Miguel ROJO / AFP

José Nino Gavazzo, el militar que mostró la cara más cruel de la dictadura y nunca se arrepintió

El represor condenado por al menos 30 homicidios murió este sábado, arrastrando consigo varios secretos y mucho dolor

Tiempo de lectura: -'

27 de junio de 2021 a las 05:03

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

La última dictadura militar en Uruguay tuvo mil caras. Pero si existió acaso una cara de la crueldad y la atrocidad, es poco probable que haya sido distinta al rostro regordete de José Nino Gavazzo Pereira, el teniente coronel que se convirtió en símbolo de la represión y el abuso de los derechos humanos en los cuarteles, y que murió este sábado a los 81 años, después de sufrir un accidente cerebrovascular.

Nacido en Montevideo el 2 de octubre de 1939, hijo de un militar fraybentino –José Gavazzo– y un ama de casa sanducera –Fanny Pereira–, el represor tuvo una infancia feliz salvo por la pérdida de su madre, que murió de cáncer cuando él tenía siete años.

Cursó hasta segundo de liceo en el colegio religioso Sagrada Familia, donde los alumnos eran solo varones y los maestros eran en su mayoría españoles o franceses que, ya sea como víctimas o combatientes, “habían estado involucrados en la Segunda Guerra Mundial o en la Guerra Civil Española”, según narró en su libro autobiográfico, Mi Testimonio, publicado en 2012.

“Eran hombres que habían conocido la violencia, el dolor, el sufrimiento y la muerte y habían sobrevivido a ellos con una fuerza y una actitud mental muy particulares. Se trataba de individuos duros que supieron ser inigualables maestros, profesores, amigos y hasta familia”, escribió.

Cuando el joven José Nino se portaba mal en el colegio primero venía la reprimenda, luego el golpe. 

Fue su padre, el coronel Gavazzo, el que indirectamente le hizo agarrar el gusto por lo militar. “Nunca me empujó a entrar al Ejército, pero me decía: 'vamos al cuartel'. Ahí empecé a ver cosas que me gustaban. Él fue un vocacional militar total, y yo también”, contó en el libro Gavazzo Sin Piedad (2016), del periodista Leonardo Haberkorn.

Ingresó al Liceo Militar en 1954, pocos años después de que su padre fuera pasado a retiro y en tiempos de neobatllismo en los que Uruguay aún parecía lejos de convertirse en escenario de guerrillas urbanas como las que brotaban en otros lados del continente, y llegarían al país años después. 

Gavazzo no tardó en darse cuenta de que ese mundo era el suyo. “Yo ya me sentía soldado. Resulta intransferible expresar las interacciones emocionales cuando me puse por primer (sic) vez el uniforme de fajina y recibí la carabina Máuser y todos los adminículos para mi nueva vida militar”, narró en su autobiografía. 

A diferencia de la Sagrada Familia, en el instituto militar el joven Gavazzo fue un alumno ejemplar. “Ya en el liceo, Gavazzo se perfilaba como un tipo ambicioso y rencoroso. Tenía el resquemor de que a su padre lo habían embromado, y estaba decidido a que no le pasara lo mismo”, relató Daniel Castagin, estudioso de temas militares y alumno del Liceo Militar en la generación anterior a la del futuro represor, en el libro de Haberkorn. 

Según Castagin –quien aduce que fue el presidente Luis Batlle Berres quien pasó a retiro a Gavazzo padre, antes de que llegara a general–, José Nino estaba empecinado con llegar más lejos que su progenitor. “Por eso lo suyo era todo ‘yo hago, yo cumplo’”.

Algunos lo recuerdan como un compañero correcto y estudioso; otros lo evocan como un joven con aires de superioridad y genuina maldad.

En 1956, tras egresar del liceo, Gavazzo ingresó al curso de Artillería de la Escuela Militar. Allí fue un alumno más, y ya hacía alarde de cierta atracción por el movimiento fascista y la figura de Benito Mussolini. 

Se recibió de alférez en 1959 y tras recibir el sable de mando, juró defender la Constitución y la ley. 

En 1960 ingresó en el Grupo de Artillería 5, y allí se mantuvo hasta 1963. Para entonces, el Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros ya empezaba a sacar cabeza.

Artigas Pessio
Fue condenado por el asesinato de 30 personas

Durante el verano, ante un apagón provocado por el gremio de la UTE, el gobierno apeló a a los militares para disolver la huelga. Entre los convocados para la tarea estuvo Gavazzo. Su labor fue reconocida por sus superiores. El aumento de la tensión y la crispación política fue un terreno fértil que el joven oficial no desaprovechó. 

