Camilo dos Santos

El arquitecto detrás de varios de los emprendimientos más visibles de Montevideo

Sus manos dieron forma a los locales y el mobiliario de La Tostaduría, Demorondanga, Black & Liberty y varios más

Tiempo de lectura: -'

18 de mayo de 2019 a las 05:01

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

La guarida de Jeremías Merino está detrás de un grueso portón negro en una calle tranquila del Cerrito de la Victoria al centro-norte de Montevideo. Desde la vereda, al otro lado de la reja, se escucha un traqueteo metálico.

Timbre. El metal calla, un par de pasos aplastando el pedregullo, un chirrido. Se abre la puerta y Merino –34 años, melena rizada y oscura hasta los hombros, nariz aguileña, brazos fuertes, barba recortada– invita a pasar a su refugio. Es un patio amplio con una casa bajita al fondo y un pórtico de chapa rodeado de tanto mobiliario metálico, herramientas y maquinaria que es difícil establecer el límite de dónde termina uno y empieza el otro.

Dentro hay tres espacios. Una oficina con una mesa de trabajo y una laptop cubierta de aserrín; una habitación con planos, documentos, papeles y un baño más al fondo; y un taller. De las paredes cuelgan martillos, sierras, destornilladores, pinzas, cintas, llaves, taladros y otro montón de herramientas que solo quienes trabajan con ellas saben para qué sirven o cómo se usan.

Camilo dos Santos

Ahí, siempre con disco de música country sonando de fondo, trabaja Merino. El arquitecto, diseñador de mobiliario y “hacedor” es parte de una generación que impulsó la nueva Montevideo. En esta nueva ciudad se puede, por ejemplo, tomar un café de Etiopía con un corazón de espuma dibujado sobre la taza y acompañarlo con una tostada de pan de masa madre, ricota, bondiola e higos frescos mientras que por los parlantes se escucha a una rapera de veintitantos que creció aquí y que llevará su música al Primavera Sound de Barcelona. Todo en un local amplio y luminoso que recuerda a las cafeterías más fotogénicas de Bushwick, en Brooklyn, Nueva York, y que acepta pagar con débito.  

Merino es el arquitecto, es la mirada y las manos que dieron forma a lugares que hoy son algunos de los puntos calientes de la ciudad. 
Mobiliario e iluminación para Candy Bar, Demorondanga, La rotisería, y Donut City; perchas, armarios y stands para Retroka, Black & Liberty y Damen; pizarras y otros chiches para OPB, Cantina Ceibo y Chelato. El currículum de Merino es amplio y se exhibe en locales esparcidos por toda la capital. Sus dos orgullos son La Tostaduría y Culto –las principales cafeterías de Café Nómade–, que pensó y armó desde cero con todo el equipo de Ignacio Gallo, fundador del emprendimiento, con quien viene trabajando desde el comienzo.

Por qué construimos

“Mi novia dice que mi casa ya parece un showroom, entonces todo lo que sobra viene a para acá, al taller”, explica Merino mientras acomoda un par de fierros y despeja algunas sillas en frente al escritorio. “A veces estoy deseando encontrar una baratija en algún lado para que no sea todo hecho por mí”, agrega.

Al diseñador siempre le gustaron las herramientas y hacer cosas con las manos. Se metió a estudiar arquitectura porque creía que ahí era adonde iban todos los que tenían esa inquietud. Entonces, en medio de las entregas de maquetas, encontró la forma de empezar a imaginar, dibujar y terminar fabricando mobiliario. Su padre –que trabaja en telecomunicaciones– armó un taller que le permitió experimentar al principio; el espacio en el Cerrito ahora es compartido por ambos. El primer objeto que terminó y lo dejó orgulloso fue un escritorio que todavía conserva en casa de su madre.

Con algo de timidez empezaron a aparecer los primeros clientes: amigos y familiares que conocían su trabajo y le pedían diseños. Llegó el 2016 y nació Taller Capitán, un espacio en el que Merino puede materializar todas sus ideas y en el que trata de “mantener el espíritu de hacer”. El nombre es un apodo con el que sus compañeros de polo en bicicleta lo llamaban.

