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17 de septiembre de 2019 a las 05:01

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Abrazo simbólico entre candidatos permite soñar con nuevos tiempos por venir.

El abrazo entre el candidato del Partido Nacional (PN) Luis Lacalle Pou y del Frente Amplio (FA) Daniel Martínez en la ciudad de Cardona el fin de semana marca el talante de un estilo de confrontación electoral inédito en el continente americano y en la historia reciente de nuestro país.

Lo curioso es que lo que debería ser obvio y natural llame la atención. No debería ser inspiración para tapa de un diario que dos candidatos que disputan la presidencia de la República se saluden e intercambien bromas y comentarios rodeados de seguidores sin que nadie silbe o insulte. Sin embargo, lo es. 

Imaginar un episodio similar en la última campaña de Brasil entre Jair Bolsonaro y Fernando Haddad es un insulto a la imaginación. Justamente en el transcurso de esa campaña el actual presidente resultó apuñalado en el abdomen por un opositor durante un mitin callejero. O en Argentina el solo hecho proyectar un cruce entre Alberto Fernández y sus peronistas con Mauricio Macri y sus militantes activa imágenes de luchas entre barras bravas, que se agredirían sin piedad, arrasando todo a su paso.

Pensar también en el volumen y cantidad de improperios contra Hillary Clinton que partieron de la boca del verborrágico multimillonario Donald Trump en la campaña de 2016 en Estados Unidos sirve para ubicar el positivo significado del abrazo de Cardona entre el candidato del oficialismo y quien hoy estaría disputándole la presidencia de la República en un balotaje. 
El abrazo de Cardona abre un par de escenarios impensados para el Uruguay que se viene. Los viejos liderazgos del Frente Amplio que nunca apostaron a unir políticamente al país, comienzan su retirada y es notorio que ha decrecido su peso en la interna del FA. 

La llegada de una nueva jefatura con un talante menos confrontativo como el de Martínez abre un compás de esperanza de que si llega a lograr manejar a la izquierda tal vez pueda alcanzar acuerdos en temas nacionales con la oposición. 

A esta altura Martínez sabe que si llega a ganar va a gobernar en minoría absoluta y que va a necesitar de mucha paciencia para sentar en una mesa a quien durante décadas el FA demonizó y acusó de todos los males que le ocurrieron al Uruguay, cuando cualquiera con dos dedos de frente sabe que Uruguay no se fundó en 2004. 

Para Lacalle Pou también es positivo el balance del abrazo. El candidato nacionalista viene cultivando un perfil de puentes abiertos con todos los partidos e incluso ha reiterado en no tener problema de llamar para los puestos técnicos a los mejores no importa de qué partido sean. Esa construcción negociadora parece ser la óptima y necesaria para los tiempos de gobierno que se avecinan para el Uruguay.

Finalmente, es entre el “vamo’ arriba” de Martínez y la onda positiva de Lacalle Pou que parece fluir una campaña mucho más limpia de la que auguraban los analistas. Probablemente sea una señal de la madurez de nuestra democracia y de la confianza en el sistema de partidos, que pueden rotar o no en el poder pero sin que nadie dude de su apego por la sagrada democracia.

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