AFP 20190807

Donald Trump acaba de descubrir el verdadero Medio Oriente

El presidente de EEUU está aprendiendo por las malas que es más fácil iniciar una crisis que controlarla

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19 de septiembre de 2019 a las 14:27

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Por Roula Khalaf

Si nos lastimas, lastimaremos a tus amigos. Ésa ha sido la aparente estrategia iraní desde que EEUU entró en modo de máxima presión, destrozando el acuerdo nuclear de Irán de 2015 y paralizando la economía iraní con sanciones debilitantes.

Ya que Irán es incapaz de tomar represalias en contra de EEUU — o probablemente está atemorizado de las consecuencias de hacerlo — ha castigado a los aliados de EEUU en el Golfo, y Arabia Saudita ha sido su blanco principal. El objetivo ha sido demostrar que el dolor de las sanciones estadounidenses se extenderá por todas partes. Si Irán no puede vender petróleo, otros productores y el mercado también sufrirán.

Esa estrategia pareció funcionar por un tiempo: los petroleros en el Golfo fueron atacados, los oleoductos sauditas fueron saboteados y las estaciones de bombeo dañadas, todo a través de ataques cuidadosamente calibrados por representantes iraníes y a bajo costo para Teherán. En junio, Donald Trump, un presidente estadounidense más interesado en poner fin a las guerras que en comenzar otras nuevas, canceló un ataque militar planeado por parte de EEUU.

El sábado, sin embargo, Irán decidió ignorar su propia estrategia. En un ataque descarado, un grupo respaldado por Irán atacó la joya de la corona saudita, el centro de procesamiento de Abqaiq que opera la mitad de la producción del petróleo saudita, así como un campo petrolero. El impacto fue devastador, eliminó 5% de los suministros mundiales de petróleo y aumentó los precios del petróleo en un 10%. Algunos lo compararon con la conmoción de la invasión de Kuwait por Saddam Hussein en 1990.

Aún no se ha determinado si los presuntos ataques con aviones no tripulados fueron lanzados desde Yemen, como han afirmado los rebeldes hutíes respaldados por Irán, o desde Irak por milicias aliadas iraníes, como afirman algunos en EEUU, o incluso desde un territorio iraní. Es posible que nunca se sepa si el ataque fue más devastador de lo previsto o si fue deliberado y orquestado por Teherán para producir un máximo efecto. Pero cualesquiera que sean las respuestas, la responsabilidad recaerá en Irán. Esta provocación ha ido demasiado lejos.

Sin embargo, la crisis debería haber sido previsible, si tan sólo Trump no estuviera aprendiendo sobre el Medio Oriente conforme realiza sus labores presidenciales. Su retirada del acuerdo nuclear, el único logro diplomático de la región en décadas, fue motivado por una convicción errónea de que el acuerdo alcanzado por su predecesor, Barack Obama, era profundamente defectuoso y que solo él, el principal negociador, podía producir un mejor resultado.

Al realizar esta movida ignoró la capacidad del régimen iraní para absorber la presión. Tampoco comprendió que Irán se pone a la ofensiva cuando siente la necesidad de defenderse. Su apetito por el riesgo es mayor que el de sus vecinos. Y los representantes que puede usar, desde Yemen hasta Irak, Siria y Líbano, brindan un apalancamiento que los estados del Golfo no pueden igualar.

De hecho, el ataque a las instalaciones petroleras sauditas no sólo ha expuesto la vulnerabilidad de la infraestructura petrolera saudita. Ha destacado el desastroso fracaso de la campaña militar de cuatro años de Riad en Yemen, que tenía el objetivo de aplastar a los rebeldes hutíes que podrían estar detrás del último ataque.

Algunos en la administración estadounidense, incluyendo a John Bolton, el asesor de seguridad nacional recientemente despedido, podrían haber tenido en mente una meta final: la presión podría haber destruido al régimen iraní desde adentro o conducir a una campaña militar que hubiera tenido el mismo resultado. Ése nunca habría sido un resultado realista. Además, Trump no estaba de acuerdo con el plan, prefirió amenazar la guerra pero no iniciarla. Su suposición ha sido que Irán se retirará y aceptará las negociaciones bajo los propios términos de la administración Trump.

La reacción de Irán ha sido obtener la mayor influencia posible, demostrar que no puede ser intimidado y asegurarse de que si vuelve a la mesa de negociaciones no será bajo los términos de Trump. Esa perspectiva parecía más probable en las últimas semanas, cuando Francia estaba liderando los esfuerzos para que las partes volvieran a la mesa.

Ya sea por diseño o por accidente, Irán ahora se ha excedido. El ataque ha sido tan grave que EEUU y Arabia Saudita no se han apresurado a responder. Una represalia militar podría venir en cualquier momento, pero también expondría a Arabia Saudita a más ataques.

Un conflicto incontrolable del Medio Oriente es lo último que está buscando Trump conforme se acerca su campaña de reelección. No es un estudiante de historia o un hombre de detalles, y por eso está descubriendo por las malas que es más fácil iniciar una crisis en el Medio Oriente que controlarla, y mucho menos ponerle fin.

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