Más de 1.000 israelíes muertos

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El ataque a Israel contado por uruguayos: del que enfrentó a los terroristas de Hamás al que pasó 14 horas encerrado 

Un uruguayo evitó que las milicias se apoderaran de su kibutz, otra sintió los disparos “como en el patio de su casa”, a otra le secuestraron una familiar de su exesposo, a otro le mataron a su vecina: así vivieron en los poblados del sur de Israel, a escasos kilómetros de la franja de Gaza
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10 de octubre de 2023 a las 05:04

La uruguaya Dafna Schneidermann llevaba tres horas encerrada en una habitación blindada, dentro de su casa, cuando empezó a escuchar tiros y gritos en árabe. Ya no eran las alarmas clásicas que la habían despertado poco después de las seis de la mañana y avisaban la caída de misiles en su kibutz Zikim, un poblado israelí a tres kilómetros de la franja de Gaza.

Unos terroristas de Hamás habían secuestrado un auto de las Fuerzas de Defensa de Israel, de una base del ejército aledaña, y, haciéndose pasar por soldados, quisieron tirar abajo el portón de entrada a esta localidad comunitaria en la que habitan decenas de sudamericanos.

Un guardia vio que esas metralletas no eran la oficiales del ejército y dio la señal de alto. Lo que siguió fueron largos minutos de disparos.

Dafna no entendía lo que pasaba: “Los balazos sonaban como si fuera en el patio de mi casa”.

Afuera, junto al portón, la autodefensa del kibutz —lugareños que tienen nociones de seguridad y asisten ante casos de emergencia— empezaron a intercambiar disparos con las milicias. Gabriel Altmark, otro uruguayo, era uno de esos guardias que evitaron que los terroristas entraran a la localidad e hicieran una masacre, como las imágenes que circulan de poblados vecinos.

A los hijos de Dafna, adolescentes, no había manera de ocultarles lo que estaba aconteciendo. Antes, cuando ellos eran chicos, las horas en la habitación de seguridad se pasaban a puro juego de caja, al “Simón dice…”, o haciendo burbujas de jabón que evitan la hiperventilación de los niños cuando están demasiado nerviosos. Pero ahora ellos mismos, sus hijos, iban recibiendo por las redes sociales los mensajes de sus amigos: estaban bajo fuego y otros terroristas querían entrar, sin éxito, por la playa que da al mar Mediterráneo.

Las Fuerzas de Defensa de Israel aún no informaron la cantidad de pobladores asesinados en los kibutzim cercanos a la franja de Gaza. Entre los más de 1.000 israelíes muertos, desde el comienzo de los ataques en la mañana del sábado hasta la noche de este lunes hora local, se estima que casi la tercera parte eran del kibutz Nir Oz y Beeri. Y estas son solo cifras preliminares: no toman en cuenta las decenas de secuestrados, de mujeres expuestas como trofeos de guerra, de niños azotados y exhibidos como rehenes.

Los puntos rojos son poblados atacados y desde donde se evacuó gente (la mayoría son kibutzim)

Por eso —y porque puede que queden terroristas escondidos— el ejército evacuó a todos los habitantes de cuatro kilómetros de distancia —o menos— de la franja de Gaza. Entre ellos a decenas de uruguayos.

A la misma hora en que el uruguayo Altmark se tiroteaba con los terroristas defendiendo su kibutz Zikim —un territorio que según la partición de Naciones Unidas es parte del Estado judío—, en otro kibutz cercano a la franja, Ein Hashloshá, las milicias del Hamás empezaban a incendiar las casas con familias adentro.

El uruguayo Ruben Friedmann, un exjugador de las juveniles de Defensor cuando todavía no se había fusionado con Sporting, estaba encerrado en el cuarto de seguridad. Sin hacer ruido. Con la radio baja para que nadie identificase que había gente habitando dentro. Desconoce si los terroristas intentaron entrar en su casa, en la que habita hace décadas con su esposa también uruguaya. Pero sabe que por allí pasaron, porque a solo 40 metros de su vivienda asesinaron a una vecina. Y unas cuadras más allá a otros tres más. Todos conocidos.

Casa quemada a escasos metros de la casa del uruguayo Ruben Friedmann

“Desde hacía unos días que veíamos que lanzaban globos incendiarios desde Gaza, pero pensamos que era una provocación como tantas otras… esta masacre nos tomó por sorpresa”. Ruben —72 años, con hijos y nietos en la zona— estuvo incomunicado varias horas. La señal se había cortado. Y lo acontecido lo fue reconstruyendo con el paso del tiempo.

