ChatGPT: el nuevo juguete de los fanáticos de la tecnología.

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Inteligencia artificial: GPT, el chat de moda que pone en apuros a la educación uruguaya

Una máquina que crea textos complejos como un humano es furor entre estudiantes del hemisferio norte: ¿cómo puede impactar en las aulas de Uruguay?
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20 de enero de 2023 a las 05:04

“La inteligencia artificial es una cosa curiosa, con un cerebro que no se cansa, puede hacer muchas cosas, sin quejarse ni hacer drama. Pero a veces se confunde, y te da una respuesta rara, como ´Los tomates son una especie de pájaros´ o ´La luna es un queso que agrada´”. 

Así empieza la canción sobre la inteligencia artificial que hizo la propia inteligencia artificial. O, mejor dicho, es el resultado “original” que arroja el ChatGPT a la consigna: “Escribe una canción sobre la inteligencia artificial y sus desafíos”. Este chatbot gratuito, chiche de moda entre los geeks, es capaz de crear texto a través del aprendizaje automático y el procesamiento de lenguaje natural con un nivel gramatical y sintáctico que cualquiera confundiría con la creación humana. Pero este comienzo de canción es obra de la máquina.

Esta revolución tecnológica —a una escala que a Sócrates, el filósofo que vaticinó con que la escritura sería el ocaso de la memoria, le traería urticaria— está impactando en las aulas de Europa y Estados Unidos que están en pleno año lectivo. Porque una herramienta como ChatGPT le hace perder el sentido a los poemas en décimas que envía como deberes un profesor de Literatura, al ensayo académico que reclama el docente de Filosofía, a la redacción escolar de qué hicieron los estudiantes durante las vacaciones o las preguntas históricas de quién era José Artigas, o los charrúas, o...

Antony Aumann, profesor de Filosofía en la Northern Michigan University, lo padeció hace pocas semanas. Un estudiante le entregó un ensayo sobre la prohibición del burka (el velo islámico al que las mujeres afganas son obligadas a vestir) cuyo texto era prolijo, coherente y bien argumentado. Pero un detalle le llamó la atención: figuraba una aseveración del filósofo escocés David Hume que no tenía pies ni cabeza.

El docente Aumann, quien ya conocía el ChatGPT, “pegó” en el chat el texto del estudiante y le preguntó a la máquina cuán probable es que eso haya estado escrito con inteligencia artificial. La respuesta no dejó casi posibilidad de duda: “99% de chances que haya sido escrita por inteligencia artificial”. El alumno no tuvo escapatoria y admitió su plagio que, técnicamente, algunos expertos discuten si realmente lo es.

"Aprendí un par de cosas en mi experiencia el último semestre que ya estoy implementando", relató Aumann a El Observador. El docente destacó que el chat puede generar un ensayo "bastante decente" y que puede ser "único" dependiendo de las instrucciones que se le den y eso llevó a que el engaño sea "muy fácil" para los estudiantes. 

Ante este nuevo escenario, Aumann decidió incorporar el uso del ChatGPT en sus clases. "Algunos profesores están volviendo al papel y el lápiz. Otros profesores están usando exámenes orales donde los alumnos no tienen acceso al chat. Yo creo que hay problemas con ambos métodos por lo que decidí apoyarme en el uso del ChatGPT", agregó.

El profesor explicó que las discusiones que se dan en su clase son entre él y sus estudiantes (un grupo de seres humanos) pero ahora, dijo, sus alumnos se interesan por saber "qué tiene para decir el robot". "Es un robot que leyó casi la totalidad de la literatura occidental, que es bastante más de lo que yo leí", señaló. 

El debate local 

Según el ministro de Educación de Uruguay, Pablo Da Silveira, “es irrelevante discutir si nos gusta o no el avance tecnológico”, porque “lo relevante es preguntarse qué oportunidad ofrece esta invención que, se intente prohibir o no, ya está entre nosotros”. El jerarca, doctor en Filosofía, tiene su respuesta: “Es una oportunidad para replantearse qué se pretende del acto educativo: un estudiante puede devolverme un ensayo filosófico hecho con este chat, pero lo que debe evaluar el docente no es el ensayo en sí mismo, sino tener unos 20 o 30 minutos al día siguiente para evaluar si el estudiante es capaz de argumentar sobre ese escrito, si es capaz de razonar, de asociar…”.

