Pros y contras del nomadismo digital latinoamericano en el mundo del trabajo

El hecho de trabajar desde las playas, los bosques o las montañas de América latina y cobrar en dólares o euros para que el salario rinda el doble, algo que parecía lo más cercano al paraíso paraíso, se tornó una posibilidad concreta.

Sin embargo, eso que para unos redundó en una mejora en calidad de vida, para otros se tornó una amenaza impensada. Es que el arribo de “nómades digitales”, como se llama a las personas que realizan ese tipo de trabajo a distancia, a ciertas ciudades abrió el debate sobre, por ejemplo, el impacto nocivo que puede tener en el acceso a la vivienda de los residentes originarios.

La polémica tomó cuerpo en la ciudad de México, donde en noviembre del 2022, decenas de ciudadanos se manifestaron bajo la consigna "Nomadismo digital es racismo estructural”, contra las decisiones gubernamentales que promovían la llegada de trabajadores remotos extranjeros y de un acuerdo firmado con la plataforma Airbnb.

El portal Nomadlist señala que Buenos Aires (Argentina), Ciudad de México y Guadalajara (México), Medellín (Colombia) y Lima (Perú) lideran la lista de las ciudades favoritas de los nómadas digitales en Latinoamérica. De las primeras quince grandes ciudades que detecta el informe, ocho son mexicanas.

Juan Carlos Zentella, director de Local and Global Ideas –un centro de investigación sobre temas territoriales, urbanos y ambientales–, dijo a la agencia DW que, sólo en la Ciudad de México, “la demanda creciente de vivienda en las colonias Roma, Condesa y Polanco, disparó los precios inmobiliarios y, como consecuencia, la expulsión de los residentes históricos de esos barrios”.

Señaló, también, que "la llegada de los ‘nómades digitales’ es un fenómeno que induce a la gentrificación –el proceso de rehabilitación urbanística y social de una zona urbana deteriorada que desplaza a los vecinos empobrecidos del barrio por otros de un nivel económico más alto– y al incremento en las rentas de aquellos propietarios que, viendo la oportunidad de tener más ingresos, no renuevan los contratos a los inquilinos originarios en búsqueda de nuevos inquilinos a través de plataformas como Airbnb, con precios que duplican o triplican el original”.

Estas plataformas se convirtieron en "catalizadoras” del aumento en las rentas, pero no son las primeras responsables del fenómeno, ya que, como argumenta el investigador, “hay políticas gubernamentales que tienen una incidencia previa”.

El analista de políticas públicas Andrés Olaya, señaló que el trabajo remoto permitió que muchos jóvenes de clase media de países ricos pasaran a ser de clase alta sólo con cambiar de país. Y aseguró que eso incide en la popularidad de las viviendas de los sectores más centrales y con mejor cobertura de servicios, porque ellos pueden pagar mejores inmuebles con sus salarios, en dólares o en euros.

Los mensajes en grupos de Facebook de estos “nómades digitales” se repiten: “Tratando de encontrar un alquiler de mes a mes en…”, “En busca de un departamento por…”, “Planificando para trabajar desde…”. Y son consecuencia de las nuevas políticas de puertas abiertas para trabajadores remotos.

Más de 40 países expiden visas especiales para los "nómades digitales” o freelancers. Brasil, Costa Rica, Panamá, Curazao, Belice, México y Colombia son algunos de los que crearon estos tipos de visado entre 2021 y 2022.

“Con los requisitos para la emisión esas visas –dijo Olaya en declaraciones a DW–, los países se curan en salud al exigir un mínimo de ingresos, y que no trabajen para una empresa local”. Lo que significa que no afecten el mercado laboral y que tengan un seguro de salud todo riesgo. “El problema radica en que no hay una forma de control para que su presencia no impacte en el mercado inmobiliario”, agregó.

Zentella, a su vez, aseguró que la gentrificación no sucede solamente por la llegada de “nómades digitales” o la expansión de Airbnb, sino que tiene mucho que ver con políticas locales.

Los “nómades digitales” consumen en negocios, cafés, tiendas y mercados. Para Zentella, eso representa “un importante derrame económico”. Y destacó que “el alquiler de viviendas o cuartos a través de Airbnb es un sustento importante para muchas familias, al mismo tiempo que el fomento del turismo significa ingresos para diversos sectores”.

De acuerdo a las cifras que maneja la plataforma Airbnb, sólo en el 2021, el gasto de los huéspedes, excluidos los ingresos de sus anfitriones, "ayudó a generar 4,5 mil millones de dólares en sueldos, salarios y otros ingresos laborales en una variedad de sectores en América latina y el Caribe”.

Claro que, tanto Zentella como Olaya, aseguraron que la opción deseable es que los Estados tuvieran una determinada provisión de vivienda social sobre la que controle los precios, como ocurre con el modelo vigente en la ciudad austríaca de Viena, por ejemplo.

Alejándose de la mirada eurocentrista, y tomando una perspectiva más cercana a las capacidades latinoamericanas, Zentella señaló que se podría limitar el número de viviendas que en cada barrio se destinan a estadías de corta duración, "para que no sean sólo para turistas y nómadas digitales”.

Coincidiendo en el análisis, Olaya dijo que “estos controles podrían aplicarse a través de la colaboración de las mismas plataformas”. Ya que, concluyó, “promover el derecho a la centralidad, y a que las personas vivan en lugares céntricos con acceso a todos los servicios es una tarea urgente de los gobiernos locales”.