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El día que volvió el 10: así se vivió el regreso de Maradona a Argentina

El regreso de Maradona al fútbol argentino fue una fiesta que Racing terminó amargando
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16 de septiembre de 2019 a las 05:00

El Bosque se sacudió. Este domingo, la salida de Gimnasia a la cancha tuvo puntos de comparación con aquel famoso grito de un gol del uruguayo José Batlle Perdomo, en un clásico ante Estudiantes en 1992, que provocó un pequeño sismo en la ciudad. 

El humo azul y blanco tapó el soleado cielo de la mañana en La Plata y dio un marco particular a un partido en el que el equipo que salía a la cancha no parecía el que marcha último en la Superliga argentina con un punto en seis fechas, que llevaba 216 minutos sin convertir goles y que no gana desde el mes de abril.

Allí estaba Gimnasia. Que, vaya paradoja del destino, era una “excusa” para sus hinchas porque la realidad es que fueron empujados por el poder seductor de un hombre llamado Diego Armando Maradona. 

Quedó claro que la magia intacta de Maradona y la esperanza del pueblo de Gimnasia forman una simbiosis única que no sabe de estadísticas ni racionalidad.
Con 25 mil personas en las tribunas, a nadie le importó que el Lobo esté al borde del descenso. Allí estaban todos aferrados a la esperanza. Desde temprano colgaron banderas alusivas a la vuelta del 10. “Sin Dios no hay Templo, sin Lobo no hay Bosque”, “Quien esté libre de pecados que arroje la primera piedra”, “Todos somos maradonianos”, fueron algunas de las leyendas colgadas de los tejidos.

Maradona entró a paso cansino y fue recibido bajo la canción del fallecido cantante Rodrigo entonando “La mano de Dios”.
Vestido con un uniforme deportivo gris, una gorra azul, mostró sus dificultades para caminar. Sin embargo, no fue impedimento para saludar a la hinchada que agitó desde las tribunas decenas de banderas con su rostro.

Con el puño golpeándose el pecho una y otra vez, Maradona intentó demostrar su agradecimiento. El mar rojo de reporteros gráficos, que lucían chalecos de ese color, esperaba delante del banco de suplentes. No paraban de gritarle para que se diera vuelta. Y cuando el equipo posó, el 10 sorprendió a propios y extraños al pararse como un futbolista más junto al arquero Arias.

La televisión mostraba a un viejo compañero de selección, como Claudio Paul Caniggia, acompañando desde un palco.
Cuando rompió filas empezó a buscar al DT de Racing, Eduardo “Chacho” Coudet. “Me pongo loco de felicidad. Adoro a Caniggia, que vino a ver el partido. Es mi amigo. Quiero darle un abrazo al Chacho (Coudet). Es un momento especial”, dijo Maradona y se confundieron en un abrazo.

Y arrancó el partido. Maradona besó una y otra vez el rosario que colgaba de su pecho.
Los primeros minutos los vivió tranquilo, mientras su ayudante Sebastián Méndez se mostraba más enérgico. Pero el astro no pudo con su genio y también se levantó para aplaudir una buena corrida de Lucas Licht, se lamentó por un tiro libre de Víctor Ayala muy cerca y golpeó con el puño un cartel de publicidad cuando el arquero de Racing, Gabriel Arias, le desvió un cabezazo a Leo Morales.

Hasta le habló al árbitro asistente pidiendo un fallo a favor.
Con poco, Gimnasia jugaba mejor que Racing, pero el campeón aprovechó un error de Martín Arias y se puso en ventaja para silenciar al Bosque. No obstante, más allá del 0-1, Maradona recibió una nueva ovación cuando cruzó el campo al final del primer tiempo.

El esperado grito llegó en el inicio del segundo parcial. Matías García hizo explotar al 10 con un cabezazo goleador. El técnico se abrazó con todos sus colaboradores y siguió su particular romance con los hinchas, gritando el tanto de cara a ellos.

Pero la alegría fue efímera. Dos minutos más tarde, Racing se volvió a adelantar y Diego se hundió en su banco.
El 10 puso toda la carne en el asador en procura del empate. Fue cuando mandó a la cancha al volante uruguayo Brahian Aleman. Pero fue imposible.

García tuvo el empate en el final, pero elevó su remate. Allí murieron las esperanzas de un Maradona que vivió el encuentro con intensidad, aunque sin excesos ni gestos reprochables. El juego terminó 2-1 a favor de la Academia. Diego se fue triste, pero con la ilusión intacta de levantar a su Gimnasia. 
Ahora lo espera Talleres en Córdoba. Un equipo que es sensación. Y luego será tiempo de River en El Bosque, un partido especial porque Diego es declarado fanático de Boca. La tarea es compleja. Salvarse del descenso parece ser un milagro. Maradona cuando llegó lo dejó en claro: “No soy mago”. 

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