internacionales, seguridad jurídica y buen clima para atraer talento y capital. Pero se enfrenta a barreras al cambio; resistencia y bloqueo institucional, fiscalidad no orientada a objetivos, burocratismo, lentitud en toma de decisiones, tendencia al “desánimo fácil”.

¿Donde está la clave?

Creemos que en tejer complicidades en la sociedad civil y no solo en el arco político. ¿Qué impide que técnicos y representantes de la sociedad civil empiecen a crear esa visión compartida, para que sea sometida al Parlamento, siempre que las fuerzas dominantes decidan trabajar juntas? ¿Por qué tienen que ser cupos de “partidos”? ¿No es mejor un grupo de personas con orientaciones diversas, pero con el único criterio de la solvencia técnica y en su caso, de la representatividad social pero no política?

Creemos que es el momento para buscar respuestas; una mayoría amplia de uruguayos lo espera.

*Licenciado en Economía Udelar y Ph. D. © Universidad de Columbia N.Y. 
** Economista MSC London School of Economics, empresario y exsocio de Accenture 
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