El primer local que amuebló fue Candy Bar. Solía ir a comer ahí y en una de esas tantas veces los dueños le pidieron que hiciera mesas y sillas. Las recomendaciones boca a boca en un circuito pequeño como el de Montevideo hicieron el resto. Así, Merino terminó dando su pincelada a varios emprendimientos de alto perfil de la ciudad, y en los que parte de su popularidad es mérito del mobiliario o el diseño.

Camilo dos Santos

“Por suerte, mis creaciones suelen ser a raíz de pedidos. Siempre fue así, con un motivo. Y es lo que más me gusta. No disfruto haciendo objetos sin un porqué”, explica. Para sus diseños suele usar el hierro, aunque empezó con la madera. “Me gustó más lo eterno del metal, es algo que perdura para siempre y la madera suele ser más frágil”. Aprendió –sigue aprendiendo– a soldar y construir mirando tutoriales en YouTube.

Los proyectos con Café Nómade llegaron el día después que Merino alcanzó el título de arquitecto. Gallo tenía un local en Cordón y ahí había que montar una cafetería diferente a cualquier otra que hubiera en Montevideo y le encargó a Merino el diseño de todo el local y también del mobiliario.

“Con los locales vos creás una escenografía, un espacio donde le hacés creer a la gente que por un rato está en una nueva realidad.” 

El último proyecto en conjunto fue Culto, una cafetería en Ciudad Vieja que ya está abierta al público con un diseño que mezcla elegancia y decadencia, las dos grandes musas del arquitecto. 

¿Cuál es el rol que juega el diseño de mobiliario y la arquitectura en esta serie de emprendimientos montevideanos, como La Tostaduría?

Últimamente en Uruguay se puso un poco más en valor la creatividad. La gente tiene acceso a todo lo que pasa afuera a través de plataformas como Pinterest e Instagram, entonces para que vos como emprendedor puedas sobresalir con tu proyecto tenés que ser más creativo todavía. Y ahí entran a jugar la arquitectura y el diseño. Hay una mirada muy internacional acá, estamos mirando lo que hacen afuera y eso hace que se levante un poco la media.  

¿Es posible construir una identidad local con el diseño y la arquitectura mirando tanto hacia afuera?

Es muy difícil construir identidad, incluso a nivel regional. Pero hay algo que no se puede obviar y es el contexto. Culto, la nueva cafetería, está inmersa en Ciudad Vieja, entonces hagas lo que hagas seguís estando en Uruguay y creo que está bueno. Me gusta tratar de que eso no se pierda. La Tostaduría, en cambio, tiene una mirada un poco más global, un local sin demasiadas ataduras en el que me perdí un poco del regionalismo de Montevideo.

¿Cómo es su proceso creativo? ¿Primero imagina el local y luego el mobiliario o primero piensa el mobiliario y después adapta el local?

Antes que nada me gusta observar el entorno y la cotidianeidad de los locales que voy a hacer. Por ejemplo, para Culto me puse a investigar lo que había en la vuelta de Ciudad Vieja que me podía dar algo. Encontré una iglesia acá a la vuelta que tiene una cripta con arcos dorados, luces tenues y paredes escritas. Todo eso fue una gran influencia para ese local. Pero lo primero que me viene a la mente es la espacialidad del lugar. Con los locales vos creás una escenografía, un espacio donde le hacés creer a la gente que por un rato está en una nueva realidad. Entonces trato de imaginarme qué historia puedo contar ahí. Es un diálogo porque el mobiliario –que te da una escala más humana y condensa las ideas– le da una base a la arquitectura y refuerza algunas intenciones. Y la arquitectura es la que genera ese efecto envolvente.

En Uruguay pasa que cuando un recurso se pone de moda –como las luces de filamento o las sillas Eames– lo ves en todas partes. ¿Intenta escapar a esos lugares comunes?

Internet genera esto de que algunos diseños y recursos se globalizan al punto de que nadie sabe dónde nacieron ni cómo, pero los usamos igual. Es un lugar común donde sabés que no le vas a errar, donde tu local no va a quedar mal, pero no te estás diferenciando. Esto es un camino filoso porque cuando vas a hacer algo diferente capaz no te queda tan bien como el recurso seguro de moda. Yo prefiero arriesgarme a que no me quede del todo bien, tener dudas hasta el último momento, pero apostar siempre a algo distinto. 
 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.