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El problema de competitividad de Estados Unidos

Una danza disfuncional entre el sector empresarial y la política es la raíz de los problemas del país

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26 de diciembre de 2019 a las 15:54

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Por Rana Foroohar

Carly Fiorina, la excandidata presidencial republicana y directora ejecutiva de Hewlett-Packard, acaparó los titulares la semana pasada cuando expresó una hipocresía común en la comunidad empresarial estadounidense. Insistió en que era "vital" que el presidente Donald Trump fuera sometido a juicio político. Sin embargo, ella afirmó que no descartaría la posibilidad de votar por él, dependiendo de "a quién nominen los demócratas".

Presumiblemente se está refiriendo a la posibilidad de una candidatura de Elizabeth Warren. Entiendo por qué las personas como Fiorina son alérgicas a cualquier progresista que esté a favor de la distribución de la riqueza. Pero los empresarios que han apoyado a Trump debido a los recortes de los impuestos corporativos o las promesas de desregulación están participando en un juego de tontos.

Nicholas Kamm - AFP

También son parte de una danza disfuncional más grande entre los negocios y la política que se explora en un nuevo informe de la Escuela de Negocios Harvard sobre competitividad en EEUU. Más exactamente, el informe se enfoca en una creciente falta de competitividad, evidenciada por factores que incluyen el pesimismo sobre las perspectivas de crecimiento a mediano y largo plazo de EEUU, la división entre las fortunas de las empresas y los trabajadores, el declive de la posición fiscal y la brecha en las habilidades de los trabajadores.

El estudio, que se basa en ocho años de investigaciones y encuestas de miles de exalumnos de la Escuela de Negocios de Harvard (que representan una buena parte de los principales ejecutivos a nivel mundial) cita la disfunción política como la razón principal de la disminución de la competitividad estadounidense. La nación ha "desaprovechado" la recuperación más larga registrada al no hacer todas las cosas que personas en todo el espectro político piensan que debería hacer: invertir en infraestructura, reformar la educación, facilitarles a los inmigrantes talentosos vivir y trabajar en EEUU, entre otras medidas.

Los autores creen que la razón principal de esto es la falta de competencia en la política. Según ellos, EEUU no puede hacer nada debido a una serie de cambios, que comenzaron en la década de 1960, que hicieron que el proceso político fuera irremediablemente partidista. Alegan que a los moderados les resulta cada vez más difícil ser elegidos, a pesar de que 41 por ciento de los estadounidenses se identifican como moderados, debido a un sistema primario que favorece a los votantes más ideológicos. El estudio sugiere una serie de cambios inteligentes en el sistema, incluyendo un sistema de "votación por orden de preferencia" que garantizaría que los candidatos que ganen realmente tengan el apoyo de la mayoría de los votantes.

Pero los autores también admiten que el sector empresarial es otra razón importante para la paralización del gobierno, pues ha "financiado, perpetuado y aprovechado" la disfunción política. El sector empresarial fue parte del proceso diabólico de “gerrymandering” –la manipulación de las circunscripciones electorales– que ha llevado a la recomposición partidista de los distritos electorales. Se estima que ahora el gasto en cabildeo político en EEUU alcanzará US$ 6 mil millones por ciclo electoral (las grandes compañías tecnológicas, la Cámara de Comercio de EEUU y la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios lideran el grupo). Todo ese dinero que se invierte en la política es, por supuesto, una de las razones por las que terminamos con proyectos de ley de reforma financiera y normas tributarias con las que pocas personas están satisfechas, porque las industrias y compañías individuales crean exenciones y lagunas en las legislaciones.

Sin embargo, el sector empresarial se niega obstinadamente a aceptar que son parte del problema. Los resultados de la encuesta revelan que la mayoría de los líderes empresariales creen que las corporaciones influyen en la política de forma tal que erosionan no solo la democracia sino también la competitividad de la economía en general. Pero la mayoría niega que sus propias compañías tengan la culpa. Solo 25 por ciento de los ex alumnos de la Escuela de Negocios de Harvard encuestados creen que sus propias compañías están involucradas en el cabildeo. Apenas 8 por ciento cree que sus propias empresas han intentado contratar a ex funcionarios del gobierno.

Solo puedo suponer que estas respuestas están respaldadas por el mismo tipo de pensamiento mágico que llevó a los ejecutivos a creer que los bienes de consumo baratos compensarían el estancamiento de los salarios de la clase media, o que una cultura de reducción de costos y una obsesión a corto plazo con los informes trimestrales no produciría eventualmente un desastre en compañías desde Kraft-Heinz hasta GE y Boeing. Pero supongo que tiene sentido, puesto que Finanzas 101 en las escuelas de negocios sigue enseñando principalmente la gestión por números.

Pexels

Claramente, hay grandes problemas estructurales en el sistema político estadounidense que necesitan una solución. También puede ser cierto que deben corregirse antes de que ocurra un cambio real. Pero nada de eso puede ocultar el rechazo del sector privado a reconocer el papel que ha desempeñado en nuestro actual embrollo político. Los autores de la Escuela de Negocios de Harvard afirman que los líderes empresariales "parecen no estar plenamente conscientes de cómo sus compañías interactúan con el sistema político". No lo creo. Todos saben exactamente cómo funciona el sistema. Recibes lo que pagas.

En 2016, demasiadas personas en importantes posiciones de liderazgo pagaron para elegir a Trump. Muchas más (aunque no todas) han permanecido en silencio mientras él destruye el orden de la posguerra porque sabían que, a corto plazo, obtendrían los cambios impositivos que querían, sin mencionar una muy rentable, aunque improductiva, burbuja de activos

A cambio de eso, también tuvimos una guerra comercial, una debacle en materia de inmigración y una crisis del orden basado en reglas que sostiene el mundo corporativo estadounidense. No ha sido un buen retorno de la inversión.

La complicidad de las empresas en EEUU en el sistema actual de la política del dinero está llegando a un punto crítico. ¿Mi súplica a los líderes corporativos? No sigan a Fiorina en un intento por tenerlo todo en 2020.

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