Chávez y su vicepresidente Nicolás Maduro, en una foto de archivo en la que todavía era el canciller
Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

Reflexiones liberales

En las repúblicas no hay sucesores

¿Quién es, acaso, el sucesor de Obama? Nadie lo sabe y a nadie le importa. Habrán elecciones primarias, se presentaran a ellas candidatos y el que obtenga más votos será ungido por la convención
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12 de diciembre de 2012 a las 00:00

En las Repúblicas no hay sucesores


Antes de partir para Cuba para someterse a una cuarta operación del tumor que le aqueja desde 2011, Hugo Chávez designó como su “sucesor” a Nicolás Maduro, vicepresidente y Canciller. Si Chávez no puede asumir la presidencia el próximo 10 de enero o si la deja vacante antes de cumplirse cuatro años en el poder, en Venezuela habrá nuevas elecciones. En 30 días, si Chávez no llega a asumir. En mayor plazo si Chávez debe abandonar la presidencia o fallece antes de cumplir cuatro años en el cargo. En uno u otro escenario, Nicolás Maduro será el “sucesor” designado por Chávez para competir en la contienda electoral y eventualmente sucederle si gana.

Pero ¿por qué Chávez debe designar un sucesor? ¿No está el pueblo para elegirlo? ¿No se prevé una convención del chavismo para elegirlo? ¿No podrán competir otros candidatos por la posibilidad de suceder a Chávez? Es que en las “repúblicas”, nombre que corresponde a aquellos regímenes democráticos que no solo eligen libremente a sus gobernantes sino que respetan el estado de derecho, la separación de poderes, la independencia de la justicia, y las garantías y derechos individuales, no se designan sucesores. ¿Quién es, acaso, el sucesor de Obama? Nadie lo sabe y a nadie le importa. Habrán elecciones primarias, se presentaran a ellas varios candidatos y el que obtenga más votos será ungido por la convención demócrata, en este caso. Y otro tanto ocurrirá con el Partido Republicano. ¿Quién es el sucesor de Piñera? ¿Quien de Ollanta Humala? ¿Quien de Dilma, si no se presenta a un segundo período?

En las “repúblicas” las instituciones son más importantes que las personas. En las “democracias autoritarias”, en cambio, son más importantes las personas. Chávez está obsesionado por su continua reelección y, por si la salud se lo impide, desea ungir con su poder y su carisma a su sucesor, no vaya a ser que le elijan a alguien que a el no le guste. Cristina busca vida después de 2015 pero ve taponeada una reforma constitucional que se lo habilite. Evo busca lo mismo. Correa, al menos en cuanto a reelecciones se refiere, se moderó y no acepta la reelección indefinida.

El tema de la reelección y de la sucesión es la piedra de toque para distinguir con rapidez una verdadera república de una republiqueta autoritaria, donde solo hay un barniz de democracia. El mínimo barniz indispensable para no ser expulsado de los organismos internacionales. Después, nada más: desprecio a la prensa, a la justicia (lo que se vivió la semana pasada en Argentina raya todo lo obsceno, con un ministro de Justicia amenazando a los jueces que si fallaban contra el gobierno, como finalmente hicieron, se configuraría un golpe de estado judicial), al cumplimiento de normas y tratados, etc.

Designar sucesor es algo tan antirepublicano como el de aquellos candidatos que no entran el balotajes a los que se les pregunta: ¿qué les dice a sus votantes? Y muchas veces responden: “les dejo en libertad de acción”. ¡Cómo sin la tuvieran por derecho propio! ¡Cómo si los votos le pertenecieran al candidato y pudiera hacer con ellos lo que plazca! En las verdaderas repúblicas, la gente elige con libertad y no sigue dictados de nadie, ni siquiera de gobernantes muy competentes e ilustrados.

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