Diego Battiste

El pastor rockero que está al frente de la oficina que apoya a liberados

Gustavo Silveyra es el sucesor de Jaime Saavedra al frente de la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado, y contó que planifica reforzar el programa de pasantías y extender el cupo para albergues transitorios

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01 de junio de 2020 a las 05:00

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En el principio era "sexo, droga y rock and roll". Gustavo Silveyra –guitarrista de rock antes que otra cosa pero también pastor evangélico, empresario, diseñador gráfico y militante político– estaba tomando mate. Atendió el celular una tarde de mediados de abril. Sabía que había una posibilidad de asumir una responsabilidad en el gobierno, pero no que fuera esta y en este momento. Jorge Larrañaga lo citó enseguida y en el Ministerio del Interior le dijo que Jaime Saavedra había renunciado a su cargo como director de la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado (Dinali), y que él –además de ser militante de Alianza Nacional– tenía el perfil adecuado para el puesto. 

Su vida, o los mojones más importantes de sus 43 años, están enumerados en la fan page de Facebook que tiene desde 2012, y en donde figura una foto suya que lo muestra como él quiere reflejarse: en un escenario, mirando al frente, sus lentes negros, su guitarra Gibson Les Paul, actitud rockera.

Hoy es líder de dos grupos: uno político, llamado Movimiento de Acción Social –que integra el sector de Larrañaga–, y otro musical que lleva de nombre Los Profetas Eléctricos –que próximamente sacará un disco–, y que es la culminación de una larga carrera como músico que se inició a los seis años, cuando "peludeaba" frente al espejo de su cuarto con una escoba como guitarra.

Con la finalidad de estar disponible para "todos los que quieran estar comunicados" con él, en su página de Facebook cuenta que vive en Buceo –dice incluso su dirección–, que está casado con Cecilia Márquez –cantante y compositora de rock cristiano, y con quien grabó una canción y subieron a las redes en Semana Santa–, que es pastor de una iglesia evangélica –"pastoreo la iglesia Misión Urbana"– y que es padre de dos niños de cinco y siete años, Dino y Celeste.

No informa, sin embargo, que tiene una empresa de diseño web y analógico, pero sí cuenta que su objetivo es ayudar "a recuperar personas de las drogas y otras problemáticas" y, aunque no lo explicita, es de allí de donde viene. "Vengo de haber estado un tiempo en la calle, en las drogas, de haber pasado por toda esa experiencia y haberla superado", dice desde su despacho en la sede de la Dinali, en la calle Sitio Grande, barrio de Bella Vista. 

Cuando dice "en la calle", quiere decir "la vida de cualquier joven que comienza a transitar por experiencias buscando su identidad" y que abre un camino que a él le mostró su destino, pero desde desde el otro lado del mostrador.

Fue un viaje a Mercedes, Soriano –en donde su bisabuela materna llegó a hospedar a las tropas de Aparicio Saravia a principios de siglo– lo que lo inició en el trillo en el que se encuentra hoy, con varios kilómetros recorridos. Era la década del 90', Silveyra estaba en sus 20, y su hermano lo llevó a una iglesia que entonces se llamaba Ondas de Amor y de Paz y que luego se nominó Misión Vida. Llegó como "un ateo más que no creía en nada", pero ese día recibió un "mensaje" que le gustó: "Ahí conocí el evangelio", dice.

Y dejó las drogas.

"No me costó mucho: creo que es algo que depende de las motivaciones que uno tiene para dar vuelta la página. Es algo que vemos en la Dinali: cuando a los liberados les das una posibilidad laboral, una contención o se sienten arropados, reciben estímulo y cariño, salen adelante".

Fue ahí donde conoció a quien sería su esposa unos años después, a su futuro suegro, el pastor Jorge Márquez, y a algunos de sus compañeros de ruta de la política, como el hoy diputado Álvaro Dastugue, y el ex precandidato a presidente Carlos Iafigliola.

Diego Battiste

El pastor Márquez se limita a unas pocas palabras para definir a su yerno: "Una excelente persona, un querido amigo, padre de familia, con un corazón sensible para atender a gente en situación de quebranto o fragilidad social". Y ya confía: "Creo que va a desempeñarse muy bien en la nueva función".

Dastugue cuenta que tiene "mil anécdotas" compartidas, pero a la hora de elegir una recuerda una madrugada de hace alrededor de 15 años. "Hicimos un viaje al interior, a Tacuarembó o a Durazno para detectar personas que requirieran ayuda", rememora.

