Inés Guimaráens

El futuro del trabajo: a cuántos empleos afectará la tecnología y qué está pasando en Uruguay

Estudio local muestra que en las últimas tres décadas crecieron las tareas cognitivas (sean o no rutinarias) y cayeron las manuales (sean o no rutinarias): eso explicaría que la tecnología no viene siendo el principal transformador del empleo

Tiempo de lectura: -'

07 de mayo de 2023 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Los cambios tecnológicos afectarán, en el futuro inmediato, al 23% de las ocupaciones actuales. Desaparecerán 83 millones de puestos de trabajo y nacerán otros 69 millones. Así lo estimó el Foro Económico Mundial en su informe presentado esta semana tras encuestar a compañías de 45 países.

La central única de trabajadores de Uruguay (Pitcnt) dejó en claro en el acto del 1° de mayo de esta semana que la reducción de la jornada laboral es una “nueva bandera del movimiento obrero”. Y lo justificó en el aumento de la productividad, la tendencia mundial, y la necesidad de una revisión de la normativa de ocho horas que lleva más de un siglo de vigencia.

Y esta semana, también, el sindicato de porteros local exigió que los tótem de vigilancia de edificios paguen más aportes: “En algunos casos (no abonan) nada porque no están en el país y eso quita la fuente de trabajo a un uruguayo”.

“No es casual: estas discusiones empiezan en los países desarrollados y luego las va tomando Uruguay”, dice el economista Gonzalo Zunino, uno de los pocos investigadores uruguayos abocados al análisis del impacto de la tecnología en el empleo. Pero su último estudio sobre cómo evolucionó el contenido de las ocupaciones en Uruguay en las últimas tres décadas, a cuyos resultados accedió El Observador, muestran que “la tecnología no está entre las principales causas de los cambios de las tareas locales”.

La literatura económica sostiene que la tecnología tiende a destruir puesto de trabajo en aquellas tareas más rutinarias y da origen a nuevas ocupaciones menos rutinarias. Así ocurrió en las anteriores tres revoluciones industriales y nada hace pensar —al menos bajo el paraguas de estas teorías— que en la cuarta revolución en curso el resultado sea distinto.

Pero el estudio de Zunino, investigador de Cinve, muestra que desde 1995 hasta el término de la emergencia sanitaria del covid-19, en Uruguay crecieron las tareas cognitivas (sean rutinarias o no rutinarias) y decrecieron las manuales (sean rutinarias o no rutinarias). Y eso explicaría que la tecnología, a priori, no está siendo la motivación clave de la transformación.

Eso no significa que la tecnología no influya o que Uruguay sea ajeno. El mismo estudio de Zunino y su colega Ignacio Apella comprueba que el empleo se está polarizando: desde el comienzo del milenio vienen aumentando el empleo de ocupaciones bien pagas (se supone las más calificadas y de alta productividad), hay cierta suba o al menos no caída de las muy mal pagas, mientras caen las que están a mitad de camino entre unas y otras. 

No solo eso: la presentación que el contador Bruno Gili hizo en la comisión del futuro del Parlamento, en la que coordinó al grupo de 20 expertos, menciona que la velocidad del cambio tecnológico es mucho más pronunciado y más acelerado que la dinámica humana.

La tecnología no es la única determinante, entiende Gili quien fue el único uruguayo que esta semana participó de las discusiones del Foro Económico Mundial. “Pero su avance va generando nuevas formas de relacionarse, cambios en los modelos energéticos, en el vínculo con el ambiente, en la comunicación humana, en el trabajo. Para adaptarse mejor a esas nuevas formas y desafíos, los países desarrollados se preocuparon por educar a toda su población (mejorar capital humano para hacerlo más productivo), invertir más en ciencia y tecnología, y crear acuerdos internacionales. Uruguay perdió pie en esas tres cosas”.

La radiografía del mercado juvenil uruguayo que realizó la consultora Equipos, CED y Buscojobs este año lo deja en claro. “Post pandemia, las pérdidas de empleos estuvieron particularmente concentradas en jóvenes que no tienen la educación media básica finalizada”, dice el estudio que muestra que al menos 15.000 puestos se perdieron entre los jóvenes de 18 a 24 años menos calificados.

Las ocupaciones de esos jóvenes que se perdieron tras la pandemia son, sobre todo, las elementales y los vendedores de servicios y comercios. Es decir: se destruyeron puestos para los que se requiere baja calificación.

Felipe Migues, uno de los autores del informe, explica: “La productividad es la variable clave que está en juego cuando se habla del futuro del trabajo. Uruguay tiene problemas graves de productividad y, en buena medida, eso tiene como antecedente las dificultades de que sus jóvenes alcancen estudios terciarios”.
Por ejemplo: más de seis de cada diez jóvenes desempleados en Uruguay no acabaron la enseñanza obligatoria. 

El futuro del trabajo: los hechos

“Uruguay no es tan singular y puede tomar decisiones en base a las experiencias de otros países. Pero cuando se quiere abordar el tema y pasar a la acción, Uruguay crea una comisión, para que analice una comisión, de otra comisión… todo queda en el diagnóstico o planes tibios”, dice el economista Migues.

Mientras otros países crearon agencias del futuro con decisiones tangibles, “en Uruguay se habla de proyectos como bonos de impacto que, si se llegan a concretar, son apenas un mimo para el sistema y no significan pasos sólidos”.

