AFP

Errores de política de la década de 1970 resuenan en nuestra época

Enormes deudas hacen que la economía mundial sea más frágil que hace 40 años

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16 de junio de 2022 a las 16:11

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Martin Wolf

Inflación inesperadamente alta, guerras en las principales regiones productoras de materias primas, disminución de los salarios reales, desaceleración del crecimiento económico, temor a un endurecimiento de la política monetaria, y turbulencias en los mercados bursátiles: todo esto lo vemos en la actual economía mundial. Éstas fueron también las características dominantes de la economía mundial en la década de 1970. Ese período terminó a principios de la década de 1980, con un brutal endurecimiento monetario en EEUU; con una fuerte reducción de la inflación; y con una ola de crisis de deuda en los países en desarrollo, especialmente en los de Latinoamérica. También le siguieron enormes cambios en la política económica: se enterró la economía keynesiana convencional; se liberalizaron los mercados laborales; se privatizaron las empresas estatales; y se abrieron las economías al comercio.

¿Cuán cercanos son los paralelismos, particularmente con la década de 1970? ¿Cuáles son las diferencias? ¿Y qué podemos aprender de esos errores? El informe Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial, publicado la semana pasada, abordó estas preguntas. Los paralelismos son claros, al igual que lo son las diferencias. Y no menos importante es el hecho de que existen errores que deben evitarse: no hay que ser demasiado optimistas; no hay que tomarse la alta inflación a la ligera; y no debe dejarse a las personas y economías vulnerables desprotegidas frente a los propios choques y sus dolorosos legados.

Lo que estamos viendo ¿equivale ya a una estanflación, definida como un período prolongado de inflación superior a la anticipada y de crecimiento inferior al previsto inicialmente? La respuesta es "todavía no", pero es un riesgo.

La inflación está muy por encima del objetivo en casi todas partes. Al igual que en la década de 1970, esto se debe, en parte, a choques únicos: en aquel momento, dos guerras en el Medio Oriente (la guerra del Yom Kipur de 1973 y la guerra entre Irán e Irak que comenzó en 1980); esta vez, es Covid y la invasión rusa de Ucrania. Lo más importante es el peligro de que esta inflación se integre a las expectativas y, por lo tanto, a las economías. Parte de la razón por la que este riesgo se intensificó en la década de 1970 fue la incapacidad de reconocer a tiempo la desaceleración en la tasa de crecimiento potencial. Hoy en día, también, los optimistas suponen que las tendencias de crecimiento prepandémicas continuarán. Sin embargo, el Banco Mundial ha argumentado: "Durante la década de 2020 en su conjunto, se anticipa que el crecimiento potencial mundial se desacelere 0.6 puntos porcentuales por debajo del promedio de la década de 2010".

Los ecos de la década de 1970 son fuertes entonces: inflación más alta de lo esperado, grandes choques, y debilitamiento del crecimiento. Pero las diferencias también son alentadoras. El precio real del petróleo se disparó mucho más entre 1973 y 1981 que esta vez. La inflación global es también mucho menos amplia que en la década de 1970. Esto es especialmente cierto en el caso de la inflación "subyacente". Sin embargo, puede que esto se deba a que nos encontramos en una fase temprana del proceso inflacionario. Es probable que la inflación sea más amplia cuanto más persistente sea.

Los marcos de política monetaria son también más creíbles y están más centrados en la estabilidad de los precios que los de la década de 1970. Sin embargo, esto último también se ha vuelto menos cierto recientemente, sobre todo en EEUU. Además, las expectativas de inflación en 1970, por ejemplo, ciertamente no eran para la inflación que se produjo posteriormente. Los legisladores también tendían a culpar de la inflación a factores temporales en aquel entonces, de la misma manera en que lo hemos visto más recientemente. Es cierto que las economías son más flexibles ahora que en la década de 1970. Pero el recrudecimiento del proteccionismo puede llevar a un retroceso en este aspecto. Es cierto que la intensidad energética también ha disminuido desde entonces. Pero los precios de la energía siguen siendo importantes. Por último, se anticipa que la política fiscal sea menos expansiva esta vez, aunque así definitivamente lo fue en 2020 y 2021.

En definitiva, la suposición de que las cosas serán muy diferentes esta vez tiene cierta credibilidad, pero dista mucho de ser cierta.

Sobre todo, el hecho de que resulte cierta depende de lo que hagan los legisladores. Ellos deben evitar el error de permitir que la inflación se descontrole, tal como lo hicieron en la década de 1970. Todavía deberían tener tiempo para hacer esto. Pero actuar con decisión también entraña peligros, siendo el más evidente el de una desaceleración innecesariamente pronunciada, con los costos económicos que ello conllevaría. Frente a esto, es posible que los cambios demográficos, la ralentización del cambio tecnológico, la desglobalización, el agotamiento de importantes oportunidades de crecimiento pasadas, y el aumento del populismo debiliten las fuerzas desinflacionarias a largo plazo. Eso dificultaría aún más el lograr y mantener una baja inflación.

Un peligro obvio surge en el único aspecto en el que la economía mundial parece más frágil que hace 40 años: el tamaño de la deuda acumulada, particularmente la deuda denominada en monedas extranjeras. Y esto no sólo es cierto en el caso de los países emergentes y en desarrollo. El euro también es, en esencia, una moneda extranjera para un miembro de la eurozona afectado por la crisis.

Si el endurecimiento de la política monetaria fuera sustancial y prolongado, es probable que surjan complicadas y costosas crisis de deuda. La opinión generalizada es que los prestamistas están mejor situados para soportar esos golpes que los bancos internacionales a principios de la década de 1980. Pero los prestatarios pudieran no estarlo: hay que suponer que los que tienen que elegir entre las importaciones de alimentos y energía, por un lado, y el servicio de la deuda, por el otro, normalmente elegirán lo primero.

También es demasiado optimista incluso estar seguro de que los choques de la propia economía real han terminado. El virus pudiera depararnos otras espantosas sorpresas. Además, nadie sabe cómo se desarrollará la guerra. Y, lo que es más, algunas de las medidas que se están discutiendo, especialmente la prohibición de los seguros marítimos para los envíos de petróleo ruso, pudieran generar nuevos saltos en los precios mundiales del petróleo. Rusia pudiera también cortar las exportaciones de gas a Europa, generando más trastornos.

Yo trabajé como economista en el Banco Mundial en la década de 1970. Lo que más recuerdo de aquella época es la incertidumbre generalizada: no teníamos ni idea de lo que sucedería a continuación. Se cometieron muchos errores, algunos por exceso de optimismo y otros por pánico. El pasado no se repite. Pero sí rima. No ignoremos la poesía del tiempo.

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