Cada nueva tecnología se suele asociar al peor de los males. Para los ludistas de principios del siglo XIX, la máquina de hilar ponía fin a la artesanía. Para los pacifistas de entreguerras, la fórmula de Einstein (la energía es igual a su masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado) servía para darse cuenta que unos kilos de uranio y plutonio bastan para generar una explosión equivalente a 15.000 toneladas de dinamita (la bomba atómica). Y para los docentes enciclopedistas la Encarta, Wikipedia o el buscador de Google son la perdición del saber.

Lejos de esa mirada apocalíptica, la inspectora Técnica de Primaria, Selva Pérez Stabile, considera que “la educación tiene que dialogar con estas invenciones y no hay que temerle al cambio por más desafíos que proponga”.

En la misma línea de razonamiento que el ministro Da Silveira, la inspectora insiste en que “el quid del asunto no radica en si el escolar es el autor creativo o no de un poema, sino qué hace el docente y el estudiante con ese poema que puede haber sido creado por la máquina: ¿está escrito en la misma cantidad de sílabas que una payada tradicional? ¿Sobre qué versa? ¿Qué sentimientos despierta?”.

Gonzalo Frasca, doctor en retórica de videojuegos y uno de los expertos a los que consultó la ANEP sobre la transformación curricular uruguaya, lo resume así: “Si seguimos con el modelo de pruebas y trabajos que se centran en el resultado y no el proceso, estamos en el horno”.

Las implicancias de la revolución de la inteligencia artificial, admite Frasca, “son desconocidas, apenas nos podemos imaginar a una o dos jugadas de ajedrez a que pueden llegar”. Sea como sea, “tienen la chance de propiciar un cambio radical y, de cierto modo, democratizan el plagio”. Porque si antes los deberes escolares a algunos se los hacía un padre o un hermano, ahora la respuesta está en un chat disponible para todos.

Por eso la inspectora Pérez Stabile reflexiona que “la tarea domiciliaria tiene sentido cuando es una prolongación del trabajo en el aula, cuando es parte de un proceso, y no de un resultado en sí mismo. Y se supone que el docente, entendido como mediador del aprendizaje y no como un portador de la verdad, debe fomentar ese pensamiento crítico en cada tarea: contraponer, argumentar, chequear, aprender a buscar la verdad”.

¿La verdad? Ahí está la llave de lo que la máquina todavía no es capaz y en lo que la educación se debe centrar, al menos eso sostiene el ingeniero Nicolás Jodal (otro de los consultados por la ANEP sobre la transformación curricular). “Cada revolución lo que hace es transformar un recurso escaso en abundante. La revolución industrial sustituyó la fuerza animal (o humana) por máquinas. Ahora es tan abundante la fuerza que un auto puede viajar a 260 kilómetros por hora y, sin embargo, solo los corredores los usan a esa velocidad. Como contrapartida, el combustible y el petróleo que eran abundantes, empezaron a cotizarse y escasear”. ¿Qué pasa en la revolución de la inteligencia artificial? “La creación de textos y la imitación del lenguaje natural se vuelve abundante y al alcance de todos, pero empieza a escasear la verdad, lo verificable”.

Cada tanto, el ChatGPT advierte al usuario: “Lo siento, esa afirmación es incorrecta. Según la Biblia y la historia, Jesús no asesinó a Pilatos, quien era el gobernador romano de Judea en ese momento…”. Este es el comienzo de la respuesta que entregó el chatbot cuando se le pidió un ensayo sobre por qué Jesús asesinó a Pilatos. Incluso, con cierto dejo de moralista, la máquina recomienda: “Es importante tener cuidado con las premisas falsas que pueden conducir a conclusiones erróneas”.

Pero si uno le pide al mismo chatbot —u otros pagos— que le escriba un texto sobre por qué Artigas defendía el virreinato del Río de la Plata, es probable que el chat no le anuncie ninguna advertencia y le invente ese escrito.

“En definitiva el desafío es que el estudiante pasaría a cumplir un rol más parecido al del editor que al de un escritor”, dice Jodal. En vez de crear el texto, el editor hace el chequeo de la coherencia, el cruce de fuentes, la calidad de ese texto, los argumentos y contraargumentos.

