MARTIN BERNETTI / AFP

El ejemplo chileno

Las corrientes políticas más moderadas, responsables del “milagro chileno” y de la estabilidad del país, sufrieron un duro revés en las urnas

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26 de noviembre de 2021 a las 22:08

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El resultado electoral en primera vuelta de la elección presidencial en Chile, significó un punto de inflexión con relación al influyente predicamento político de los partidos tradicionales en el poder desde el retorno a la democracia, arrastrando al país a la estela regional de incertidumbre e inestabilidad. Una fragmentación política con influencia de posiciones extremas, deviene en una polarización que pone en juego la gobernabilidad y dinamita el necesario entendimiento para recuperar el brillo que la nación trasandina tuvo en la década de los 90 y más. 

En los comicios del domingo 21, José Antonio Kast, un postulante ultraconservador y que reivindica la figura del dictador Augusto Pinochet , obtuvo el primer lugar con casi el 28% de los votos. Enfrentará en la segunda vuelta del próximo 19 de diciembre, a un candidato de izquierda, Gabriel Boric, que conquistó un poco menos del 26% de los sufragios con la idea de acabar con el modelo liberal chileno, prácticamente refundarlo desde una fuerte intervención del Estado. 

Marta Lagos, directora ejecutiva de Latinobarómetro, en una entrevista en BBC News, explicó bien el resultado electoral al decir que quedó planteada una “disputa de época”: Kast, “que pretende no cambiar nada, frente a Boric, “que pretende cambiarlo todo”.

El resultado electoral llama la atención, pues, hace un año nada más, una mayoría robusta exigió en las urnas una nueva constitución que recoja nuevos derechos, y luego se eligió una convención constituyente para la redacción de una carta magna, que deberá ser aprobada en un plebiscito. Todo ese proceso constituido desde una composición ideológica dominante que se ubica en las antípodas de Kast. 

El asombroso resultado electoral quizás se ilustra mejor con el postulante antisistema Franco Parisi que se ubicó en tercer lugar (12,8%), sin pisar suelo chileno, promocionando su candidatura por YouTube y en Facebook, desde Alabama, Estados Unidos, enfrentando problemas con la justicia en Chile por presunta estafa y no cumplir con la pensión alimenticia de dos hijos menores. 

Las corrientes políticas más moderadas, responsables del “milagro chileno” y de la estabilidad del país, sufrieron un duro revés en las urnas. Sebastián Sichel, presidenciable del oficialismo de centroderecha, se ubicó en cuarto lugar (casi 12,8%); la candidata de la centroizquierda, inmediatamente por detrás (11,6%). 

Si bien es cierto que, de cara al balotaje, los dos candidatos en competencia están obligados a limar sus ideas más extremas, la foto de la elección en primera vuelta es muy inquietante. 

Como dijo Michael Shifter, presidente del think tank Diálogo Interamericano, en The Washington Post, Chile está recogiendo la tendencia de América Latina de “desmoronamiento total” de los partidos políticos con una orientación moderada, “altos niveles de incertidumbre política y una enorme fragmentación”.

Sin negar que las urnas reflejan peculiaridades de una cultura política, así como problemáticas propias,  Chile también nos muestra que nadie está libre de caer en las garras de la sinrazón y de sufrir de amnesia sobre las prácticas del buen gobierno, reconociendo la urgencia de dar respuesta al malestar social por la desigualdad y a la desconexión ciudadana con la institucionalidad republicana.

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