Fueron a un recital y luego, sentados al cordón de una plaza, se quedaron hablando con un grupo de jóvenes que confesaron ser adictos a la droga. "Creo que eran las dos de la mañana, yo me estaba muriendo de sueño, desesperado por irme a acostar, y él seguía charlando. Yo le decía que nos fuéramos, que no daba más, y él decía: 'Pará, pará'".

Quería seguir conversando.

"Y esa es una de sus características: le gusta charlar y conocer gente".

Silveyra recuerda de esa época la aparición de la pasta base en el consumo de muchos jóvenes y que empezaban a surgir "un montón de solicitudes de ayuda a esa problemática", que dieron lugar, a su vez, al nacimiento de centros de recuperación, como lo fueron los Hogares Beraca, gestionados por Misión Vida, en cuya organización participó en forma protagónica, porque vivió y coordinó uno de los centros durante ocho años.

¿Será lo religioso una herramienta para ayudar a los liberados? Silveyra responde con claridad. "Estamos en un organismo estatal, por lo que no vamos a mezclar. Si alguien me viene a pedir a mí alguna ayuda espiritual, en lo personal se lo voy a dar, pero la Dinali no es una iglesia y no vamos a ir por ese camino”.

Creatividad, pasantías y más albergues

La charla que tuvo con Larrañaga la resume con una concisa enumeración de objetivos y condiciones. "La dirección tiene una finalidad muy importante: hay que rehabilitar, hay que trabajar duro en esto, el presupuesto es poco, hay que usar mucho la creatividad y tratar de no limitarnos a los recursos que el Estado nos da sino a poder gestionar nosotros". 

Los recursos son escasos. Para el año pasado, por ejemplo, la Dinali contó con US$ 370.000, US$ 10.000 más que lo que costó la fiesta con la que Ancap inauguró la planta desulfurizadora en 2013.

Pero a Silveyra por ahora eso lo tiene sin cuidado, porque planifica centralizar su gestión en objetivos que no implican mayores gastos de recursos y parte de dos premisas comprobadas. Una es que "reinciden menos del 10% de las personas que han realizado pasantías con la Dinali en estos dos años que lleva el programa de experiencia, que son una 590 personas". Los convenios que tiene hoy la institución son con OSE, con municipios de Montevideo, donde los pasantes hacen servicios de barrios y recolección de residuos o reparaciones y con empresas privadas, con las que quiere seguir expandiendo las pasantías.

La otra premisa es que "el 60% o un poco más" de los cerca de 600 personas que salen de las cárceles todos los meses están en situación de calle, "lo que obviamente es un caldo de cultivo para el consumo de drogas y la reincidencia"

Por lo que otra de las metas es tratar de generar "más oportunidades de vivienda para los liberados" y, con eso en mente, la Dinali ya cuenta con un predio en el barrio de Manga en donde se proyecta la construcción de una cooperativa de viviendas. "Estamos en la etapa de golpear puertas", dice Silveyra, y agrega que también está en conversaciones con el Mides para dentro de los hogares de esa cartera se incluyan cupos para la Dinali. "En nuestro albergue –la Posada del Camino–, la estadía es transitoria, no pueden quedarse más de 120 días", dice.

Luego se para y, con el termo debajo del brazo, recorre las instalaciones de la sede, que actualmente está en reforma. Muestra orgulloso un estudio de radio que espera dejar pronto este año, el trabajo que hace una cuadrilla de liberados en la obra, y reflexiona en voz alta: "Este es un lugar muy artesanal, en donde hay que meter mucha cabeza y amor, porque si la persona que se comió una cana no percibe que hay una parte de la sociedad que quiebra una lanza por él y está dispuesta a hacer cosas, no cambia nada".

Mismo camino
Jaime Saavedra, hombre de confianza del exministro Eduardo Bonomi, dijo a El Observador que renunció porque se cumplió "un ciclo", pese a que en un principio había aceptado la propuesta de Larrañaga de seguir al frente de la Dinali.

No conoce "personalmente" a Gustavo Silveyra, pero destacó la "reunión muy agradable" que tuvo con su sucesor y contó además que intercambiaron números de celulares "por cualquier duda que pueda surgir".

Silveyra dice que "seguro hay que seguir" lo construido por Saavedra. "Estuvo muy bien y celebro toda la obra que ha hecho la Dinali y la mentalidad de no solo rehabilitar sino también de incluir en lo cultura, social y en la interacción con la sociedad".
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