Corría el año 1974 y alguien, a quien me hubiera gustado tener más que como solo amiga, cumplía años. Lo mismo que la mitad de los uruguayos por entonces, también ella era fanática de Neil Diamond. Como había pasado parte de su juventud en las aulas del Anglo, hablaba inglés muy bien. Conocía canciones de memoria y podía cantarlas con estilo propio, otra de las razones por las cuales tenerla solo como amiga era insuficiente. Cuando la belleza viene con rocola incluida, la vida siente que le devuelven un gran favor.
Creí, y no lo pensé dos veces, que el mejor regalo para la ocasión era el
disco de Diamond,
Serenade, editado ese año, y que contenía
Longefellow Serenade, canción que era presencia estelar en Zum Zum, Lancelot y El mar de la tranquilidad, como antes lo habían sido
Sweet Caroline (Good Times Never Seemed So Good),
Cracklin' Rosie y
Song Sung Blue, éxitos de aquella época tan anterior al karaoke, mejor dicho, tan anterior a todo. Fui a varias disquerías céntricas y en todas me dijeron lo mismo. Que el disco estaba agotado. Terminé comprando otro disco notable, doble y por lo tanto más caro que el de Diamond,
Goodbye Yellow Brick Road, de Elton John, pero no fue lo mismo.
La realidad que vino a continuación me dio la razón. Mi amiga, quien antes hacía soñar y hoy debe hacer casas (estudiaba arquitectura y si la veo hoy no la reconozco), terminó ennoviándose meses después con otro, pero casándose con alguien que llegó luego del anterior. Más de uno trataba de ganar el Cinco de Oro.
De pronto, algunos recuerdos de un pasado inmensamente distante y que creía olvidado regresan sin ser llamados, asociados al anuncio dado a conocer esta semana de que Neil Diamond padece de Parkinson y se retira de la vida profesional. Lástima que no tenga su dirección para escribirle y agradecerle por tantas canciones extraordinarias que lo tienen como uno de los compositores más influyentes y originales de la historia de la música popular.
No se marcha por cansancio, ni por vejez aunque tenga 77 años, ni tampoco por falta de ideas a la hora de componer. Una enfermedad lo obliga. Sus canciones han sido parte de un viaje inolvidable a un lugar mejor y hemos tenido la fortuna de ser parte del mismo.