Ingenio apuesta a potenciar startups en etapas avanzadas
Con más de 200 proyectos incubados y 60 empresas consolidadas, Ingenio, la primera incubadora de Uruguay cumplió 20 años y sigue el camino de innovar
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02 de julio de 2021 a las 05:00
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Se podría decir que con Ingenio nació el ecosistema emprendedor de Uruguay. Era 1998 cuando a los ingenieros Julio Fernández, actual vicerrector de la Universidad ORT, y Mario Fernández, decano de la facultad de Ingeniería, les surgió la inquietud de por qué los proyectos finales de carrera no lograban materializarse en productos reales. Allí comenzó a gestarse una idea que se materializaría en la primera incubadora de empresas tecnológicas del país. “Recordé una organización que había visto en Bruselas, una incubadora municipal, llamé a mi oficina al ing. Pablo Valenti, que trabajaba en ORT en aquel momento y comenzamos a trabajar. A principios del 2000 teníamos un borrador de propuesta de incubadora para presentar al Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del BID”, rememora Fernández en el evento virtual que se realizó el pasado 29 de junio con motivo de los veinte años de Ingenio.
El proyecto estaba alineado con la dirección que quería tomar el LATU y decidieron presentarlo de forma conjunta bajo el nombre “Incubadora de empresas de tecnologías de la información”, con sede en el Parque Tecnológico y una petición de un millón de dólares para ponerlo en marcha durante tres años. El proyecto fue aprobado y el 26 de junio de 2001 se firmó el contrato para la creación de Ingenio: en agosto de ese mismo año ya estaban realizando la primera convocatoria de empresas. Al finalizar el apoyo del BID, consiguieron fondos del Banco Mundial y en 2007, con el fin de la financiación externa, pasaron a depender del LATU y la ANII.
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“Los primeros años de Ingenio estuvieron enfocados en la promoción de proyectos netamente vinculados a software. Luego, si bien se siguió —y sigue— trabajando con proyectos de sistemas, se fueron incorporando otros perfiles como electrónica, telecomunicaciones, robótica, etc. que atraviesan todos los sectores productivos del país”, dijo a El Observador Rosana Fernández, actual directora de la institución.
Al principio, el gran desafío era crear una cultura emprendedora en el país. Dice Fernández: “generalmente los que emprendían era porque continuaban el negocio familiar o porque no encajaban en las estructuras de las empresas constituidas. Había sobre todo que convencer a los potenciales emprendedores de que emprender era de enorme valor, que no era para fracasados”.
Si bien desde su nacimiento han surgido una variedad de instituciones, programas, fuentes de financiamiento, oficinas de promoción de emprendimientos, incubadoras, coworks, eventos para generar networking y programas de formación y capacitación para emprendedores, para Rosana Fernández el ecosistema aún está en una etapa “adolescente”. “Se ha avanzado mucho, pero aún hay muchos desafíos por delante como, por ejemplo, promover la actitud emprendedora en todos los niveles educativos, desde la educación inicial, promover la especialización de las instituciones en el ecosistema para el mejor aprovechamiento de los recursos disponibles, mejorar los marcos normativos para impulsar a los nuevos emprendimientos, acceder a más fuentes de financiación de capital de riesgo, etc.”.
Pero los frutos no son pocos para Ingenio, en estos veinte años incubó a más de 200 proyectos, de los que estiman que el 40% aún siguen activos y que “son empresas rentables que generan puestos de trabajo de valor y tienen clientes en todo el mundo”.
Rafael García, director de Ingenio en el período 2008-2019, a dos años de su desvinculación de la organización la ve “con mucha felicidad”, siente que funciona bien y que sigue siendo un jugador fundamental dentro del ecosistema, en el que entiende que tiene un rol más de articulador y puente con las redes internacionales de incubadoras que hace veinte años.
Para García, como primera incubadora, Ingenio de cierta forma mostró cómo había que hacerse las cosas, tanto a nivel nacional como regional. “Lideramos proyectos, entrenamos gente de muchas incubadoras, escribimos manuales de incubación, mostramos un camino, siempre fuimos abiertos a compartir nuestras experiencias y aprendizajes. Desde el primer día es una institución innovadora y siento que dejamos una marca”.
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Pese a la pandemia, la incubadora siguió activa y proyectándose a futuro. Este año inauguró un laboratorio de electrónica para el prototipado de proyectos que permite a los emprendedores de Ingenio, Thales Lab y Fundación Julio Ricaldoni desarrollar, validar y mejorar sus proyectos; y está virando un poco su propuesta de valor, poniendo énfasis en el desarrollo de un programa de preaceleración que busca ayudar a las empresas más maduras a que se consoliden a nivel internacional. “Con ello esperamos acompañar a los emprendedores a lo largo de las etapas más críticas del desarrollo de sus proyectos”, expresa Fernández y agrega que también seguirán apostando al desarrollo de sectores de interés nacional como, por ejemplo, proyectos de electrónica o biotecnología, del sector cannábico y de base científica-tecnológica.
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