Eduardo Espina

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Humano, demasiado humano, 2

Hay casos policiales en que la realidad parece provenir de la ficción
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17 de septiembre de 2018 a las 12:42

En medio de la polvareda levantada por el movimiento #MeToo movement, hay quienes creen que aquellos hombres que invitan a una mujer a tomar una copa y luego a cenar están ejerciendo una actitud machista pues, supuestamente, la acción podría interpretarse como que el hombre está ejerciendo una voluntad de poder, teniendo al dinero de cómplice. Para librarse a priori de tales acusaciones, el ciudadano estadounidense Paul Guadalupe Gonzales ideó un plan y lo llevó a la práctica casi a la perfección. Sin embargo, lo que el consideró divertido podría representarle 16 años de cárcel, pues esa es la pena para el delito que cometió. El acusado, de 45 años, conocía a mujeres a través de internet, práctica cada vez más frecuente en un momento de la historia como el actual en el que nadie parece tener tiempo. Les decía de encontrarse en un restaurante fino, en donde cenar cuesta un ojo de la cara. Lo primero que pensaban las ilusionadas damas, era que el generoso Romeo tenía dinero. Y como al ser  humano le gusta imaginar por anticipado el mejor de los mundos posibles, las damas solteras y solas se imaginaban felizmente casadas con un hombre rico, con el cual podrían conocer los mejores restaurantes de la ciudad y tener una vida de lujo.

 

El plan era simple y de eficacia inmediata. Apenas Gonzales llegaba a la cita, les decía a las mujeres que pidieran lo que quisieran. Después de consumir ambos los tragos más caros y los mejores platos, el hombre decía que tenía que hablar con su hermano por teléfono. Se levantaba y salía afuera del restaurante, con la excusa de que en la calle podía hablar con menos ruidos. Pero Gonzales nunca regresaba. Dejaba a las mujeres esperando en la mesa y con una voluminosa cuenta para pagar, en algunos casos, superior a los US$ 300. Pasados varios minutos, las mujeres comenzaban a desconfiar y salían a buscarlo. Por supuesto, nunca lo encontraban. Con las 10 mujeres que engañó, Gonzales siempre siguió el mismo patrón. Les decía que le dieran una sorpresa pidiendo el postre que más les gustaba, mientras él hacía la llamada. De ser encontrado culpable, le espera un nada dulce futuro.

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