Camilo dos Santos

Frenteamplistas están al nivel de 1999 pero aumentan los "independientes"

Más de uno de cada tres votantes uruguayos no tiene una identidad partidaria definida; en 2014 eran uno de cada cuatro

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11 de septiembre de 2019 a las 05:04

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Si la política partidaria, como algunos dicen, es comparable al fútbol, entonces no sería arriesgado decir que hoy hay menos hinchas respecto al torneo anterior.  El vínculo “camisetero” –ese que los especialistas en opinión pública llaman de “identidad partidaria”–, se redujo en los últimos cinco años, en un fenómeno que se explica principalmente por el descenso en la proporción de frenteamplistas. 

La literatura académica define la identidad partidaria como “un vínculo psicológico-afectivo de mediano plazo con un partido político”. En palabras de Ignacio Zuasnábar, director de Equipos Consultores –que lleva un seguimiento de la evolución de esas identificaciones a lo largo de los últimos veinte años–, “las personas desarrollan vínculos hacia los partidos que van más allá de una preferencia racional coyuntural y oscilante”. Es decir, los frenteamplistas, los blancos, y los colorados guardan con cada partido una relación similar a la del hincha con su cuadro de fútbol, acompañando a los suyos en las buenas y en las malas. 

Pero si bien los uruguayos, según Zuasnábar, “se han caracterizado históricamente por desarrollar identidades partidarias muy intensas” en comparación al resto del mundo, no es menos cierto que esos vínculos han decaído notoriamente en los últimos cinco años. Así lo muestran datos de Equipos Consultores a los que accedió El Observador. 

Desde 1999 hasta las elecciones pasadas, los declarados “independientes” –es decir, aquellos sin una identidad partidaria sólida– oscilaban entre el 20% y el 25%. En el primer semestre de 2019, sin embargo, ese universo trepó hasta el 37% del electorado, según Equipos.

Ese crecimiento se dio mayoritariamente en desmedro del número de frenteamplistas, que perdió en los últimos cinco años un cuarto de su núcleo duro, bajando de 36% a 27%. El Partido Colorado también sufrió una caída de un tercio (de 9% a 6%), pero al partir de un universo más reducido, su impacto es menor en el total. El Partido Nacional sigue con su tradición de mayor estabilidad, bajando solamente un punto respecto a 2014 y manteniéndose en el mismo 18% con el que afrontó las elecciones de 1999.

Camilo dos Santos

Zuasnábar aclaró que los números disponibles de 2019 son anteriores a las internas y que la identidad partidaria tiende a crecer un poco conforme se acercan las elecciones nacionales. Si bien eso afecta la comparación, ya que los números pueden sufrir variaciones, el sociólogo adelantó que efectivamente habrá una caída de la identidad partidaria, concentrada particularmente en el partido de gobierno. 

Tanto la caída en la cantidad de frenteamplistas como el aumento de independientes implican un fuerte desafío para el oficialismo y su aspiración de llegar a un cuarto período en el poder. 

A diferencia de los “camiseteros”, quienes no tienen un vínculo consolidado con ningún partido deciden su voto por cuestiones de más mediano o corto plazo como las variables “evaluativas” y de “imagen” de los candidatos. En ninguna de las dos el Frente Amplio presenta importantes ventajas comparativas, destacó el sociólogo. Respecto a las variables evaluativas, la opinión de los uruguayos en temas sensibles como la economía o la seguridad no es favorable al gobierno; por el lado de la imagen, Daniel Martínez tiene menores niveles de rechazo que sus competidores de la oposición, pero los analistas afirman que esa diferencia no es abrumadora. 

El nivel de identificación partidaria oficia en los hechos como un "piso electoral" que cada colectividad luego debe ampliar con esos otros votos más volátiles y racionales. 

Ventana de oportunidad

Pero no todas son pálidas para el Frente Amplio. Si bien la cantidad de personas que se declaran frentistas es similar a la de 1999 –cuando perdió el balotaje frente al colorado Jorge Batlle–, también es cierto que los partidos tradicionales parten de un piso sensiblemente menor al de aquella elección. 

En estos 20 años, el bloque de identidad fundacional (incluyendo blancos, colorados y personas que se vinculan indistintamente por uno u otro) pasó de 45% a 34%. En el Frente Amplio, que dispone de los datos de Equipos, consideran que esa es la ventana de oportunidad para dar batalla y conseguir los votos necesarios. “No están con nosotros pero tampoco con blancos o colorados”, resumió uno de los dirigentes consultados. 

Si la comparación se realiza con veinte años atrás, el FA tiene prácticamente el mismo piso y es el bloque fundacional el que pierde adhesiones. Pero la comparación con 2014 muestra la otra cara. A pesar de que el bloque fundacional es más débil que a fines del siglo XX, y que perdió algo de pie respecto a la última elección, en estos cinco años aumentó su brecha respecto al bloque frenteamplista, sacando la mayor ventaja desde –justamente– 1999. 

Según los datos de equipos, 34% (uno de cada tres votantes) tiene una adhesión a los partidos fundacionales, siete puntos más que los declarados frenteamplistas. Para tener un parámetro de lo que ello implica, en 2014 la diferencia era de solo un punto a favor del bloque fundacional (37 a 36), en 2009 era de 4 puntos a favor del FA (36 a 40), en 2004 era de 14 puntos a favor del FA (28 a 42) y en 1999 era de 15 puntos a favor del bloque fundacional (45 a 30).

Diego Vila

En el pasado mes de julio, Zuasnábar dijo en una entrevista con el semanario Búsqueda que la “erosión de la identidad partidaria” era uno de los factores de largo plazo que ponían al Frente Amplio en una posición más comprometida de cara a la elección. “En estos últimos cinco años no solo ha perdido gente que antes lo votaba y ahora dice que está indecisa o que va a votar otra cosa, sino que perdió a un conjunto de electores que se identificaban con el partido, que decían ser frenteamplistas. Entonces, hay menos frenteamplistas de los que había en 2014. No muchos menos, pero hay menos”, señaló el sociólogo.

En esa oportunidad, el director de Opinión Pública de Equipos destacó que en los últimos “dos o tres años” hubo “un movimiento hacia la derecha en términos ideológicos del electorado” y que ello podía asociarse al factor identitario. “Luis Eduardo González dijo hace unos años que él creía que la identificación ideológica era subsidiaria de la identificación partidaria. Es decir, que la gente primero había sido frenteamplista y después de izquierda. Esto puede tener sentido: si ahora hay menos gente que se siente frenteamplista, entonces es posible que haya menos gente que se vuelque a la izquierda”, afirmó.

En 2014, el Frente Amplio tuvo un piso de identificación partidaria de 36%, a los que debió sumarle 12 puntos para ganar la elección. Si quisiera llegar a un mismo nivel de votación debería ampliar su piso actual en veinte puntos porcentuales. 

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