Espectáculos y Cultura > Balance de fin de año

El año en que la cultura uruguaya le puso el cuerpo al covid: los hitos del año pandémico

En el año en que más los necesitamos el cine, la música, el teatro, la literatura y las artes visuales respondieron; estos fueron los grandes acontecimientos culturales del año
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27 de diciembre de 2020 a las 05:00

En agosto de este año, en estas mismas páginas y durante una entrevista sobre su última obra, el dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón dijo más o menos lo siguiente: que el arte no sirve para nada, pero que allí radica su utilidad y que, de alguna manera, eso hace que termine mejorando la vida de los individuos. Que nos permite salir de un bucle temporal basado en una ecuación circular de levantarse-comer-trabajar-dormir. Y vaya si esas palabras tienen sentido este año.

Durante los meses en que parafraseamos a Charly García hasta el cansancio –yendo de la cama al living– y nuestros cerebros se refritaron en el aceite quemado de la pandemia y sus derivados, el arte y la cultura lograron despegarnos de un loop que nos podría haber sumido en depresiones hondas e irreversibles. Porque incluso en este país, donde durante buena parte del año las condiciones de vida fueron relativamente normales, podemos decir que la cultura nos rescató.

Pero no lo hizo sin sufrir. El 2020 fue tétrico para los teatros, los cines, las salas de música, las industrias creativas, y todos debieron ponerle el cuerpo, el hombro y el alma a una situación que de pique iba a dar pérdidas crónicas. Económicas, emocionales y humanas. Pero que en algún sentido, y en la medida de lo posible, lograron llenarnos el corazón y acompañarnos en algunos de los momentos más tormentosos.

Así que sí: fue un año difícil. Nefasto. Pero tuvimos suerte: en Uruguay, y como si se tratara de una resistencia ante el dolor, el arte estuvo en ebullición. La industria audiovisual bancó, escuchamos discos increíbles, leímos casi que como nunca, festejamos tres centenarios, pudimos ser testigos de puñetazos emocionales en vivo como el de Ana contra la muerte o La Tregua. En el año que más la necesitamos la cultura –hasta donde las restricciones se lo permitieron– ella apareció. Cumplió. Superó mucho más que las expectativas pandémicas.

Y esto fue lo que pasó.

Cine

El 2020 le pegó al cine mundial uno de los reveses más duros de su historia –la industria se congeló, luego colapsó bajo su propio peso y ahora enfrenta graves problemas de cara al 2021–, pero el audiovisual uruguayo logró sacar la cabeza a la superficie y respirar una buena bocanada de aire fresco.

Para empezar, un puñado de películas se animaron a desafiar al miedo y los aforos restrictivos y concretaron sus estrenos en salas, como pasó con Al morir la matinée, Carmen Vidal mujer detective, La muerte de un perro o Chico Ventana también quisiera tener un submarino, entre otras. Varias de ellas, además, lograron tener pasajes exitosos por festivales del mundo, como el festival de Biarritz o el BAFICI.

En el medio, hubo espacio para la reconversión y las segundas oportunidades: Alelí, por ejemplo, estaba siendo un éxito en salas y logró acomodar el cuerpo tras el cierre de los cines al ingresar pocas semanas después al catálogo de Netflix y otros servicios de alquiler por streaming como Mowies. Por otro lado, el documental El gran viaje al país pequeño tenía planeado su estreno para el 12 de marzo y debió cancelarlo por motivos obvios, pero volvió algunos meses después a salas y tuvo una recepción estimable. Y así pasó con otros títulos.

Es posible que el 2020 haya sido, además, el año en que más cine uruguayo se vio desde casa: durante los primeros meses de la pandemia Vera TV sumó varias películas nacionales de manera gratuita a su plataforma de streaming y otras tantas se encargaron de quedar disponibles por sus propios medios. Sucedió así, entonces, que pudimos volver a ver obras como Ojos de madera –en Youtube–, Clever –en Retina Latina– o Hiroshima –para alquiler junto a otras películas de Mutante Cine en Mowies–, a las que de manera previa no se podía acceder tan facilmente.

Desde el punto de vista industrial, Uruguay se volvió una especie de oasis para los rodajes durante los meses en que la pandemia estuvo más controlada. Varias productoras locales estuvieron trabajando codo a codo en diversas producciones con empresas internacionales de contenidos como Amazon Prime Video o HBO en contenidos que se verán en años siguientes. Y el 2020 también logró cerrar con dos festivales que lograron adaptarse a la nueva normalidad y con esfuerzo y dedicación ponerle el cuerpo a una situación inédita y negativa: el Detour y el Festival Internacional de Cinemateca, que de paso tuvo el privilegio de ser la institución con las primeras salas de cine abiertas en Latinoamérica. 

Artes escénicas

La pandemia le pegó fuerte a los teatros en Uruguay, sobre todo a los independientes. Los meses posteriores al cierre en marzo fueron duros, y la situación llegó a un punto en el que se hizo insostenible económicamente. Los teatreros y los artistas se hicieron sentir y protagonizaron varias manifestaciones para evidenciar la necesidad que tenían de volver a trabajar.

