Diego Battiste

“Fuimos criados en que hacer plata y hacer el bien no va de la mano”

El director ejecutivo de Sistema B hizo énfasis en quebrar los viejos paradigmas y buscar formas sostenibles de hacer negocios que ofrezcan nuevas oportunidades

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11 de junio de 2022 a las 05:00

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En 1997 Bebo Gold fundó la agencia de publicidad Neto. Adelantándose al futuro, decidió certificarla como Empresa B. “Visualicé que iba a tener un valor diferencial”, asegura recordándolo en términos de negocios. 
Lo que empezó como un motivo comercial caló hondo en él. 

“Terminé dejando mi empresa para estar en la dirección ejecutiva de una ONG”, reflexiona ahora desde el rol de director ejecutivo de Sistema B para Uruguay que ejerce desde hace más de tres años. Al frente de la organización se enfoca en ayudar a más empresas a tomar el camino del impacto positivo en la comunidad y afirma que el principal desafío es que todos los actores –gobierno, empresarios, academia y sociedad civil– se alineen detrás del mismo camino: el sustentable. 
A continuación, un fragmento de la entrevista que mantuvo el ejecutivo con Café & Negocios.

¿Cuáles son los principales ejes de trabajo de Sistema B en Uruguay?
Sistema B está trabajando en dos objetivos. El primero es acompañar y ayudar a las empresas que quieren certificarse como empresa de triple impacto. Por otro lado, trabajamos en fortalecer el ecosistema favorable para que las empresas puedan incorporar buenas prácticas o puedan sumarse a acciones que las hace ser parte de la solución. En un mercado donde hay diferentes actores trabajamos con cada uno para poder llevarlos a la toma de decisión que genera impacto positivo, por ejemplo, empresas que no necesariamente quieren obtener la certificación, pero sí quieren incorporar buenas prácticas en lo social, ambiental y económico.

Se detectó que muchos se inspiraron y entienden que hay una nueva forma de hacer negocios y entender la economía, pero no saben por dónde arrancar. Por eso Sistema B apuesta a fortalecer a los diferentes sectores para que puedan acompañar a las empresas en ese camino.
A su vez, el Consejo Empresarial B nuclea a empresarios de diferentes firmas para trabajar con ellos, que incorporen esas prácticas, capaciten a sus trabajadores y tomen ese rol de ser parte de la solución.

¿Este mayor interés de las empresas repercute en que haya más empresas uruguayas que se certifiquen como empresas B?
Sí, se refleja en la cantidad de empresas que se certifican y también en la cantidad de empresas que recorren la evaluación que te lleva a la certificación. Este es uno de los fuertes de sistema B porque la medición es también una herramienta de gestión y permite medir cómo está la empresa y, a su vez, aprender para poder migrar el modelo de negocios tradicional al de negocios de impacto. En este sentido, es importante que la responsabilidad social empresarial (RSE) sea el core del negocio, y no se haga de forma aislada. Si no decido certificarme pero sí quiero comportarme como una empresa responsable, la herramienta de evaluación y la propuesta de Sistema B apuesta a que esto se haga desde el ADN del negocio. 

¿Este movimiento lleva a que sea un diferencial para las empresas y que les abra puertas a nuevos negocios o mercados?
Totalmente. De las mayores satisfacciones que me da ser parte del movimiento es justamente ver como el empresariado uruguayo empieza a incorporar estos temas. Por un lado, pasa que conectan con el propósito, pero también tiene mucho que ver con esto, amplía la visión al empresario de nuevas oportunidades o de nuevos negocios.

Cuando la empresa es parte de la solución, genera acciones de impacto y las incorpora como core de negocio automáticamente se comunica y permea en todo el ecosistema –a diferencia de lo que sucede con las acciones aisladas de RSE. Pasa a ser la cultura de la empresa.

Nosotros estamos trabajando en un protocolo para que las empresas compren de forma más responsable. Si esa práctica se incorpora en la empresa, se empieza a permear en toda la cadena de valor porque los proveedores migran hacia ese camino. Por ejemplo, si yo hago compra responsable puedo determinar que no quiero comprar vasos de plástico que no se puedan reciclar y el proveedor tendrá que tomar nota de ello y responder con la oferta. Ahí se empiezan a ver nuevas oportunidades de negocio y nuevos actores con soluciones más amigables que antes no existían.

Suele suceder que desde algunas casas matrices se prioriza la contratación de empresas B porque hablan el mismo idioma o ya saben que lo que van a ofrecer está alineado con lo que la empresa necesite. 
En la misma línea, trabajamos con la FAO para acompañar a las empresas de agroalimentación porque muchas empresas a la hora de buscar mejor competitividad, tanto en Uruguay como en el exterior, necesitan buenas prácticas o certificaciones porque hay cadenas en las que si no se cuenta con ello, no les compran.
A su vez, tiene que haber leyes para que la gente empiece a tomar conciencia como es la ley que creó a las Sociedades de Beneficio e Interés Colectivo (BIC) –entendidas como aquellas que incluyen en su objeto social el generar un impacto positivo social y ambiental en la comunidad.

En Uruguay el 90% de las empresas son pymes, ¿qué tan hondo cala en ellas la necesidad de tener un impacto positivo en la comunidad?
Es una muy buena pregunta porque es un gran desafío. Una cosa es cuando trabajamos con empresas grandes que tienen gran impacto y posibilidades mayores a las pymes que a veces están más ocupadas en subsistir. ¿Cómo voy a hablar de esto si no tengo mis necesidades básicas cubiertas?
Nosotros trabajamos en incorporar una mirada distinta. Hay una forma de hacer negocios tradicional y lo que nosotros les decimos es que si seguimos haciendo negocios como venimos haciendo desde hace 200 años vamos a llegar al mismo lugar, en cambio, si incorporamos estos temas sostenibles quizás vaya a un lugar nuevo donde se generan otras oportunidades aun siendo pymes.
 El gran punto es por qué no incorporar una mirada distinta y ver si hay oportunidades que te ayuden a crecer. Creo que ese es el gran desafío. En ese sentido, la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) está haciendo un muy buen trabajo.

¿Los emprendimientos uruguayos nacen ya con un ADN de triple impacto?
Se está viendo bastante en Uruguay. Hay muchos emprendedores que parten desde el impacto. Hay varias organizaciones y redes (como Sinergia, Endeavor y Fundación Da Vinci) que trabajan junto a ellos. A su vez, el emprendedor muchas veces es joven y el propósito viene ya desde su impronta.


¿Cuál percibe cómo el principal desafío del sector?
Uruguay tiene una oportunidad única porque se considera como un país de testing (prueba) y tiene la posibilidad de generar casos de éxito. Hay mucha cercanía al gobierno, el empresariado es muy abierto. El desafío es unificar el camino a seguir porque todos queremos lo mismo y podemos ser un país de casos de éxito que salgan de Uruguay al mundo. 
Fuimos criados en que hacer plata y hacer el bien no va de la mano, cambiar ese paradigma es un desafío. 
Otro desafío es entender que las decisiones que tomamos hoy van a tener impacto cuando ya no estemos. Hay personas mayores a las que les interesa dejar un legado y otras que migran hacia este camino porque ven una oportunidad de negocio y es válido. Lo importante es recorrer el camino. 

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