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El FMI está nervioso por el riesgo de un nuevo default argentino si la oposición gana las elecciones

A pesar de la llamativa calma financiera en plena campaña electoral, el mercado toma recaudos para posibles turbulencias por el “ruido político”

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01 de julio de 2019 a las 15:30

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Algo raro está pasando en Argentina: cuando faltan menos de dos meses para que se realicen las elecciones primarias, el mercado financiero luce una tranquilidad inusual. Es algo que contradice la tradición, porque lo que suele ocurrir en situaciones pre electorales –sobre todo si los candidatos más proclives al intervencionismo económico van liderando las encuestas- es que todos los jugadores del mercado adopten posturas defensivas.

Pero en vez de verse corridas para huir del peso y refugiarse en el dólar, se ve una enésima apuesta a la “bicicleta financiera” para beneficiarse de las altas tasas de interés. Y los pequeños ahorristas no hacen cola en los bancos para dolarizar sus depósitos. Conclusión, que el dólar en vez de ser noticia por las subas ahora sale en los diarios por sus continuas caídas en la cotización.

En torno de los 44 pesos argentinos, tiene el mismo valor que en abril, luego de haber tocado los 47, y a pesar de que en ese intervalo hubo una inflación acumulada de 10%. 

Coincidiendo con esa calma, en la City porteña hay festejos por la recuperación de las acciones de empresas locales y de los bonos de deuda soberana, que venían muy castigados. En junio hubo subas de hasta 65%, medidas en dólares, y se espera un nuevo empujón para los próximos meses.

El Banco Central no tuvo necesidad de hacer intervenciones extra en el mercado cambiario para contener al dólar, y hasta se muestra dispuesto a convalidar una leve baja de tasas de interés. Por otra parte, sus operaciones en el mercado de futuros ya no son para vender posiciones –como hacía en los días más volátiles- sino para comprar.

DANIEL GARCIA / AFP

Y hasta ocurrió algo impensable: la reapertura del crédito internacional después de la tormenta financiera. Por primera vez en 14 meses, una empresa argentina, la petrolera estatal YPF, hizo una emisión de un bono. Se trata de un título por US$ 500 millones a 10 años y con una tasa de 8,75%. Es cierto que es una tasa bastante más cara que el 6,95% que había pagado hace dos años, pero no deja de ser un nivel pagable y hasta generoso para un país sobre el cual pesa la sospecha de un default inminente.

Más sugestivo aún, la emisión de YPF coincidió con la noticia de que la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos falló en contra de Argentina en una pelea judicial contra un “fondo buitre” que compró un juicio a ex accionistas de la petrolera. La decisión de la Corte implica que un juicio por US$ 3.000 millones se hará en la misma sede judicial que siete años atrás condenó a Argentina por la deuda soberana en default.

El mercado y el “riesgo candidato”

Pero claro, nadie cree que esta calma pueda durar eternamente. Es más, muchos creen que no va a pasar del 11 de agosto, fecha de las elecciones primarias. Y eso es lo que lleva a que el índice de riesgo país se mantenga en un nivel cercano a los 850 puntos, algo así como el triple del promedio de los países de la región. Y también casi el triple del nivel en el que se encontraba la propia Argentina a fines de 2017, cuando el gobierno de Mauricio Macri estaba fuerte y todavía había optimismo de una recuperación fuerte de la economía.

Hoy, el índice está parcialmente justificado por los ratios de endeudamiento externo y la acumulación de vencimientos que tiene el país. Pero, sobre todo, lo que esos 850 puntos expresan es el temor a que tras las elecciones vuelva a instaurarse una economía que congele las tarifas, que cierre el comercio, que intervenga en la actividad privada, que establezca controles al tipo de cambio y que, en definitiva, lleve a un nuevo incumplimiento de las obligaciones externas.

Los temores han sido alimentados por declaraciones ambiguas de Alberto Fernández, el candidato que encabeza la fórmula opositora junto a la ex mandataria Cristina Kirchner.

Fernández insinuó que, en caso de ganar, convocará a los acreedores para pedir un período de gracia en el que Argentina suspenderá los pagos mientras reacomoda la economía. Desde su punto de vista, eso no implicaría un default porque no se establecerían quitas de capital ni cambios en la tasa de interés.

Pero las agencias calificadoras de riesgo crediticio no opinan lo mismo y ya avisaron que, de producirse esa situación, inmediatamente le pondrían al país la etiqueta de “Selective Default”, que terminaría de cerrarle todas las puertas de financiación externo al país.

