Eduardo Espina

Eduardo Espina

The Sótano > Navidad

El espíritu de un día único

La Navidad activa los torbellinos de la memoria y una cantidad de vivencias asociadas a lo mejor de la condición humana
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23 de diciembre de 2019 a las 05:02

Todas las navidades son iguales, solía decir mi abuela por lado paterno, muy católica. Quizás por eso lo decía; su profunda religiosidad la hacía creer que la primera Navidad era una copia de todas las que vendrían luego. Sin embargo, su devota presunción de los hechos no es verdad. Por ejemplo, en ese entonces ella estaba viva, y también mis padres. La de ahora, la de este año y la de todos los años recientemente anteriores, es una Navidad distinta. Parecería que con el paso del tiempo el álbum de seres queridos se ha ido achicando, como si en el pesebre hubiera cada vez menos gente.

En espíritu, quizá todas las navidades sean iguales, pues lo que celebramos es inmune al paso del tiempo, y a esa eternidad de paz y esperanza siempre es bueno regresar, no solo cada 25 de diciembre, sino todos los días tal como la vida, sin decirlo, lo exige. Así pues, regresamos a un presente infinito del cual nunca hemos salido. Esa quizá sea la mejor definición de Navidad, del aura que guía estos días en que el alma celebra.

La Navidad no es una bacanal pagana, sino un momento extraordinario en que los seres de buena voluntad detienen un poco la marcha, más no sea para imaginar un mundo mejor, aunque no siempre parezca probable, pero que tampoco resulta tan imposible. La gran fiesta de la esperanza, que es también la de la fe, sirve para destacar la grandeza espiritual de la vida, la cual, precisamente, es la que nos permite continuar con el entusiasmo intacto, como si entendiéramos con meridiana claridad que solo nosotros somos quienes podemos hacer que las cosas cambien para bien. La Navidad es una época muy especial. Es una obviedad decirlo.

Por alguna razón no precisada aun en forma cuantificable por la ciencia, la Navidad activa un extraño mecanismo en la memoria, y uno recuerda navidades anteriores, como si hubieran sido ayer nomás. Anoche precisamente, horas antes de ponerme a escribir esta columna, recordé la Navidad de 1986, que la pasé en solitario en el apartamento de Amherst, Massachusetts, donde vivía.

Es un pueblo aislado donde la mayoría son estudiantes universitarios, es decir, queda vacío en los fines de semana y durante las fiestas de diciembre. Desperté la mañana del 24 y a pocos metros de la ventana de mi cuarto apareció construido un muñeco de nieve. ¿Quién lo había hecho, cuándo? Nunca pude saberlo, ni lo sabré. Por un tiempo, que llega hasta hoy mismo, llegué a pensar que lo habían hecho ángeles o arcángeles enviados para realizar esa misión.

Recuerdo que el susodicho muñeco hecho con nieve caída ese mismo día era tan grande como mi entusiasmo de entonces. Él, Gilgamesh, yo a su lado, Gulliver. No recuerdo si le puse nombre, o lo dejé anónimo, igual que los héroes de batallas en tierras extranjeras a los cuales entierran en una tumba colectiva sin nombres. Lo que recuerdo, es que estuvo durante una semana entera en el jardín de una casa donde nunca se veía a nadie. Llegué a creer, también esto, que el muñeco había sido hecho para cuidar una casa vacía, sospecha que otorgó un aura de misterio a su presencia continua. En la radio mientras tanto, sonaba 2000 Miles, de los Pretender, mi canción navideña favorita.

Horas antes de Navidad hizo su aparición en el mundo sin que nadie en el vecindario supiera la identidad de sus hacedores, y ahí estuvo, hasta mediados de enero, cuando su cuerpo comenzó a desfigurarse, como si la misma vejez que padecen los humanos lo hubiera atrapado in fraganti en su magnífica quietud. Fue triste verlo pasar del esplendor de sus mejores jornadas, a esa condición decrépita que anticipaba su fin por derretimiento, tal como ocurrió el día más pensado. Q. E. P. D.

La Navidad de 2019 no es igual a la de cuando mi abuela muy católica aún estaba viva, o a la de cuando un blanco muñeco vivió varios días a la intemperie como si estuviera en verdad, muy de veras, vivo. La de este año la voy a recordar por un hecho artístico bastante peculiar relativo a la música.

La canción All I Want For Christmas Is You fue grabada en octubre de 1994. Ese mismo año se transformó en una de las dos canciones navideñas más populares. La otra es White Christmas, de Bing Crosby. Desde su estreno, 25 años atrás, la canción cantada por Mariah Carey ha sido utilizada en infinidad de comerciales y películas, Love Actually una de ellas, la cual, por cierto, es considerada la mejor película de Navidad filmada en el siglo XXI. A pesar de la constante difusión radial y de la popularidad permanente, All I Want For Christmas Is You nunca había alcanzado la primera posición en ventas del ranking musical de mayor prestigio en el mundo, el de la revista Billboard. Hasta la semana pasada.

Así pues, quienes consideramos a las diferentes disciplinas artísticas como la gran dimensión salvífica de la condición humana, recordaremos la Navidad 2019 como la que, por un misterio que ni siquiera Carey puede explicar, All I Want For Christmas Is You llegó al número uno en ventas. Lo más cerca que había estado de la cima fue en 2018, cuando alcanzó la posición número 3. El año pasado, precisamente, tuvo 10.8 millones de trasmisiones (streaming) en Spotify en un solo día, cifra récord.

All I Want For Christmas Is You es la primera cancion navideña en 61 años en alcanzar la cima de Billboard. La última había sido The Chipmunk Song, de los Chipmunks, en 1958. Es la 19 canción de Carey en llegar al número uno, quien es la solista que más veces ha conseguido alcanzar esa posición, quedando a una canción de poder igualar la marca de los Beatles, con 20 números uno. All I Want For Christmas Is You está incluida en Merry Christmas, que es el álbum con canciones de Navidad más vendido de todos los tiempos. La canción ha generado un libro para niños, una película, un documental, y Carey, quien además de cantarla la compuso, ha ganado más de US$ 60 millones en regalías (royalties).

All I Want For Christmas Is You es un caso único en la historia de la música. Desde 1994 hasta la fecha, todos los meses de diciembre ha figurado en el top 10 de Billboard. Carey, ni los directores de la discográfica pueden creer lo que ha ocurrido este año. La cantante descendiente de venezolanos comentó: “Me hace muy feliz. No puedo creerlo. Lo logramos. Cuando uno graba un álbum navideño, este queda por el resto de la vida. Es algo que la gente puede tocar por años y años”. Para celebrar el insólito hecho, Carey ha grabado un nuevo video, accesible en YouTube desde el viernes pasado. Con música de fondo, con una canción para alegrar aún más el espíritu festivo que debería reinar en estos días, los dejo por hoy. Feliz Navidad.

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