El exlegislador fue imputado por más de 20 delitos.

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El “modus operandi” de Penadés: promesas futboleras, el “favor al viejo” y la compra del silencio

El Tribunal de Apelaciones confirmó la prisión preventiva del exsenador nacionalista y en el escrito se reconstruyen las estrategias usadas para captar y explotar a niños y adolescentes
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23 de octubre de 2023 a las 05:00

El exsenador blanco Gustavo Penadés, hoy preso en la cárcel de Florida imputado por más de 20 delitos, habría iniciado la retribución a menores a cambio de sexo a fines de la década de 1990. Pero con el correr de los años —y el avance de la tecnología— su “modus operandi” fue sofisticándose: incluyó intermediarios, el reclutamiento a cambio de falsas competencias de fútbol, contactos por redes sociales, y dinero para comprar el silencio de niños y adolescentes vulnerables. Así lo relata la sentencia del Tribunal de Apelaciones que confirma la imputación de quien fuera el legislador más influyente del gobierno de turno.

Cuando Penadés era un joven diputado de poca monta, y su imagen no se viralizaba por las redes que todavía no existían, el político iba él mismo a la “caza” de sus víctimas. Como contó a El Observador uno de los jóvenes abusados, el entonces legislador se bajaba de su auto, entablaba un diálogo, se aprovechaba de la falta de dinero de los menores e iba ofreciéndole más plata acorde elevaba la apuesta.

"Yo no quería, me agarraba la mano y me llevaba adonde quería que yo le toque, yo decía que no pero ta, lo tenía que hacer por la plata..."

En esa especie de “coqueteo” previo al abuso, Penadés se iba asegurando dos pasos claves: que la víctima ya estuviese lo suficientemente indefensa como para no abortar la situación y que aceptase acompañarlo a un hotel (por lo general de alta rotatividad). El ingreso al recinto siempre era en auto, con el asiento de la víctima inclinado hacia atrás. Y eso lo repetiría hasta los testimonios que datan de 2023.

Con un adolescente adicto a la pasta base, a quien había conocido en el Parque Batlle “cerca de la fuente”, ni siquiera simulaba el ritual y, según cuenta otra de las víctimas, “le pagaba $ 50” y le practicaba sexo en el auto ahí mismo.

En los últimos años, en cambio, el “modus operandi” se sofisticó. Penadés ya no era quien recorría los rincones de explotación sexual de menores (la normativa internacional deja en claro que no existe el término prostitución infantil), sino que usaba a un profesor liceal para capturar a sus nuevas presas.

Sebastián Mauvezín, el docente en cuestión, se acercaba a niños o adolescentes pobres y les hacía casi siempre la misma propuesta: “¿Están interesados en jugar un campeonato de fútbol?”.

Cuando los menores aceptaban la propuesta, el “reclutador” les advertía que previamente era necesario un favor: “que salieran con Gustavo Penadés”, que él les pagaría, sin dar mayores detalles acerca del fin del “encuentro”.

El “favor” era sexo por dinero. Pero no tan rápido Penadés los pasaba a buscar por un lugar cercano a donde vivían o donde frecuentaban esos niños y adolescentes. Siempre era entre las 19 y las 20.30 horas. No descendía del auto, solo bajaba la ventana del vidrio polarizado (algunos relatos recuerdan que el vehículo era un modelo sedán), y les ofrecía algo para comer. Si estaba con hambre, le compraba una hamburguesa y un refresco cola. Hasta que los llevaba a un hotel de alta rotatividad (con el asiento del acompañante inclinado).

“En ese momento yo pensaba en la plata porque estaba mal. Quería ayudar a mi madre, porque no estaba pasando un buen momento (… ), yo tenía 14 años (…) Penadés sabía mi edad y Sebastián también (…)”, relató una de las víctimas

Dentro de la habitación del hotel, Penadés se lanzaba sobre las víctimas. Los empezaba a besar e iba dando pasos de abuso que se omiten para no herir la sensibilidad del lector.

Cuando alguno de los menores se ponía a gritar —de miedo o dolor—, o cuando le hacía frente diciendo que no quería, la respuesta del exsenador era la misma: “Si no querés, me tenés que conseguir a otro amigo”; y de esta forma iban proponiéndose uno a otro entre el grupo de amigos que se conocían del barrio y jugaban juntos al fútbol.

Más de una víctima sintió culpa por haber sometido a ese flagelo a amigos suyos a cambio que dejara de abusar de él.

En el peritaje psicológico a una de las víctimas, los expertos dijeron: “De su historia de vida se destacan pérdidas y carencias afectivas, lo que la ubica en una situación de vulnerabilidad. El afuera es vivido como amenazante y peligroso, quedando ubicado en una posición en la que cuenta con escasos recursos afrontativos y vivencias de atrapamiento. Se perciben vivencias del espectro depresivo ‘me siento mal, medio frenado, a veces me quedo muy triste pero me lo quedo para adentro, no se lo cuento a nadie más (…) tengo muchos nervios...me duermo tarde y me despierto temprano, me duermo pensando en todo, futuro y pasado’”.

Fútbol y explotación sexual

El deporte más popular de Uruguay se repite en distintas escenas del caso Penadés. Otro de los adolescentes abusados contó en la declaración anticipada:

"Estaba con otro amigo jugando a la pelota próximo al Shopping Nuevo Centro, él tenía 17 y su amigo 16 años, se arrimó un hombre bien vestido, y nos dijo si queríamos jugar un campeonato de fútbol, que había un campeonato en una iglesia, no nos dijo en cuál; si estábamos interesados y nos pasó su número de teléfono e intercambiamos el número que teníamos y nos dijo que después se iba a poner en contacto. El hombre era Sebastián Mauvezín".

Otra de las víctimas era un adolescente de 17 años, quien salía de jugar un partido de fútbol en una de las canchas de Parque Batlle. Era de noche y caminaba hacia su casa, ubicada en la avenida Rivera, cuando fue sorprendido por un auto. El vehículo se le acercó despacio y lo siguió por varias cuadras, mientras un hombre le proponía que subiera. El conductor le decía para hacerle "unos masajitos", a lo que el adolescente se negaba. El conductor era Penadés. 

"El loco se sentaba en un sofá chiquito...el cuarto desordenado...me pedía que me sentara en su falda..."

Al exsenador nacionalista le decían "el viejo". Entre los amigos que jugaban al fútbol advertían que hay que decirlo que "no al viejo", que hay que "denunciar al viejo".

Pero el viejo recién fue denunciado cuando Romina Celeste Pappaso —quien no se conocía con los adolescentes del fútbol— se animó a hacer pública la denuncia. Y entonces el "modus operandi" de Penadés empezó a develarse.

 

*Aclaración: la versión original de esta nota se refería, tal como menciona la sentencia del Tribunal de Apelaciones, a un caso donde la víctima tenía 9 años. Fuentes del caso dijeron a El Observador que eso es un error en la sentencia del tribunal y que ese caso no forma parte de los delitos imputados porque prescribió y porque Penadés era un adolescente en ese entonces. A los lectores y a los involucrados las disculpas del caso. 

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