Hay informes que están circulando en la City, elaborados por consultoras de economistas influyentes, que ya le ponen cifras al riesgo político. Afirman que, en caso de que el mercado perciba como segura la victoria de la fórmula Fernández- Fernández, el índice de riesgo país saltaría a 1.400 puntos ya en agosto y treparía a 2.000 puntos en diciembre, cuando se concrete el traspaso del mando.

En ese escenario, se prevé además un desplome del peso: la cotización del dólar subiría un 60% hasta un nivel de 70%.

En cambio, si se percibiera que Macri tiene buenas chances de ser reelecto, el índice podría caer hasta un nivel de 550 puntos. Para los consultores, el nivel actual está marcando que los mercados asignan hoy una probabilidad implícita del 66 por ciento para la victoria del oficialismo.

El FMI mide los riesgos

En medio de estas especulaciones, hay un jugador que no disimula su nerviosismo: el Fondo Monetario Internacional. Lo cual es lógico, dado que Argentina es su cliente más grande, al cual le lleva prestados más de US$ 57.000 millones. 

Es por eso que el FMI envió al director del hemisferio occidental, Alejandro Werner, para que se reuniera con Alberto Fernández y tratara de entrever qué tan grande es el riesgo de que un cambio de gobierno implique un default de la deuda soberana o un repudio del acuerdo stand by que firmó Macri.

A la sede del organismo en Washington han llegado las críticas de Fernández sobre el “error garrafal” del FMI por haberle prestado dinero a Macri y ya se genera inquietud por sus advertencias sobre la necesidad de revisar a fondo el acuerdo.

En cuanto a los pagos, el año próximo no hay grandes vencimientos con el Fondo –el grueso llegará a finales del 2021-, pero sí con acreedores privados, por unos US$ 23.000 millones.

En la reunión con los enviados del organismo, Alberto Fernández les recriminó que casi todo el dinero que le prestaron a Macri terminó saliendo del país a través de la fuga de capitales, sin que la situación de la deuda se haya aliviado.

Fernández dijo que el FMI, con tal de ayudar a Macri a mantener el dólar artificialmente bajo, había violado su propio estatuto. Ese es, de hecho, uno de los argumentos centrales de la propaganda kirchnerista: que el Fondo ha sido “el principal aportante financiero” para la campaña electoral del oficialismo.

Fernández avisó que, a partir de diciembre, será imprescindible revisar el acuerdo, para hacerlo compatible con el crecimiento de la economía.

Pero no todo fueron quejas. También alejó temores en el sentido de que pueda haber un default. Y hasta se mostró abierto a analizar las reformas que quiere el FMI en las áreas fiscal, laboral y del sistema jubilatorio.

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Casi al mismo tiempo, la directora del FMI, Christine Lagarde, se reunía con el presidente Macri en Osaka, donde coincidieron por la cumbre de líderes del G20. Allí, la número uno del Fondo reiteró su apoyo al programa económico argentino, y dejó en claro que seguirá insistiendo con la necesidad de reformas estructurales.

“Reiteré el apoyo del Fondo al programa de estabilización económica de Argentina y los continuos esfuerzos de políticas para abordar las vulnerabilidades económicas, incluida la reducción de los desequilibrios fiscal y de cuenta corriente del país, y el combate decisivo de la inflación”, dijo Lagarde, quien pocos días antes había esbozado una autocrítica al señalar que había subestimado la profundidad de la crisis argentina y la persistencia de la inercia inflacionaria.

Aun así, Lagarde dio por segura la aprobación de la próxima cuota del préstamo para Argentina, luego de completada la cuarta revisión al acuerdo.

De momento, nadie se atreve a pronosticar turbulencias financieras. El Banco Central parece blindado como para hacer frente a cualquier atisbo de corrida y, para mejor, el contexto global está ayudando.

En otras palabras, Macri puede confiar en que habrá calma financiera y cambiaria hasta las elecciones. Pero quedan las dudas para “el día después”. La estabilidad actual se financia, en buena medida, con la emisión de letras, en un bola de 1,1 billones de pesos (unos US$ 25.000 millones) que muchos economistas consideran una bomba inflacionaria.

El macrismo apuesta a que, si es reelecto, la propia baja de intereses permitirá desinflar ese globo sin que haya situaciones dramáticas. Pero tratándose de Argentina, los escenarios de desastre nunca pueden descartarse, y los inversores –que en su mayoría no se animan a invertir en un horizonte más lejano que tres meses- lo tienen claro.

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