Gaston Britos

El fenómeno Sartori, la unidad blanca y el renacimiento colorado

El Partido Nacional parece estar volviendo al tiempo del todos contra todos y el batllismo celebra

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20 de mayo de 2019 a las 15:46

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Hubo un tiempo, ayer no más en términos históricos, en el cual el Partido Nacional era sinónimo de turbulencias, de peleas internas por asuntos mayores y también minúsculos, de ajustes de cuentas en un todos contra todos que se definía en una imaginaria cuchilla. 

Esas peleas se moderaron tras la democracia con el liderazgo de Wilson Ferreira Aldunate y durante la mayor parte de la presidencia de Luis Alberto Lacalle Herrera (1990-1995), pero renacieron con crudeza en las elecciones de 1999. En esos comicios las acusaciones de corrupción de Juan Andrés Ramírez contra Lacalle conmovieron a un partido que, con la candidatura del nieto de Herrera, obtuvo una de las peores votaciones de la historia.

Desde entonces la actitud de los blancos cambió radicalmente e incluso la más leve diferencia interna era observada por los dirigentes con una exagerada alarma.

Fue así que en 2004 Jorge Larrañaga le ganó a Lacalle Herrera en una elección mansa, y en 2009 y 2014 Larrañaga aceptó ser el candidato a vicepresidente de Lacalle Herrera primero y de Luis Lacalle Pou después sellando un acuerdo partidario que dejaba poco lugar para las grietas.

Hasta que llegó Juan Sartori amenazando el predominio blanco que ostentaban casi en exclusividad Lacalle Pou y Larrañaga. Y lo hizo apareciendo de la nada, después de vivir casi toda su vida en el extranjero, sorprendiendo a diestra y siniestra con una táctica desfachatada en la que los billetes cumplen un papel importante, trepando en las encuestas hasta disputarle el segundo lugar a Larrañaga quien se veía cómodamente peleando por la candidatura blanca con Lacalle Pou. Pero, fundamentalmente, Sartori prosperó políticamente crispando los nervios de un Partido Nacional que se parece más a aquel de las peleas eternas que a ese que fue hasta no hace muchos meses.

Hubo un tiempo, ayer no más en términos históricos, en el cual el Partido Nacional era sinónimo de turbulencias, de peleas internas por asuntos mayores y también minúsculos, de ajustes de cuentas en un todos contra todos que se definía en una imaginaria cuchilla. 

Ahora los nacionalistas se debaten en un ambiente turbio en donde el multimillonario parece moverse cómodamente. Las críticas más duras a Sartori partieron fundamentalmente desde el sector Mejor País integrado por los intendentes escindidos de Larrañaga- que trataron a Sartori de “chanta”, lo llamaron “el Raúl Sendic nacionalista” y dudaron de las transparencia de sus negocios. El intendente Sergio Botana (Cerro Largo) ha dicho incluso que no lo considera a Sartori “parte del partido”.

Ofendido, Sartori amenazó con denunciar judicialmente a sus detractores, estos le respondieron con nuevas críticas, Larrañaga intentó comunicarse por teléfono con Sartori, este no le contestó,  -el empresario dio la inefable explicación de tenía la pantalla del celular roto- y Larrañaga terminó arrobándolo por twitter para pedirle públicamente que declinara sus afanes judiciales. Mientras tanto, Lacalle Pou, favorito en la carrera por la interna, se preocupaba por negar que su colectividad hubiera ingresado en un clima de hacha y tiza. Así están las comunicaciones entre los blancos.

Pero aunque Lacalle Pou y Larrañaga clamen por la unidad, ya hay un daño hecho que cualquier dirigente del Frente Amplio y del Partido Colorado festejaría. Si las cosas siguen así, sea quien sea el ganador de la interna blanca, se expone a que en octubre sus adversarios le cobren estas zozobras internas que por ahora no tienen pinta de amainar.

A los blancos no les queda mucho tiempo para evitar que la agonía de la unidad interna siga abonando el renacimiento colorado.

El riesgo es mayor si se piensa que el Partido Colorado se ha revitalizado con la experiencia del expresidente Julio María Sanguinetti y con la renovación propuesta por Ernesto Talvi. El ambiente en el coloradismo dista bastante del revoltijo blanco. Tanto que la fórmula presidencial batllista ya está resuelta –Sanguinetti -Talvi o Talvi-Sanguinetti- y solo falta saber quién la encabezará. 

Además, una reciente encuesta de la empresa Equipos reveló que si los candidatos de los partidos tradicionales en octubre fueran Sanguinetti y Lacalle Pou, el nacionalista obtendría el 25% de las preferencias y el colorado el 19%. Una diferencia que escapa al margen de error pero que tampoco es tan amplia como para que se despreocupen los blancos que aspiran a disputarle el gobierno al Frente Amplio en una segunda vuelta.

En estas circunstancias en las que, según las encuestas, el gobierno en poder de la izquierda estará en juego como nunca antes en los últimos 15 años, el Partido Nacional vuelve a mostrar aquellos vicios culpables, entre otras cosas, de que permaneciera en el llano durante la mayor parte de la historia del país.

A los blancos no les queda mucho tiempo para evitar que la agonía de la unidad interna siga abonando el renacimiento colorado.

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