Diego Battiste

El primer tiempo termina con buena nota y nuevos desafíos

Números económicos de crisis, números de opinión pública que acusan desgaste y nuevos desafíos para el presidente y su coalición amplia

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18 de septiembre de 2020 a las 22:25

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El gobierno tiene problemas; la oposición también. Eso da respiro al presidente, aunque el tiempo pasa rápido. Pero si el Frente Amplio no quedara enredado cada semana en cuestiones que le afectan internamente, el panorama para el presidente sería más adverso.

Lacalle Pou ha ganado una cuota de confianza de la gente y ha ganado tiempo, pero cuando se está rodeado de problemas económicos y sociales, y en el medio emergen complicaciones políticas, los plazos exigen velocidad y eficacia de acción política.

El Frente Amplio busca la iniciativa del debate público y ganar espacio en la ofensiva, pero como de la galera de un mago, van saliendo conejos o palomas nada simpáticas.
Las actas con confesiones de torturas que no se vieron a tiempo, en su momento, muestran a la militancia una cara de desprecio de gobierno de la época por hechos muy sensibles; reflejan una inexplicabla falta de curiosidad, como mínimo.

Las facturas de viajes a Europa de un alto jerarca de gobierno, acompañado de joven e inexperiente profesional en calidad de “asesora”, y el video de la pareja en un estadio romano, remueven remordimientos internos en la izquierda. Se sabe poco del suceso (o los sucesos), pero muchos sienten como cuando se abre una heladera y asoma olor feo; que se hace más intenso al poco rato. Se sabe poco del Tomagate, pero huele demasiado feo. Y como el personaje no es querido en el Frente, pero ha sido mano derecha del principal líder de la izquierda durante tres décadas, todo se complica.

La discusión sobre embretarse y gastar recursos en un referendum contra la LUC, y la dificultad para elegir delegados a la comisión de reforma previsional, son diferencias naturales del accionar partidario pero también enredan a la oposición.

Otros cruces de facturas por la competencia por el Palacio Municipal, son más silenciosos pero también ácidos.

Nada de eso es lapidario y le puede pasar a cualquier partido.

Ni los ocultamientos de Huidobro, ni la “falta de curiosidad” de Bayardi, ni las pillerías de Toma, ni los mandados desprolijos de Cendoya, ni las zancadillas en la pulseada capitalina, pondrán al Frente Amplio contra las cuerdas. Pero sí lo ponen en pausa, lo congelan, y le dan tiempo a Lacalle Pou.

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El presidente tiene su propia agenda de líos políticos.

El ministro Uriarte confunde el rol de un secretario de Estado, e insiste con que representa al campo, y lo dice públicamente, como si eso estuviera bien, como si no fuera un concepto peligroso de representatividad política. 

El Ministerio de Ganadería metió al gobierno en un problema con el mercado de frutas y verduras (UAM), al incluir en el Presupuesto una reforma reclamada por productores y resistida por la comuna frentista, en la que hay bastante para perder y poco o nada para ganar. El gobierno quedó expuesto como haciendo una “avivada”, un abuso de desplazamiento sin aviso. Y ante las cámaras, el presidente debió explicar si había leído o no esos artículos del Presupuesto, en un espacio que podía haber utilizado para mensajes positivos para la población

El Ministro de Transporte habló sobre posibles nuevos peajes, sin previa conversación con el presidente, lo que derivó en dimes y diretes.

En tanto, Cabildo es un socio que le mete ruido político pero vota lo que hay que votar, aunque dentro de la bancada algunos rebeldes dan señales amarillas sobre futuras complicaciones.

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El microclima de dirigencia política y periodistas sobredimensionan temas que la gente no tomarán en cuenta y las preocupaciones son empleo, ingresos, seguridad.

La economía se desplomó en el segundo trimestre, lo que los uruguayos sientieron en vivo y en directo, pero ayer viernes conocieron la magnitud de la caída. El producto cayó 9% en abril-junio, respecto al trimestre inmediato anterior, que ya había tenido una quincena de maldición gripal, y comparado con un año atrás –que fue un año mediocre, de estancamiento sin mejora- el nivel de actividad está 10,6% abajo.

El trimestre de peor resultado había sido el tercero del calamitoso año 2002, con una triple crisis financiera en cascada que produjo desesperanza y miseria. Pero había caído mucho menos, 5,9% (en la medición sin factores de estación, contra trimestre inmediato anterior).

Esa comparación permite dar dimensión al desmoronamiento productivo del otoño.

El empleo venía en deterioro desde 2014 cuando fue 60,4% en promedio (con meses arriba de 61%) y fue en baja cada año. El desempleo había trepado a 10,5% al fin del anterior gobierno.

La pobreza venía en aumento (2018 y 2019) y según la medición de CERES por cruzar datos de ingresos y carencias sociales superaba el medio millón de personas, antes del shock de la Covid-19.

El drama económico y el drama social conjugan el problema en serio. Los chisporroteos partidarios son anécdotas al lado de eso.

En tanto, las encuestas muestran que el desgaste político, el impacto económico y la batalla electoral, impactan en la imagen presidencial y baja la aprobación aunque sigue alta.

La “luna de miel” entre el presidente Lacalle Pou y los uruguayos ha estado siendo más fuerte y prolongada de lo que se creía, porque curiosamente una desgracia como la pandemia, permitió poner a prueba al jefe de Estado para ver si estaba a la altura de las circunstancias, y para una gran mayoría de la opinión pública hubo un desempeño satisfactorio.

Era previsible que una aprobación tan alta y un rechazo tan bajo no fueran sostenibles en mucho tiempo.

Dentro de ese componente de aplausos, había elogiadores puntuales que hasta se sentían incómodos poniéndole nota buena al presidente, pero que se rendían ante la realidad. Y era previsible que en un año de recesión, y en un tiempo electoral que reaviva las pasiones de colores partidarios, los que no eran del oficialismo se alejaran de la tribuna que aplaude.

Falta la prueba electoral del 27S y ver cómo queda el mapa de poder político; falta la aprobación del Presupuesto, y se viene otro tiempo político. Con más de 50% de aprobación, el presidente supera con buena nota este primer tiempo, y enfrenta nuevas pruebas, que no serán de pandemia pero igualmente dificiles.

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