La reapertura, como pasó con los cines, llegó con aforo y restricciones, pero también con grandes acontecimientos que agotaron las localidades y dejaron a un público ávido de experiencias al borde de la butaca. Ahí está, por ejemplo, el estreno oficial de Ana contra la muerte, uno de los mejores textos y puestas en escena que el dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón ha montado en su carrera y un evento que agotó entradas, removió corazones y hasta generó la publicación de un libro. O también, propiciados por la necesidad de tener pocos actores en escena, el regreso del icónico unipersonal Marx in Soho a cargo del actor César Troncoso en el Auditorio Nacional del Sodre.

También, en otro registro y plegándose a las celebraciones por el centenario de Mario Benedetti, la directora Jimena Márquez montó para la Comedia Nacional Nociones básicas para la construcción de puentes, una obra que marcó la cartelera del año y que le dio un reverso más que interesante al abordaje de la figura y legado del escritor montevideano. Por otro lado, el 2020 también tuvo espacio para el reestreno de obras interrumpidas como Chacabuco, de Roberto Suárez, y una nueva producción de Sergio Blanco, Memento Mori, que estuvo en cartel hasta hace algunas semanas.

Sin embargo, es posible que uno de los más grandes acontecimientos culturales del año haya sido La Tregua, el espectáculo con el que el director del Ballet Nacional del Sodre Igor Yebra plegó a la institución a la celebración de los cien años de Benedetti y, a la vez, se despidió de su cargo para darle paso a María Noel Riccetto. La Tregua conjugó los talentos de Yebra con la dramaturgia de Calderón, la música de Luciano Supervielle y la coreografía de Marina Sánchez en un espectáculo total que cerró el año con bocas abiertas, tapabocas y ovaciones de varios minutos.

Artes visuales

Las artes visuales abrieron el año pisando firme: el 20 de febrero se inauguró, por primera vez en la historia, una antología individual de Petrona Viera en el Museo Nacional de Artes Visuales. El hacer insondable reunió más de 120 trabajos de una de las artistas más importantes del siglo XX e incluyó retratos, paisajes y naturalezas muertas en varias de las técnicas de las que se sirvió la autora –óleos, dibujos, pasteles, grabados y acuarelas–, sumado a la instalación de vitrinas con documentos y fotografías relacionadas. Fue un trabajo de las curadoras María Eugenia Grau y Verónica Panella que debió afrontar una pausa prologada –el cierre del museo durante la cuarentena– pero que luego se reactivó y cumplió, además, con un debe que el director del museo Enrique Aguerre ha decidido empezar a saldar: que el foco se extienda sobre artistas uruguayas que han sido olvidadas anteriormente y que merecen un destaque total.

Por el mismo camino iba la retrospectiva de la obra de Amalia Nieto en el mismo museo, que se inauguró el pasado 3 de diciembre con previsión de ir hasta mayo del año que viene y que también llegó para saldar su deuda con otra de las grandes exponentes de la pintura uruguaya del siglo XX. Por el momento el museo debió cerar a causa de la pandemia, al menos hasta el 10 de enero y luego hasta que los números de contagios empiecen a bajar.

Para terminar, habría que destacar también la tercera edición de Ghierra intendente, una exposición con la que Alfredo Ghierra volvió a confirmar su interés en abordar desde el arte los problemas urbanos y ciudadanos de Montevideo a partir del trabajo mancomunado de varios artistas en colectivo. Fue en el Espacio de Arte Contemporáneo y marcó otro punto alto de un 2020 en el que las artes visuales también dejaron su huella.

Música

El 2020 iba a ser el año de la vuelta de Jaime Roos a los escenarios. Las fechas estaban marcadas en el calendario, la sala del Auditorio Nacional del Sodre estaba reservada y la expectativa andaba por las nubes. Al final el ciclo de presentaciones no se pudo concretar –se pasó para abril del año que viene en el Teatro de Verano– y dejó un vacío en los seguidores de la música. ¿Un vacío? Bueno, en realidad, desde que el 9 de julio volvieron los conciertos y los toques, podríamos decir que no.

Aún a pesar de las dificultades, varios fueron los músicos y artistas que lograron llevar su música –en muchos casos, nueva– a los escenarios. Buenos Muchachos fue la primera banda en presentarse en vivo en la Trastienda, pero al grupo de Pedro Dalton lo siguió Trotsky Vengarán, Lucía Ferreira, Fernando Cabrera, los shows de Suena Uruguay con Luciano Supervielle, Alfonsina y Florencia Núñez, Arquero, La Teja Pride y S.A.Q; Francis Andreu, los shows de El club del Rap, Leo Masliah, Alejandro Balbis, Spuntone y Mendaro, Nacho Obes, Christian Cary, Hugo Fattoruso, Martín Rivero, Pa'ntrar en calor, Mandrake y los Druidas, Eli Almic, Pecho e'fierro, Eté y los problems, Wild Gurí, Los Traidores, Rey Toro, Los Prolijos, Luciana Mocchi, Papina de Palma, Tabaré Cardozo, Niña Lobo, entre otros.