El ministro Da Silveira coincide: “En varios periódicos locales de Estados Unidos, cada lunes las noticias sobre resultados deportivos del fin de semana son escritas por robots. Son tareas automatizables en que el humano hace la diferencia cuando le agrega complejidad creativa o cruce de fuentes”. Por eso, dice el secretario de Estado, “el sistema educativo tiene como desafío que los estudiantes y docentes sean capaces de discernir entre lo verdadero y lo que no, entre lo profundo y lo que no”.

Como ejemplo, comenta Da Silveira, “uno de los problemas que estamos advirtiendo en las nuevas generaciones que se desarrollaron con internet es la pérdida de profundidad histórica: Google te pone en el mismo nivel lo que pasó hace una hora que aquello que ocurrió hace 400 años. Y entender esa diferencia temporal es la clave para comprender un paradigma o un tema”.

¿Prohibición? 

Cuando el ingeniero Nicolás Jodal era un adolescente y cursaba tercero de liceo, su padre le regaló una calculadora científica. El joven fue a clase con su nueva máquina, toda una novedad para la época. Durante el curso de Matemática, el profesor estaba explicando cómo se calculaba la raíz cuadrada y el pequeño Jodal respondía al instante el resultado de cálculos complejos, Hasta que en un momento su docente lo descubrió y le dijo: “No jodas, Jodal”.

El estudiante devenido en un exitoso empresario de la industria tecnológica admite que aquella anécdota liceal le dejó un aprendizaje: “Puede que una nueva herramienta genere miedo y que, como primera reacción, se busque su prohibición o destrucción, pero lo más sabio es cómo aprender de esta invención”.

Como ejemplo, comenta, “las redes sociales supusieron un aprendizaje sobre la síntesis de textos, pero, lamentablemente, como humanidad aún no hemos aprendido a argumentar en las redes sin que sea un griterío”.

¿Qué puede aprender la educación de la inteligencia artificial? Según Gabriel Farías, profesor titular de Analítica de Datos en la Escuela de Comunicación de Universidad ORT Uruguay, “estamos en un punto de inflexión en que se necesita aprender nuevas habilidades sobre algoritmia y machine learning para poder sacar provecho de estas tecnologías y poder evaluarlas en su justa medida”.

A su entender, la alfabetización sobre cómo funcionan los algoritmos, cómo se diseñan, qué resultados se pueden esperar de ellos y la ética que hay detrás es base para, entre otras cosas, lidiar con la propia tecnología. “Los profesores no van a poder restringir este tipo de tecnologías, así como no pudieron impedir el uso de otras tecnologías anteriores. La historia nos muestra que los mismos miedos hacia la tecnología se manifestaron en el pasado: Sócrates que no estaba de acuerdo con la escritura; las personas que decían que había que mantener a los libros lejos de los niños en el siglo XVIII y XIX, miedos a la radio que difundió el rock and roll y las fake news de Orson Wells, a los videojuegos, a la televisión, a las pantallas (¡limitar el uso a dos horas por día!), a internet, a la computación personal (desde la PC de escritorio, con sus clásico cuentos de periodistas que preferían la máquina de escribir, hasta los teléfonos inteligentes). Estamos, si se quiere, ante un nuevo quiebre generacional”. 

En este quiebre generacional, complementa el ministro Da Silveira, queda expuesto el cambio de paradigma educativo. “En el pasado, la educación alcanzaba minorías. Luego se fue masificando. En Uruguay, como ejemplo, a principios de los 60 los estudiantes del bachillerato público de país entraban en el IAVA. Y no era un problema exclusivo de Uruguay. Era la realidad del momento. Lo que hemos vivido es un proceso de masificación. Eso está muy bien en términos de igualdad de oportunidades y movilidad social, pero deshizo el vínculo personal en que mucho tiempo se apoyó la actividad educativa. Por eso algunas de las universidades más top siguen restringiendo el ingreso, porque mantienen el viejo modelo tutorial de docente-alumno”. Y la pregunta que hay detrás sería, ¿cómo se logra ese vínculo más personalizado en medio de la masividad?

Farías le agrega más desafíos. Desde lo legal “puede que empiecen demandas sobre autoría”. Desde lo ético, “ahora los profesores tienen una herramienta para detectar plagios al instante”. Desde lo creativo, sirve para ir viendo cómo aquella cualidad que parecía intrínsecamente humana, puede ser imitada con los mismos sesgos humanos.

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