El pluralismo y sus límites

Pese a las críticas políticas y académicas, el gobierno no se movió de su plan inicial. Siguió adelante con la estrategia de mover rápidamente diferentes dimensiones del statu quo mediante el instrumento constitucional de la “urgente consideración”. Sin embargo, y también en este caso siendo fiel a su estrategia, viene mostrando estar dispuesto a aceptar modificaciones importantes en el articulado de la LUC. Varios jerarcas, en estos días, han aceptado críticas de representantes de la oposición. La comisión de quince senadores que está analizando artículo por artículo el proyecto enviado, al menos en algunos momentos, funciona como un ámbito de deliberación, es decir, como espacio genuino de elaboración y reflexión. Desde luego, en esa comisión hay lugar también para reproches y facturas. Pero, además, hay gente pensando. Algunos legisladores proponen mejoras. Algunos jerarcas las aceptan. A pesar del estricto constreñimiento impuesto por los plazos constitucionales, en menor medida de lo deseable al menos para quien firma esta página, el viejo alambique del pluralismo uruguayo sigue funcionando. Muchas cabezas piensan mejor que una. La discusión entre personas inteligentes, aunque pertenezcan a tradiciones políticas y bloques electorales diferentes, generalmente mejora el producto.

La siempre delicada cuestión de cómo gestionar la diversidad asoma, asimismo, dentro de la coalición. Y lo hace, por momentos, de forma estruendosa. La coalición multicolor, que nació de cinco, que funciona de hecho con cuatro (el Partido de la Gente de Edgardo Novick parece estar teniendo una participación mínima), tiene un socio que, sistemáticamente, toma distancia del resto. No es el Partido Colorado. No es Ernesto Talvi. El ex candidato a la presidencia por los colorados da muestras de sentirse cómodo integrando el gabinete, trabajando codo a codo con su ex rival, el presidente electo. No es, tampoco, Julio María Sanguinetti. Durante años hubo dudas, en filas del nacionalismo, respecto a si el presidente sería o no un socio confiable, dados algunos antecedentes (en particular, el temprano alejamiento del Foro Batllista de la coalición “a la europea” que lideró Luis Alberto Lacalle).

Sin embargo, los batllistas cooperan con los nacionalistas sin vacilaciones. No es, tampoco, el Partido Independiente. Pablo Mieres también da muestras de haberse integrado sin problemas al gobierno. La política laboral está bien coordinada con las orientaciones generales del equipo económico. El que marca distancia, una y otra vez, respecto al resto de los demás socios de la coalición de gobierno es, desde luego, Cabildo Abierto.

Manini y la candidatura a la IM. Manini y las tarifas. Manini y UPM 2. Siempre Manini. O, mejor dicho, la increíble persistencia de las tradiciones políticas de Uruguay parece exigir que, de tanto en tanto, aparezca un Manini Ríos dispuesto a chocar con un presidente. Luis Lacalle Pou, acaso tomando nota de esta trayectoria familiar y seguramente conociendo la destacada gestión de Guido Manini Ríos en temas sanitarios dentro del Ejército, quiso designarlo Ministro de Salud Pública.

El líder de Cabildo Abierto se negó. Me parece evidente que perdió una gran oportunidad de liderar en el tema más importante del inicio del nuevo gobierno: el control de la pandemia covid 19.

Supongo que, como no puede ser protagonista desde el Poder Ejecutivo (aunque tenga representantes en el gabinete), está obligado a generar hechos políticos desde su banca de senador. Y parece preferir hacerlo marcando distancia respecto al Ejecutivo.

Llegados a este punto, se disparan varias preguntas. Primera: ¿hasta dónde esta estrategia le conviene desde el punto de vista de su proyecto personal? Francamente, no creo que a Manini le convenga tirar demasiado de la cuerda si quiere aumentar su apoyo entre electores de la coalición.

Segunda: esta tendencia a marcar su propio perfil, ¿le suma o le resta a la coalición en tanto bloque político? Carlos Vaz Ferreira diría “cuestión de grados”. Hasta cierto punto suma (potencia el rastrillo electoral), más allá de cierto límite resta (el bloque se desprestigia).

Tercera: ¿cómo reaccionarán los demás socios? Está claro que les disgusta la búsqueda de protagonismo del líder de Cabildo Abierto. Será muy interesante, en este sentido, observar cómo se resuelve la solicitud de levantamiento de los fueros parlamentarios presentada por Manini.

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República