Fue también el año en el que la murga Contrafarsa festejó los 20 años de uno de sus espectáculos más icónicos, El tren de los sueños, con el que ganaron el primer premio en el concurso oficial de Carnaval en 2000, con nueve funciones agotadas en el Auditorio Adela Reta del Sodre. 

Además, fue un año de mucha música nueva –por citar solo algunos discos del 2020: Los sueños de los otros de Mariano Gallardo, Porque todas las quiero cantar de Florencia Núñez, Mudar de Eté y los Problems, Canciones de amor para el fin del mundo de Franny Glass, Vendrás a verte morir de Buenos Muchachos, Días así de Eli Almic, La vida real de Inés Errandonea– y mucha música no tan nueva que, sin embargo, se reeditó y se pudo volver a disfrutar como nunca –Los archivos inéditos de Alfredo Zitarrosa, Presentación de Jorge Galemire, Nieblas & Neblinas de Eduardo Darnauchans, El viento en la cara de Fernando Cabrera, la discografía de Los Traidores–.

Libros

Siempre leemos, un poco, para escapar. Y en el 2020 eso pasó un poco más. Por suerte, las letras uruguayas acompañaron con una temporada de publicaciones nacionales particularmente prolífica que tuvo de todo y para todos.

En primer lugar, varios autores ya establecidos volvieron a la publicación: Daniel Mella lo hizo con Visiones para Emma, Fernanda Trías con Mugre Rosa, Mercedes Rosende con Historias de mujeres feas, Cristina Peri Rossi con La insumisa, Federico Ivanier con Nunca digas tu nombre, Diego Recoba con Sobredosis, entre otros. Para Trías y Rosende, además, fue un año de internacionalización definitiva: la primera fue incluida en listas de, por ejemplo, el New York Times, y la segunda en las preferencias de The Guardian. En cuanto a los galardones nacionales, el Premio Nacional de Literatura de narrativa fue para Mil de fiebre (2018), de Juan Andrés Ferreira, que este año además se metió en el Mapa de Lenguas del sello Literatura Random House y gracias a ello logró publicarse en todos los países hispanohablantes donde la editorial está presente.

También fue un año en el que otros escritores incipientes abandonaron su carácter de promesa en novelas destacadas para convertirse en una realidad, como los casos de Gonzalo Baz con Los pasajes comunes y Rafaela Lahore con Debimos ser felices. Y vale destacar la iniciativa de Fin de siglo con Cuentos de la peste, una cadena de relatos pandémicos a cargo de una colección de firmas nacionales. 

A pesar de las dificultades, para las pequeñas editoriales independientes también fue un año de expansión. Pez en el hielo publicó al menos cuatro libros nuevos y elevó todavía más su propuesta editorial, Alter Ediciones, Fardo, Salvadora y otras editoriales nucleadas en torno al colectivo Sancocho se consolidaron e incluso hubo espacio para el nacimiento de Ediciones La Canoa, un proyecto que debutó con Sepultura, la nueva novela del premiado escritor artiguense Fabián Severo. 

Así como sucedió con la música y los discos digitalizados, para la literatura uruguaya fue un año de recuperaciones importantes. Uno de los acontecimientos del año fue la publicación, por primera vez en una edición uruguaya, de Los Cantos de Maldoror. La monumental obra del Conde de Lautreamont –del que se cumplieron 150 años de su muerte– fue reunida por HUM en una edición que marcó el 2020. Criatura, en tanto, se preocupó por poner a disposición de los lectores otra reliquia casi perdida: La mujer desnuda de Armonía Somers. La novela –fundamental e imperecedera– vino acompañada además de una edición ilustrada valiosa. Y no podemos olvidarnos de los centenarios: el 2020 se consagró a los cien años de Mario Benedetti, Julio C. Da Rosa e Idea Vilariño, a la que la Biblioteca Nacional homenajeó especialmente con una selección de poemas inéditos recuperados, además de una reedición de su Poesía completa de parte de La suplicante.

En la cancha de la no ficción, mientras tanto, el bombazo de Fernando Butazzoni y Los que nunca olvidarán marcó los primeros meses –y las ventas de todo el año–, pero luego aparecieron otras grandes investigaciones periodísticas que lograron cerrar un año redondo para el género. Se destacaron, especialmente, Ángeles de la muerte de Emiliano Zecca, y más sobre fin de año Luis Almagro no pide perdón, de Martín Natalevich y Gonzalo Ferreira.

*Una versión anterior de esta nota no incluía los shows de Contrafarsa en el Auditorio Adela Reta, lo que fue una omisión involuntaria dentro de este repaso. A los lectores y a los involucrados, nuestras disculpas.

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