Con el transcurso de los años en la década de 1960, en los que el país caminaba lentamente hacia su hora más oscura, Gavazzo pasó de dar clases en la Escuela Militar a tomar el curso de oficial en el Estado Mayor del Ejército. 

“Nosotros veíamos que la Policía no podía. Que día a día era sobrepasada y que cada día tenía menos espíritu para combatir a la subversión. Yo decía: esto termina en nosotros, ¡y si nosotros no estamos preparados, cae todo! Finalmente empezamos a hacer trabajos por equipos sobre la guerrilla y la dirección del instituto empezó a mirarnos con otros ojos”, relató Gavazzo a Haberkorn. 

A las clases dictadas por sus superiores, sumó la elaboración de estudios teóricos sobre las guerrillas y los movimientos subversivos. 

En 1971 fue ascendido a mayor y fue trasladado a la Región Militar 4, en la ciudad de Minas. Por entonces sus superiores destacaban su “innato deseo de servir”, así como sus condiciones físicas.

La fuga de 111 tupamaros del Penal de Punta Carretas, ocurrida el 6 de setiembre de ese año, llevó al gobierno de Pacheco Areco a encargarle a los militares el mando de la lucha antisubversiva. 

Allí donde había picanas, golpes y torturas, Gavazzo se movía como pez en el agua.

“La mayoría de los detenidos se doblegaba de inmediato, lo que nos permitía seguir su cadena de contactos. Las mujeres eran mayoritariamente y en todos los aspectos mucho más duras de carácter y de comportamiento más inteligente que los hombres (...) Los obreros, absolutamente minoritarios en las organizaciones terroristas, eran por lejos más concientizados e inteligentes que los estudiantes (...) El factor tiempo se tornó un elemento básico para poder obtener información del prisionero que permitiera llegar a los integrantes del resto de la célula antes de que se percataran de lo sucedido”, escribió en sus memorias. 

En abril de 1972 comenzó a trabajar en el Servicio de Información de Defensa (SID), uno de los bastiones de la lucha contra la guerrilla, y también de la tortura.

En el Noveno de Caballería, se convirtió en experto en interrogatorios de mujeres. 

Entre fines de 1972 e inicios de 1973, se dedicó a indagar a los principales mandos del MLN en Paso de los Toros. Mauricio Rosencof, Henry Engler, Adolfo Wasem Alaniz pasaron por las manos del ya por entonces temido militar.

"Él estaba al frente, con su cara, como todopoderoso. No se escondía y el símbolo de él era: te tenía un mes sin tomar agua, o quince días, y ponía una botellita de Coca Cola en el centro. Ese es su símbolo. De frente, cara a cara, empezaba las amenazas, las torturas. Vos ibas hacia Paso de los Toros con cuatro o cinco soldados pisándote y toda una caravana. Íbamos a comparecer con el todopoderoso, que era el Nino Gavazzo. Ese es uno de los más crueles de más poder que tuvo la dictadura", relató Alejandro Pereira en el libro Sin Piedad.

El 18 de marzo de 1973, a pocas semanas del golpe de febrero pero aún con el Parlamento en funciones, un cadáver desnudo y mutilado apareció flotando en las aguas del río Negro, próximo a Paso de los Toros. La confirmación de que ese cuerpo era el del tupamaro Roberto Gomensoro, desaparecido días antes llegaría casi tres décadas después.

Y la confesión de Gavazzo, en 2018, ante un Tribunal de Honor del Ejército Nacional. 

“Yo lo cargué al vehículo, yo manejé al vehículo, lo llevé al lugar, lo bajé, lo puse en un bote y lo tiré del bote. Yo solo”, sostuvo Gavazzo en esa instancia, sin saber –probablemente– el escándalo político que generarían sus dichos, que se mantuvieron en reserva un año, hasta que fueron divulgados por El Observador, desatando una tormenta política que salpicó al ex comandante en Jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, y al entonces presidente Tabaré Vázquez. 

Del segundo vuelo a la ley de caducidad

El prontuario de Gavazzo es el de los más abultados de todos los militares que participaron de la dictadura. 

Una vez recuperada la libertad y asumido el gobierno democrático encabezado por Julio María Sanguinetti, los juzgados comenzaron a recibir varias denuncias por violaciones de derechos humanos, muchas de ellas con Gavazzo como protagonista principal. 