Refiere a que la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) cuenta entre sus objetivo con el lanzamiento de paga del Estado a cambio del cumplimiento de determinadas metas de formación y estabilidad de empleo entre los jóvenes más pobres.

El economista Edgardo Favaro, asesor de OPP, lo define como un “mecanismo para entusiasmar al sector privado para que financie la educación”. Es decir: es una modalidad de contratos de pago por resultados que enfatiza el logro de impactos cuantificables. Los inversionistas privados proveen recursos a un proveedor de servicios para realizar una intervención de política pública. Y luego esos mismos inversionistas reciben un rendimiento en función del desempeño de la intervención con respecto a la línea base que fija el Estado.

Si se mira en impacto más masivo, parte de la justificación de la llamada transformación curricular apuntaba a la incorporación de competencias fundamentales para el siglo XXI. Pero esa reforma, de llegar a buenos resultados, recién se notará un futuro lejano y quienes están saliendo del bachillerato ahora ni siquiera van a haber pasado por su efecto.

Es más: fuentes del Instituto Nacional de Evaluación Educativa dijeron a El Observador que los resultados de las últimas pruebas Aristas aplicadas en tercero de liceo y UTU, y que se hará público en un mes, evidencian un crecimiento de la inequidad en los aprendizajes de los estudiantes y una caída en capacidades socioemocionales, una de las claves en esa “caja de herramientas” que el Foro Económico Mundial entiende clave para las nuevas tareas.

En la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, se analizó que los empleos más asociados a la inteligencia artificial o el análisis financiero son las que cuentan con potencial de más rápido crecimiento, mientras que aquellas ocupaciones que impliquen una sistematización podrán ser reemplazadas más fácil antes de 2027: la contabilidad, el auxiliar administrativo o los bancarios.

En esa línea, buena parte de la discusión del Foro versó sobre que ya no hay que mirar el empleo como un todo, sino como todos los empleos cambian en las tareas que pasan a cumplir. Por eso Gili, presente en el debate en Suiza, dice a El Observador que “el primer debate es qué país queremos: ¿acaso se quiere que el 20% de la población esté en el top, se conecte con el mundo, y el resto de los uruguayos trabajen como pueden, de lo que puede, en trabajos de menor valor agregado, sin calidad de vida? Son discusiones en tiempo real sobre capacitar a los que ya están empleados, recapacitar a algunos cuyas tareas cambian al tiempo que se modifica el sistema educativo para los que vendrán”.

Al respecto, en las discusiones más nuevas entre economistas se hace énfasis que los estudios de prospectiva son muy divertidos y rimbombantes, pero carecen a veces de profundidad. El investigador uruguayo Gabriel Burdin, otro de los expertos en la materia, analizó cómo según la metodología que se adopte hay ocupaciones que corren un 10% de automatizarse o un 90%. Y la diferencia en mucha.

Por eso Burdin y sus colegas recomiendan analizar los cambios que ocurren a veces a la interna de una misma ocupación. Su colega Migues da un ejemplo: “Es probable que, con las plataformas que ya existen de inteligencia artificial, tenga poco sentido que haya un periodista dedicado a hacer notas de la cotización de las monedas, el estado del tiempo o el resultado deportivo del fin de semana (porque eso ya se puede automatizar). Pero eso no significa que el rol periodístico pierda pie: cambiará su tarea a aspectos cada vez más investigativos y analíticos”.

Pero incluso en los aspectos más investigativos y analíticos la tecnología también irrumpe. Para seguir con el ejemplo de Migues: cuando El Observador estudió los miles de chats vinculados al caso Astesiano, destinó periodistas para la comprensión de los temas, para hacerse las preguntas clave y encontrar las novedades, pero se apoyó en lenguajes de programación para obtener frecuencias, palabras clave y la estructuración del texto. En definitiva: todo texto que cumple con una estructura puede convertirse en una gran hoja de cálculo.

Eso mismo es todavía más desafiante con la generación de audio, texto o imagen que proponen las nuevas plataformas de inteligencia artificial que este 2023 se pusieron de modo.

Por estos mismos cambios vertiginosos, la actual dirección de la OPP se niega a hacer estudios de prospectiva “cuyo valor acaba al año siguiente”, dice una fuente del organismo. Y su apuesta es a proyectos como los bonos de impacto u otros incentivos, la adaptación de la legislación por sectores y la revisión de la infraestructura.

El Investigador Zunino acepta que pueda haber cuestionamientos a las metodologías y modelos de predicción, pero sus últimos estudios concluyen que para países como Uruguay "es de esperar que esta tendencia a la prevalencia cada vez mayor de las tareas cognitivas no rutinarias en detrimento de las tareas manuales rutinarias se intensifique a medida que el cambio tecnológico avance y los sectores productivos de los países en desarrollo puedan hacerlo propio y adaptarlo. (A mediano plazo) se necesitan más habilidades cognitivas para satisfacer la creciente demanda".

Diálogos sobre el futuro

Naciones Unidas viene liderando una serie de encuentros para pensar el Uruguay del futuro. El próximo 11 de mayo, en el teatro Politeama de Canelones, se discutirá sobre la economía circular y la industria 4.0.
“Los Diálogos sobre el Futuro de Uruguay tienen por objetivo alcanzar productos concretos que permitan sistematizar ideas y propuestas para atender los temas abordados en cada uno de ellos, entre los que figuran: crisis climática, producción sostenible, violencia y seguridad, salud mental, democracia paritaria y la transformación de la educación”, reza la convocatoria de Naciones Unidas.
CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.