Pancho Perrier

Golpeando a las puertas del Cielo

Un gobierno con autoestima alta y una oposición que busca una salida

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06 de marzo de 2021 a las 05:04

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Uruguay reinició sus actividades formales casi a pleno —aunque falte aún el parón de Semana de Turismo—, con clases presenciales en escuelas y liceos, vacunaciones contra el coronavirus, Parlamento en funciones y el parsimonioso desperezar de las oficinas públicas.

El sector productivo nunca paró, porque no se guía por el mismo almanaque que la burocracia, y las exportaciones agroindustriales terminan el verano con una resurrección vigorosa, después de lamer las heridas del año pasado.

La inflación sigue alta, la contribución inmobiliaria aumentó todavía más, los casos de coronavirus crecen desde Carnaval (aunque, para compensar, las vacunas llegan en masa y Gonzalo Bergessio sigue haciendo goles).

Mientras tanto el presidente Luis Lacalle Pou inició una completa ofensiva ante la opinión pública: primero con un discurso en la Asamblea General el martes 2, y luego con una larga entrevista en Telemundo en la noche del miércoles 3.

Su confianza y solvencia para comunicar han crecido mucho; tal vez alentado por ciertos buenos resultados durante el complicadísimo primer año en la Presidencia, y por una evaluación del público entre buena y muy buena, según algunas encuestas. (El reproche que se le puede hacer, en todo caso, es que habla demasiado como un conductor solitario de los destinos del país, como Atlas carga el Cielo en sus espaldas, más que como líder de un equipo de gobierno).

La oposición, que lo esperaba en la Asamblea General con piedras en el bolsillo, respiró al percibir el tono conciliador. “Hoy no venimos a hablar de herencias”, empezó Lacalle Pou; “ya todos sabemos cuál era la situación antes de 1º de marzo del 2020”, golpeó, pero “ya no hay tiempo para excusas”.

Luego desplegó una gran variedad de datos y números, de distinta entidad, sobre las acciones del gobierno el último año, y planes para el futuro.

Destacan la proyectada inversión en obras públicas, particularmente en carreteras, puentes y suministro de agua potable; la ampliación del puerto de Montevideo y la reducción de tarifas por la empresa belga Katoen Natie a cambio de una extensión de su concesión otros 20 años; la ampliación de planes de asistencia a través del Mides y las exoneraciones parciales a las empresas de aportes jubilatorios, para estimular el empleo.

El año pasado se perdieron miles de pequeñas empresas debido al shock de la pandemia, sobre todo en el turismo, el desempleo real llega ahora al 12 o 13% y la población uruguaya en la pobreza suma otro tanto.

Lacalle Pou y el equipo económico tratan de combinar un ajuste en los gastos rutinarios del Estado, ya muy deficitario, con una expansión de las ayudas para mitigar los daños del coronavirus. El plan es salir antes y mejor parados, como país sano y estable, y hay algunas señales de que podría lograrse.

El tono conciliador y continente de Lacalle Pou fue más notorio todavía con sus socios en la coalición de gobierno: el Partido Colorado (12,3% de los votos válidos en octubre de 2019), Cabildo Abierto (11%) y el Partido Independiente (1%).

Pero no por ello Guido Manini Ríos, líder de Cabildo Abierto, dejó de empujar con guante de seda ciertas iniciativas muy discutibles, como el proyecto que limita el uso del suelo para la forestación industrial, o una reducción de las exoneraciones tributarias para los grandes inversores. 

Por su parte el Frente Amplio —la oposición— dio su respuesta al día siguiente, en una conferencia de prensa.

“El gobierno eligió gobernar en soledad, sin diálogo democrático, en particular sin diálogo con la oposición”, afirmó su presidente, Fernando Miranda. El gobierno “es conducido por un sector convencido en su vanidad”, que “eligió el camino de la confrontación, de la polarización”.

Miranda pareció atribuir todos los problemas socioeconómicos al nuevo gobierno, y masticó cada palabra como con bronca y junando; un tipo de discurso beligerante que solo convence a los ya convencidos.

La izquierda sigue vagando por el desierto, aún lejos del renacimiento, o golpea a las puertas del Cielo, como aquel ayudante de sheriff moribundo al que cantó Bob Dylan. Mientras tanto el gobierno corre el riesgo de tropezar por mirarse el ombligo. (La marcha atrás con el presupuesto de la ANII muestra que aún no ha enfermado de necedad).

En paralelo, la virulencia del enfrentamiento político en las redes sociales pone de manifiesto la frustración y la violencia latente en ciertos sectores de la sociedad, cuando no fanatismo e ignorancia. 

En todo el mundo los políticos y burócratas suelen sobreestimar la importancia de sus acciones. No me la quieran bailar, dice la vieja zamba: el que toca nunca baila.

La economía, en realidad, parece en franca recuperación con independencia de las acciones del gobierno, gracias a la vitalidad de las exportaciones hacia China, Brasil y la Unión Europea.

Otra vez, como en tantos malos momentos de la historia, las agroindustrias sacan al carro del fangal, en silencio y sin mucha tribuna adicta. Y en cuanto se reabran las fronteras del mundo, con Uruguay a la cabeza, comenzará a renacer el turismo receptivo, otro gran mago creador de empleo y sostén de una constelación de empresas.

Otras cosas importantes han ocurrido. Los niños y adolescentes regresaron a las clases presenciales, un terreno en el que Uruguay estuvo a la vanguardia ya el año pasado.

El cierre de las escuelas provocó en el mundo un daño a la salud mental mayor que el coronavirus. Esos niños y adolescentes saldrán de sus aulas a fin de año “más maduros, más confiados en sí mismos, con las ambiciones más claras y algunos centímetros extra de estatura”, según resumió una antigua maestra.

Uruguay corrió las vacunas de atrás, aunque ahora avanza rápido, gracias a una abundante provisión de Sinovac y Pfizer BioNtech. La pequeñez e integración geográfica y social del país es una magnífica bendición: otra forma de golpear a las puertas del Cielo. 

La vanguardia en la región la mantiene Chile, donde casi 25% de la población se ha vacunado con al menos una dosis.

Chile tuvo hasta ahora casi 1.100 muertos por covid-19 por millón de habitantes, un poco menos que Argentina y Brasil. Uruguay ha sufrido más de 180 muertos por millón. La economía de Chile cayó 6% el año pasado, la de Uruguay alrededor de 5,8%, Brasil 4,1% y Argentina se hundió 10%.

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