El 12 de setiembre de 1985, en una entrevista con el semanario Búsqueda, José Nino dejó claro que no se le pasaba por la cabeza presentarse a declarar. "Como militar no estoy dispuesto a concurrir ante ningún juez civil para que me juzgue por operaciones militares. Sí estoy dispuesto a concurrir ante cualquier juez militar. Se deduce que las acusaciones serían por hechos vinculados a actividades mías en el servicio (...) y las leyes de la guerra no son las mismas que de la paz", dijo en esa ocasión.

Y fue más allá. "Si recibo una citación para presentarme ante un juez civil, me voy a presentar ante el comandante en jefe del Ejército".

–¿Se ampara en alguna norma legal?–, preguntó el periodista. 

–No, en ninguna. 

En ese contexto de militares que anunciaban su intención de evadir la Justicia, el gobierno se decidió a evitar una crisis institucional a través de la polémica ley de caducidad. 

El lunes 22 de diciembre de 1986, día que el Parlamento aprobó la ley, Gavazzo estaba citado a declarar. Su nombre no estuvo ausente en el debate dentro del Palacio Legislativo. 

La causa de los desaparecidos y los juicios a los represores de la dictadura tuvieron nulo avance hasta comienzos del siglo XXI, cuando el presidente colorado Jorge Batlle instaló la Comisión para la Paz. La llegada del Frente Amplio al poder, en 2005, removió en parte el silencio. El Ejército admitió que Gomensoro había muerto en el Grupo de Artillería. La Fuerza Aérea reconoció que había existido un segundo vuelo, con prisioneros que fueron traídos desde Argentina y ejecutados en Uruguay. 

En 2006, el juez Luis Charles condenó a Gavazzo a 25 años de penitenciaría como autor responsable de 28 delitos de homicidio muy especialmente agravados.

Charles concluyó que Gavazzo y otros militares juzgados "los unía el desprecio por la vida de aquellos que consideraban sus enemigos y entonces, como manos ejecutoras del terrorismo de Estado, vulneraron no solo manuales de procedimientos, sino fundamentalmente derechos inherentes a la persona humana, utilizando métodos degradantes". 

Camilo dos Santos
Gavazzo estaba internado en el Hospital Militar, donde murió.

En 2017, Gavazzo fue condenado también con 30 años de penitenciaría por el secuestro y desaparición de María Claudia García de Gelman. La sentencia fue ratificada en 2020 por la Suprema Corte de Justicia. 

También se lo condenó a 25 años por el asesinato del maestro Julio Castro en 1977.

Pasó por varias dependencias carcelarias, y en 2015 se le concedió prisión domiciliaria. Los últimos años los vivió en una amplia casona de Parque Miramar, con jardines y piscina.

El Tribunal de Honor que lo juzgó concluyó que afectó el honor del cuerpo de oficiales, pero solo por haber permitido que otro camarada fuera inculpado injustamente por la muerte de Gomensoro.

Nunca se arrepintió. 

"Los años de silencio autoimpuesto por las Fuerzas Armadas de poco han servido para consolidar una paz duradera y auténtica, y por el contrario han contribuido a crear un clima de 'culpabilidad' sobre muchos que lo único que han hecho, como yo, fue cumplir con el deber y defender a nuestros conciudadanos demócratas y republicanos de otros que nos querían imponer un régimen dictatorial similar al entonces vigente en los países del bloque comunista", escribió en 2012. 

"Ni yo ni ningún camarada apretamos el gañote por o con placer a nadie. Fue una desagradable necesidad de la guerra", agregó.

"Yo digo o a usted le quiero decir la verdad, pero si usted me pregunta 'usted mató a alguien' o 'usted torturó', yo tengo que mentirle’, dijo al periodista Haberkorn en 2016. 

El día que el niño Gavazzo perdió a su madre, su padre lo levantó de la cintura frente al féretro para que se despidiera con un beso en la frente. El “frío del cuerpo” de su madre se le grabó a fuego hasta el fin de sus días. “Moriré teniendo en mi memoria el momento en que nuestro padre nos dijo a los tres hermanos: 'vamos a despedirnos de mamá'”, escribió en sus memorias.

Este sábado 26 de junio de 2021, fue el cuerpo de 81 años de Gavazzo el que se enfrió, arrastrando consigo varios secretos y mucho dolor. 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.