Unos jóvenes que vivían en su mismo kibutz escucharon el acento en árabe de unos terroristas “armados hasta los dientes” que entraron caminando. A esa hora de la mañana del sábado no había seguridad, porque si bien la fisionomía de estas comunidades se parece a los barrios privados, tiene la particularidad de ser lugares comunitarios, de puertas abiertas, en la que incluso trabajan árabes.

Ni bien se recuperó la señal, esos jóvenes pudieron avisar por la red interna de que “algo raro estaba pasando”. E incluso dieron aviso al ejército que “demoró como tres horas en llegar y neutralizar a los 12 terroristas que se habían infiltrado”.

Ruben pasó más de 14 horas encerrado en la habitación blindada, mientras los terroristas tomaban algunas casas. “No pude ni salir a mear y eso para un hombre de 72 años es mucho…”, dice este uruguayo que no pierde el humor ni en los momentos de mayor tensión.

Recién al día siguiente los convocaron al “pasto grande” del kibutz, como se conoce una de las zonas centrales en toda arquitectura de estas aldeas comunitarias y donde se suelen reunir para las conmemoraciones, para ser trasladados en convoy del ejército hasta la ciudad balnearia de Eilat.

Uno de sus amigos, el uruguayo Daniel Weisz, quería quedarse con sus vacas. Es el encargado del tambo, uno de los establecimientos que prevalecen de la época en que en estos poblados los medios de producción eran colectivos y que daba ingresos vitales.

Uruguayos en Israel

El último conteo oficial habla de 22.000 uruguayos viviendo en Israel, muchos de los cuales integraron movimientos juveniles judíos de centro e izquierda que fueron a vivir a los kibutzim. Algunos de estos poblados fueron fundándose incluso previo al nacimiento del Estado de Israel, cuando ese territorio era de dominio británico.

Ein Hashloshá significa en español “la fuente de los tres”. El nombre da homenaje a tres fundadores de ese kibutz que combatieron (y murieron) en la guerra de Independencia. Dos de ellos eran uruguayos.

Karin Haas, otra uruguaya que vive en un poblado más al norte y hoy está en segundas nupcias con Daniel, había estado casada con un israelí. A una familiar de su exesposo “la raptaron” en el kibutz Nir Oz, ese poblado del que circulan imágenes que parecen la escena después de la barbarie.

“Fue como un pogromo…”, cuenta Karin, mientras a su lado Daniel, a quien no lo dejaron volver al tambo a ver el estado de sus vacas, se entera que a un amigo suyo, argentino, lo acaban de dar por muerto. “Es terrible…”.

La génesis de un Estado que dé cobijo a los judíos tuvo, como una de sus motivaciones, poner fin a los linchamientos que venía padeciendo el pueblo judío (pogromos) perseguido desde tiempos bíblicos. Por eso esta incursión por Hamás, adentrándose en territorio israelí y dejando a las poblaciones indefensas, “dejó a todo el mundo en shock”.

Shock fue lo que padeció durante casi un día entero otro uruguayo sesentón, quien prefirió el anonimato para “no asustar” su familia en Uruguay. Su hija, uruguaya por ley aunque nacida en Israel, estuvo desaparecida durante todo el sábado. En Kisufim, el kibutz en que ella vive con su pareja e hijos, entraron los terroristas y el poblado se quedó sin señal.  “Su esposo salió un segundo del refugio para traer algo de alimento y por la ventana vio a terroristas que vestían de negro corriendo por los caminos angostos”.

De pronto se apagó todo. No había luz, no había internet, no había posibilidad de encender el aire acondicionado en una zona en que la temperatura suele superar los 30 grados.

La hija de este uruguayo recibe ahora apoyo psicológico en un hotel del Mar Muerto, a donde fue trasladada junto a los suyos por el ejército.

El contaalmirante Daniel Hagari, vocero militar de las Fuerzas de Defensa de Israel, dijo que, de ahora en más había que “esperar lo mejor, prepararse para lo peor”.

Los uruguayos evacuados este fin de semana no saben qué peor podría sucederles. Saben que ahora son las víctimas, pero que, en unas semanas, circularán imágenes de la destrucción del otro lado del muro de Gaza y “ya nadie se acordará” de que todo empezó con estos ataques terroristas. Por “todo” no refieren al conflicto palestino-israelí y sus cientos de vericuetos, sino “a este pogromo en pleno 2023”.

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