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El MGAP, ¿debajo del problema?

Luis Romero Álvarez: "Ahora veo al MGAP que parece ha quedado chico para los problemas grandes y actúa como demasiado grande para los problemas chicos"
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31 de marzo de 2023 a las 05:00

Por Luis Romero Álvarez (fms.com.uy), especial para El Observador

 


Me cuesta escribir esta nota, porque quiero mucho al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y aún siento el honor de haber sido Director General de Política Agraria en el primer gobierno del presidente Julio María Sanguinetti.

En esos tiempos, el MGAP cambió al país para siempre y para bien. Bajo la destacada conducción de los ministros Roberto Vázquez Platero y luego Pedro Bonino, se empezó por erradicar la aftosa forzando la decisión de pasar de la vacuna acuosa a la oleosa, para lo cual fue necesaria una llamada del presidente Sanguinetti al presidente de Francia, François Mitterrand.

Luego se encaró el tema forestal, empezando con un Plan Maestro elaborado por la Cooperación Japonesa (JICA), siguiendo por la Ley de Promoción Forestal de 1987 (aprobada por unanimidad en el Parlamento) y terminando con un proyecto con el Banco Mundial para disponer de los fondos necesarios para pagar subsidios.

También se contrató a Norman Borlaug, Premio Nobel de la Paz por su Revolución Verde con los trigos enanos (que cambió la producción vegetal del planeta para siempre), para hacer saltar la productividad del trigo en Uruguay (que entonces era la columna vertebral de la agricultura, lo que hoy es la soja), frente a la apertura de fronteras por el inminente Mercosur, que traía el impacto potencialmente negativo de la productividad argentina, más de dos veces superior a la nuestra. Gracias a Borlaug y sus recomendaciones se creó el PPT (Programa Piloto de Trigo), que llevó la productividad uruguaya a un nivel superior a la argentina en dos años.

En 1988 llegó una severa sequía y desde el MGAP convocamos a los organismos multilaterales para hacer con el agua lo que ya se había hecho con la forestación; la respuesta recibida fue muy positiva, pero llegó el año electoral y el cambio de gobierno y esa idea se perdió.

Ahora veo al MGAP que parece ha quedado chico para los problemas grandes y actúa como demasiado grande para los problemas chicos. Y hay problemas... Uruguay tiene potencial para ser un grande en el negocio de la pesca, pero en ese rubro no ha pasado nada, al menos nada bueno.

La sanidad del país está en baja, con garrapatas por todos lados y brucelosis generando interdicciones de predios eternas por las dudas, por ejemplo.

Esta sequía devastadora que nos costará más de 3 puntos del PBI no puede ser que genere como respuesta del MGAP acciones de ínfimo calibre, como pastorear las rutas o los parques de las escuelas o crear un GACH de riego.

Lo que había que hacer era estribar en la crisis para encarar un Plan Maestro de Uso del Agua, una Ley de Promoción del Riego y un proyecto con el Banco Mundial o el BID para financiar  inversiones regionales y subsidios, igual que en la forestación.

Esto cambiaría para bien al país y para siempre, aumentando la producción, bajando riesgos y generando las reservas de agua y comida para que la próxima sequía no haga tanto daño.

Pero también hay problemas chicos donde el MGAP ha actuado de forma que no comparto.

Hace tiempo fue la llegada al país de una colección de máscaras ancestrales de pueblos originarios, destacados bienes culturales, que Barreras Sanitarias incautó y decidió su destrucción por riesgo de traer alguna plaga. El revuelo fue tan grande ante una decisión tan extremista, que la medida se cambió por aplicar un producto que eliminará el riesgo de entrada de una plaga. Si se podía hacer así, ¿por qué querer la destrucción?

Recientemente fue la requisa de un contrabando de animales silvestres. Hisopadas, las aves dieron libres de gripe aviar. De nuevo la decisión del MGAP fue matarlas a todas, por las dudas que justo esas aves que estaban sanas pudieran transmitir igual un virus no detectado y seguro presente en la población de millones de aves silvestres del país, que a nadie se le ocurre salir a matar por las dudas. De nuevo el MGAP a recular en esa extremista decisión, esta vez por intercesión del propio presidente, Luis Lacalle Pou.

Y last but not least, el decreto de obligatoriedad de castrar a todos los perros del país para enfrentar los ataques a ovejas y mordidas a personas. De nuevo en desacuerdo con este enfoque tipo “muerto el perro se acabó la rabia”. Hablando de perros, se dice que el perro mueve la cola y no la cola mueve al perro.

Aquí los problemas de ataques de perros son producidos por la cola de la población canina: animales sueltos que nadie controla ni alimenta; el grueso de la población de perros está en manos de personas que los cuidan y los quieren y reciben de ellos valiosos servicios de compañía, guardia y trabajo.

En Uruguay hay muchos perros porque a los uruguayos nos gustan mucho los perros, ¡enhorabuena!

Si con una varita mágica este decreto lograra ser exitoso, su obvio resultado sería que solo podrían tener un perro las familias ricas o las estancias grandes, porque los pocos criaderos que lograrían habilitarse superando permisos, formularios, inspecciones, impuestos, etcétera, cobrarían más de US$ 1.000 cualquier cachorro. Entretanto se le impondría a las personas una pesada restricción y, a su costo, de su derecho a tener cría de sus animales y regalarle cachorros a personas apreciadas, mientras quiero ver quién captura los perros sueltos en barrios peligrosos o en montes cercanos a basureros municipales.

Hay ,como siempre, que aplicar la ley de los grandes números: si el problema son el 20% de perros sueltos que cometen el 80% de las agresiones, hay que atacar ese 20% y no al 100% de la población porque así se pierde el foco y no se lograrán los resultados buscados. Y la solución debe contar con los recursos humanos y materiales para tener éxito en la captura, esterilización y manejo de esos animales problemáticos, a lo largo de los años.

Por todo lo anterior, espero sinceramente que el MGAP cambie el rumbo y lidere esfuerzos positivos para el país, porque si no, como decía nuestro gran pensador, Carlos Vaz Ferreira, quedará “debajo del problema”.

 

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