AFP

El papa duramente criticado por su postura frente a Ucrania

Los dichos de Francisco no han caído nada bien en Occidente, donde algunos hasta lo acusan de “defender a Putin”

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06 de mayo de 2022 a las 05:00

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Al papa Francisco le ha llovido sobre mojado últimamente. Pese a ser uno de los pontífices más políticos en la historia de la Iglesia, no era mucho lo que hasta ahora había expresado sobre el conflicto que remece a Europa: la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. 

A dos meses de la invasión, Bergoglio casi ni había nombrado a Rusia, mucho menos a Vladimir Putin, lo que le había valido algunas críticas; pero en todo caso, más bien tímidas. Ahora que se ha explayado sobre el asunto en una extensa entrevista con Il Corriere della Sera, ha quedado claro que si bien el papa condena la guerra y la considera un acto de “brutalidad”, no se cree a pie juntillas la narrativa de Occidente. Y demás está decir que esto a muchos no les ha gustado nada.

Algunos grandes medios, como The New York Times y The Washington Post, simplemente optaron por obviar las declaraciones más fuertes del obispo de Roma, o enterrarlas a medio texto. Otros, prefirieron seleccionar aquellas más críticas de Rusia, en un largo reportaje donde había para elegir. Pero otros estaban particularmente enojados: el presentador de la CNN en español Fernando del Rincón se desmelenaba el miércoles en su programa Conclusiones: las declaraciones del papa, dijo, “son francamente ridículas”. Para Andrés Oppenheimer, fueron “decepcionantes”. Y otros, como el portal The Daily Beast, clasificaron los dichos de Francisco –tal vez ya en un exceso–, bajo el característico sello cruzado del portal, como “Teorías Conspirativas”. En el mismo medio, se lo acusa incluso directamente de “defender a Putin”.

¿Qué fue lo que dijo tan grave y cómo debe ello interpretarse?

Tal vez lo que más irritó fue que, preguntado sobre las posibles razones que llevaron a Putin a invadir Ucrania, el papa contestó que probablemente hubieran sido “los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia”. Se puede entender que la palabra “ladridos”, en un contexto de un país agredido como Ucrania y sus padecimientos, pueda resultar de algún modo ofensiva. Pero en lo sustantivo, el pontífice argentino no hizo más que constatar una realidad: que la expansión de la OTAN hasta las fronteras de Rusia fue lo que motivó a Putin a lanzar la invasión; lo cual no significa en modo alguno justificar tal acto de barbarie, ni siquiera admitirlo como remotamente válido.

También se ha puesto mucho énfasis en que aclaró que antes de ir a Kiev, debía ir a Moscú. “Primero a Moscú. Primero debo encontrarme con Putin”, expresó tajante el papa; lo que ha escandalizado a más de uno. Ya había molestado que, pocos días antes, le contestase al periodista Joaquín Morales Solá –en entrevista para La Nación– con una pregunta retórica: “¿De qué serviría que yo fuera a Kiev si la guerra continuara al día siguiente?”.

Sin embargo, estas dos frases juntas permiten adentrarse un poco más en el pensamiento del papa. Quienquiera que se haya interesado, aunque más no sea someramente, en las ideas de Bergoglio, sabrá que este es un papa con un gran sentido histórico y de sí mismo; quiero decir, del papel que como sumo pontífice –él entiende– le toca jugar. Quiere hablar con Putin porque sabe que es el que puede detener la guerra. 

Viene a la memoria la intervención del papa León I, que en 452 fue al encuentro de Atila a orillas del Río Mincio, cuando este estaba a punto de invadir Roma y tomarla. Allí hablaron un rato. Nadie sabe lo que se dijeron; pero tras aquella conversación, el rey de los hunos decidió no marchar hacia la gran ciudad y, en cambio, emprender la retirada.

Esto explica la respuesta de Francisco a Morales Solá. El papa León I no fue a consolar almas a una Roma desprotegida y a punto de caer en manos de los bárbaros; fue a hablar con el jefe de los bárbaros. Se entiende perfectamente la idea de Bergoglio: si en alguna parte su presencia puede ser más útil, es definitivamente en Moscú.

Luego dijo que no estaba seguro que fuera una buena idea enviar armas a Ucrania como están haciendo los países occidentales. Esto también molestó a muchos; lo cual no deja de sorprender: supongo que no esperarían que el papa, que se ha pasado todo su pontificado hablando en contra de las armas, de la industria armamentística y de la guerra, les fuera a bendecir los misiles Javelin, los lanzacohetes y los tanques a Ucrania.

Por si acaso, aclaremos que Bergoglio ha cometido serios errores políticos como pontífice, algunos por acción y otros por omisión; en todo caso, no son pocos. 

Por mencionar solo el más reciente, cuando le escribió en una carta al conductor de C5N Gustavo ‘El Gato’ Sylvestre que a los periodistas nos gusta practicar la “coprofilia”, definida por la literatura psiquiátrica y el psicoanálisis como el fetiche sexual que se encuentra en comer, oler, saborear y jugar con la materia fecal humana. Fíjese qué bonito. 

Sin embargo, en este caso particular de Ucrania, nada de lo que dijo el papa me parece reprobable.

Por lo demás, condenó sin tapujos la invasión y reiteró que está dispuesto a hacer todo con tal de parar la guerra. “Todo”. No parece poca cosa.

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