AFP

Encrucijada en Perú (II)

Historia de dos que votaron

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23 de abril de 2021 a las 05:01

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Dejó a todo el mundo con la boca abierta, como uno de esos matungos desconocidos que de repente atropella como una fuerza imparable en la última recta, dejando a los otros caballos por un instante como paralizados y a la gente maldiciendo sus boletos en la tribuna.

El triunfo de Pedro Castillo –el maestro rural de extrema izquierda– en la primera vuelta de las elecciones peruanas no lo predijo un solo analista, no lo vaticinó una sola encuesta, no lo anticipó un solo presagio. Ocurrió en otra parte. Fue como si los medios, las televisoras y las encuestadoras estuvieran hablando de un país, y la elección hubiera sido en otro.

Y es que efectivamente el Perú son dos países, o es un país partido en dos. En la Lima culta, moderna, próspera y europeizada prácticamente ni se enteraron de la existencia de Castillo. Mientras que en el centro y sur del país empobrecido, escasamente ilustrado e indígena, el maestro arrasaba; sobre todo en eso que los peruanos llaman la “Sierra”; es decir, en la región de la cordillera, que atraviesa el país de punta a punta.

Castillo se enfrentará en segunda vuelta a Keiko Fujimori, y parte como gran favorito. Pero ya hablaremos de eso. Ahora me quiero detener en esto otro.

En Lima Metropolitana ganó el economista Hernando de Soto, y Castillo quedó allí en quinto lugar. El resto del mapa electoral es de un rojo rabioso, especialmente en el sur, donde el maestro no perdió un solo departamento. Podríamos decir entonces, parafraseando a Borges, que esta fue la historia de dos que votaron.

Por eso las ubicuas comparaciones con el Alberto Fujimori que en 1990 le ganó de atrás a Mario Vargas Llosa apareciendo como un fantasma no son del todo apropiadas para entender el fenómeno Castillo.

Al único que le escuché expresar este matiz fue a Enrique Ghersi, jurista destacado y un observador muy agudo de la política peruana. “Castillo es claramente un fenómeno de la Sierra –explica Ghersi–. A pesar de ser él de Cajamarca, la Sierra norte, su candidatura cuaja y crece de un modo impresionante en la Sierra sur”. Y agrega memorioso, pues en el 90 participó de la campaña del Fredemo de Vargas Llosa: “Fujimori, en cambio, fue un fenómeno enteramente limeño. Es en la capital donde crece su candidatura”.

Algunos medios internacionales han definido a Castillo como “marxista-leninista”, otros solo como “leninista”, otros solo como “marxista” (“un autoproclamado marxista”, sentenció el análisis del influyente The Washington Post). Yo a esta altura tengo mis dudas. Nunca escuché a Castillo “autoproclamarse” tal cosa; y creo que esas versiones han salido del “programa de gobierno” de su partido Perú Libre.

El problema es que el verdadero líder de esa agrupación es el dirigente de extrema izquierda Valdimir Cerrón, que la maneja como si fuera el patio de su casa.

De hecho ese “programa de gobierno” que todo el mundo comenta figura en la página web de Perú Libre, que más bien parece el blog personal de Cerrón. Todo allí tiene su foto y su firma al calce; Castillo ni aparece. Y las referencias ideológicas son del tipo: “Ya decía bien Lenin…”, o “como bien dijo Fidel…”. Quiero decir, no estamos ante la presencia de grandes ideólogos del marxismo; aunque desde luego, una vez en el poder, podrían ser captados por la inteligencia de La Habana.

En el caso exclusivamente de Castillo, por lo que he visto, parece inspirarse más bien en el modelo de Evo Morales en Bolivia (mientras que los referentes de Cerrón están en Cuba y Venezuela).

Lo que plantea Castillo es nacionalizar recursos naturales, conducir una política económica “popular”, convocar a una Asamblea Constituyente y sustituir el Tribunal Constitucional por un “tribunal del pueblo”. Parece un calco del modelo de Evo en Bolivia. ¿Fue bueno ese modelo para Bolivia? En lo económico, lo fue, sin duda. Sacó a millones de personas de la pobreza y convirtió a Bolivia en un país de renta media. Aunque tal vez todo eso haya sido más obra de Luis Arce, el actual presidente, que fue ministro de Economía durante el gobierno de Evo.

En lo político, en cambio, no se puede decir que haya preservado el sistema democrático. Se perpetuó en el poder, gobernó largos 15 años; e iba por otros cinco, tras desconocer los resultados de un referéndum, cuando inexplicablemente se ordenó detener el escrutinio de la elección de 2019 en momentos que no le era favorable; lo que provocó el estallido social que lo terminó sacando del poder.

El Perú en el que vive y trabaja Castillo, así como el que lo votó, se parece más a Bolivia que a Venezuela. De hecho el Perú de Castillo se parece más a Bolivia que a Lima. La pregunta que cabe hacerse entonces es: ¿qué quiere la mayoría de los peruanos, la democracia liberal que ha regido en Perú los últimos 20 años con excelentes resultados económicos pero cuyos beneficios no han llegado a la mayoría? ¿O probar con el modelo híbrido de Evo Morales? Aunque tampoco es seguro que vaya a ser exactamente como en Bolivia: Castillo no deja de ser un solo hombre. Cerrón y los demás integrantes de Perú Libre –de hecho todos sus congresistas electos– son radicales de izquierda con contactos y referentes en La Habana y Caracas y ni un teléfono en La Paz. Así mirado, votar por él sería un salto al vacío. Como casi siempre lo es cuando votan dos mitades tan profundamente antagónicas de un mismo país. Es la eterna historia de los dos que votaron.

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