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El sueño cumplido de María Luisa

La niña ciega que fue finalista en matemáticas y quiere ser pianista recibió un órgano
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07 de septiembre de 2017 a las 05:00
Para los niños de la escuela de tiempo completo Nº 188, y también para María Luisa Carballo, la mañana del miércoles transcurría como cualquier otra. De tanto en tanto, las voces de las maestras atravesaban los salones y llegaban hasta el patio. Del otro lado, las pelotas resonaban al picar en la cancha de basquetbol, mientras uno de los grupos tomaba clases de gimnasia. En el salón de sexto, las teclas de la máquina de braille sonaban también fuerte, mientras María Luisa intentaba resolver el ejercicio que había planteado la maestra. Pero en unos minutos, esta niña no vidente que fue noticia por convertirse en una de las 1.500 finalistas de la última Olimpíada de Matemática en Casavalle, cumpliría uno de sus sueños.

Según había contado María Luisa a El Observador, tocar el piano es uno de sus sueños, pero las posibilidades económicas de su familia lo hacían imposible. "Ella había pedido un órgano para Navidad", contó Analía Lira, su maestra y quien la alentó a presentarse a las olimpíadas. Pero con cuatro hermanos, y otro en camino, había que repartir los regalos y el órgano no llegó. Después de leer la nota publicada en El Observador, varios lectores se contactaron con la intención de donarle el instrumento que la niña tanto anhelaba. Marianela Peralta fue finalmente quien se contactó con la maestra, y este miércoles al mediodía llegó a la escuela para entregárselo.

La idea era sorprenderla, pero la noticia de que finalmente tendría su órgano no tardó en llegar a sus oídos. Y María Luisa quería estar arreglada. Su amiga y compañera Sofía le pidió un peine a la maestra y en unos minutos la trenza estaba perfectamente hecha.


Marianela bajó del auto con el órgano envuelto en un TNT rojo y fue directo al salón de sexto. "Hola, María Luisa, te vine a traer algo que tenía en casa", le dijo al entrar en la clase. La niña permanecía sentada en su silla, al lado del escritorio de la maestra, con sus manos algo inquietas sobre la mesita amarilla.

En unos instantes, la máquina de escribir había pasado a un segundo plano y todo giraba en torno al instrumento. Las manos de María Luisa fueron directo a las teclas y sus dedos no ya se apartaron más. Primero fue a su derecha y luego a la izquierda. Paseaba despacio de una pieza blanca a la otra inspeccionando con el tacto su nueva adquisición.

"¿Estas contenta?", le preguntó la maestra. "Sí", contestó la niña con evidente emoción.

Marianela se sentó junto a ella y comenzó a contarle porqué había decidido regalarle el órgano. Lo había comprado para que su hijo aprendiera, pero después de hacer dos años de música dejó de estudiar. "Pensaba venderlo, pero cuando leí la noticia dije: "Mejor lo llevo para que alguien pueda aprender", le dijo.

María Luisa escuchaba atenta mientras se escondía atrás de su brazo y seguía sonriendo con timidez, pero sus manos no se separaban de las teclas.

"Está se llama Do, está en el centro del órgano", le explicaron. La niña acercó los dedos hasta la tecla, "¿Acá?" preguntó, y tocó una a una las teclas hasta llegar al Sol. Una vez más deslizó los dedos sobre las teclas, esta vez, desde el extremo izquierdo hasta el Do. "Son 15", dijo, y desde entonces repitió el procedimiento varias veces para ubicar los dedos en el centro.

"Estoy muy feliz", declaró finalmente. Le gusta la música y según aseguró quiere ser pianista porque le parece divertido. De tanto en tanto, Sofía, su compañera, le movía los dedos sobre el teclado. "Podés hacer así, de dos en dos e inventar sonidos", la alentaba. "Tenés que hablar con el profesor y pedirle que los días que hay música, mientras nosotros estamos escribiendo, vos practicás piano", agregó.

Si bien sabe que es difícil encontrar música en braile, el profesor de la escuela está dispuesto a enseñarle durante las clases, dijo a El Observador.

La maestra nunca imaginó la repercusión que tendría su alumna. "Es lindo ver todas esas muestras de cariño y toda esa gente que mostró empatía. Ella también está contenta de sentirse así de valorada", aseguró.

Casi una hora más tarde, el salón se llenó de niños y María Luisa y su órgano eran el centro de atención. "¿Estás contenta?", le preguntaban. María Luisa sonreía. Sus manos seguían prendidas al órgano.

Aprender braille

La niña nació con glaucoma por lo que tenía baja visión hasta que en tercero de escuela perdió por completo la visión y desde entonces tanto sus compañeros como su maestra, Analía Lira, han sido de gran ayuda. Tan así fue que la docente aprendió braille por su cuenta para poder acompañarla.

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