Diego Vila

En mi país, qué tibieza

Hay un mensaje de reclamo de dureza a Lacalle Pou, como ha pasado en cada período, que parte de los que creen que el poder presidencial es absoluto

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18 de diciembre de 2021 a las 05:02

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En 1971, Mobutu Sese Seko le cambió el nombre al Congo y le puso Zaire•

En 1999, Hugo Chávez cambió el nombre de su país, para ponerle “República Bolivariana de …”

En 2006, Evo Morales cambió el nombre de aquella “República de Bolivia” para llamarla “Estado Plurinacional de …”, y en 2009 cambió el escudo patrio.

Hay muchos ejemplos en el tiempo que muestran presidentes con un poder tal, como para implementar cambios profundos, tanto en estructuras políticas, económicas y sociales, como en cuestiones simbólicas de referencia, como el nombre de un país o sus símbolos.

Ahora bien, la democracia, el ejercicio republicano, no es tan simple.

Ese tema se replanteó esta semana durante una reunión de uno de los partidos del oficialismo,

“Nos duele a veces la lentitud de las cosas, nos duele a veces la tibieza de gente que, sabiendo que (…) no van a fondo, (que) se paran las auditorías y no terminan con los presos, que tiene que haber presos. Hay cierta tibieza que es lo que a veces nos saca un poco de las casillas”, dijo el senador Guido Manini Ríos, presidente de Cabildo Abierto.

El planteo no es algo aislado, sino que interpreta una sensación de una franja de electorado multicolor que esperaba un cambio radical, por diversos motivos.

Unos estaban cansados de políticas de izquierda y no querían más al Frente en el gobierno.

Unos tenían una esperanza de mejora personal o general, mediante rotación de partido en el poder.

Unos soñaban con medidas que sabían que el Frente Amplio no estaba dispuesto a adoptar.

Unos y otros tenían sus expectativas, deseos de cambio, y más allá de la emergencia sanitaria que congeló planes y obligó a concentrar atención en ese drama, hay una realidad que muestra que muchas de las expectativas eran desmedidas.

Manini Ríos habló de “las auditorías”, porque la oposición al Frente creó en su momento, un clima de expectativas sobre lo que podía pasar con eso, y los que creyeron en eso, quieren “sangre”, quieren juicios con gente presa para que la corrupción que ellos pensaban que había, tenga imagen humana.
Ya le había pasado lo mismo a la izquierda, años anunciando auditorías o exámenes de deudas contraídas, con la idea de que castigarían a los corruptos y se librarían de pagar endeudamiento que, para ellos, obedecía a malas operaciones.

Todo eso, ya se sabe que son “chasquibunes”.

Es cierto que Lacalle Pou alentó eso, y que quizá en alguna investigación encuentren evidencias de corrupción, porque eso pasa y ha pasado en todos los gobiernos, pero la idea de una especie de “caza de corruptos”, choca de frente con la realidad.

Cabildo Abierto tiene dos ministros, así que pudo hacerlo en Salud y en Vivienda. ¿Por qué reprochan al presidente lo que no hacen en sus carteras? ¿No lo hacen porque alguien no los deja, porque no había nada sucio para revolver, porque no saben cómo hacerlo, porque prefieren concentrarse en el presente y en el futuro y no perder tiempo en el pasado, o porque hay un poder que es parte del eje de centros de poder del mundo, que les impide hacer lo que reclaman a otros que hagan?

En Nicaragua, Cuba, Venezuela, de hoy, en el Chile de Pinochet o el Paraguay de Stroessner, en el Congo o Zaire de Mobutu, era fácil satisfacer la demanda de meter presos a supuestos “corruptos” y ni eran necesarias las auditorías. Sacarse las ganas para castigar al adversario sobre la base de que fue deshonesto, era una papa.

Pero en democracia y en una república, no lo es.

Primero, se precisa que haya corruptos, en serio, y que hayan cometido delitos.

Segundo, investigaciones que lo determinen.

Y tercero, un proceso judicial.

Otros reclamos de mayor “dureza” son hacia los sindicatos o por mayor velocidad en reformas.

Con los gremios, el gobierno ha legislado contra los piquetes y contra la ocupación tradicional de dominio de la empresa sin dejar entrar directivos y trabajadores no huelguistas. Es cierto que hubo conflictos especialmente duros, como en Puerto, ANCAP y otros. No es sencillo lo que aspiran a cero piquete, cero obstrucción de trabajo. No es resignarse a que el país se pare por pararse, pero trabajar eso no es simple.

Sobre avanzar más rápido en reformas, el Uruguay es país no fácil para hacerlo, porque tiene anticuerpos demostrados. Alcanza con ver lo que pasó con la LUC.

Es cierto que hay lentitud o errores en el gobierno, y que la lógica burocrática del país no es motivo para resignarse. Pero el presidente sabe que si se apura, o si lo domina la ansiedad de hacer cosas o cumplir con los que reclaman más, el resultado puede ser peor.

Sobre demoras, Cabildo tiene propias respuestas en el Ministerio de Vivienda o en el Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente. Ahí pueden comprender que en política no se hace todo lo que se quiere.

El reclamo de “hay que ir más rápido” se justifica en un país que merece con urgencia una mejora en la educación, en la atención de salud, en la inserción social de indigentes y pobres, en atracción de inversiones, en agilidad de trámites de proyectos de negocios, en acuerdos comerciales con otros países o bloques, en modernizar las relaciones laborales, y en muchas otras áreas.

Pero la vida política tiene su lógica. 

El 6 de noviembre explicamos por qué los principales proyectos de ley de Cabildo no tenían chance de votarse; y el sábado 13, escribimos que en democracia hay “límites que se imponen sobre el óptimo deseado” y que “el arte de la política es eso, como satisfacer demandas y lograr paciencia de electorado, cuando lo que se quiere hacer no depende de uno, y está obligado a ser prudente y cuidar los equilibrios”.

No está tan evidente lo que dice Cabildo sobre el gobierno de Lacalle Pou, que esté con tibieza, pero lo que sí está claro y demostrado, es que el Uruguay es tibio. Es un país pobre, gris y tibio. ¿Se puede cambiar? La tibieza está en el ADN

El gobierno podrá ser duro, pero el país es tibio. Y eso, pesa mucho, porque el presidente es presidente, no rey. Como canta Alfredo Zitarrosa, “En mi país somos duros / El futuro lo dirá / En mi país, qué tibieza ….”.

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