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Israel y un mundo inestable

Israel y un mundo inestable: escribe John J. Moor
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10 de octubre de 2023 a las 05:04

En el espacio de estas pocas horas transcurridas desde la irrupción de las noticias acerca del ataque de Hamas a territorio israelí, me ha resultado difícil ignorar una inevitable analogía entre la nación judía, Ucrania y Taiwán. Estos tres países están expuestos hoy a un riesgo existencial, producto de ser modelos –en sus virtudes e imperfecciones como todo país democrático- de vida política, social y económica, en materia de democracia y libertades civiles, ante la amenaza permanente y asimétrica de Estados gobernados por regímenes totalitarios, extremistas y opresores, que reniegan de esas libertades y que observan y ubican a la democracia como el propio peligro a sus sistemas de intolerancias y tiranías.

Estas naciones comparten además el testimonio de sus arduas trayectorias desde sus orígenes modernos, y un destino siempre amenazado, del que muchas veces emergen manifestaciones a modo de condenas por la propia naturaleza de su existir. En forma recurrente, y desde su nacimiento en 1949, Taiwán debe soportar, en la contención de la cautela, el temor y el autocontrol colectivo, los asedios de las fuerzas armadas de China, a través de maniobras militares cada vez más manifiestas en su hostilidad y cercanía, desde la llegada de Xi Jinping al poder en el 2012. La nación taiwanesa representa para el gobierno de Beijing un ejemplo inaceptable de elección de vida política, y por ello, más temprano que tarde, deberá desaparecer, engullida por el régimen comunista chino. Entre los salones de los organismos de seguridad de Occidente, se habla hoy hasta de un horizonte temporal para una invasión de China a Taiwán, que no iría más allá del 2027.

En el caso de Ucrania, lamentablemente, la amenaza a su existencia ya se ha hecho real desde la invasión de Rusia en febrero de 2022. Al igual que con Israel y Taiwán, la historia reciente que llevó a Ucrania a ocupar un lugar como nación independiente y novel en su sistema democrático, desde su separación de la Unión Soviética a partir de su implosión en 1991, había estado marcada por las amenazas de la Rusia autoritaria de Vladimir Putin. Una Ucrania libre, independiente, progresando en su sistema democrático y su inserción en el mundo de las naciones democráticas occidentales resultaba un factor de peligro a los fundamentos de la visión expansionista y antidemocrática de Putin. Las trágicas consecuencias de esta forma de ver al mundo, por parte del tirano ruso, las vemos hoy en las duras realidades de una guerra que no deja de escalar, en las fronteras de la Europa occidental.

A partir de su nacimiento en 1948, Israel se convirtió en un objetivo de guerra para muchos de los países de Medio Oriente, que nunca cedieron en la firmeza de su agresividad y recurrencia de ataques a lo largo de los casi ochenta años de vida como país. Cierto es, que si bien se hicieron grandes avances en la búsqueda de una paz entre algunas naciones del entorno árabe y que fueran abiertos enemigos de Israel en cierto periodo, en los casos de Egipto y Jordania, el núcleo del peligro constante a la supervivencia del Estado israelí radicó en la cuestión palestina y en el alcance de una convivencia lo más pacífica y viable entre ambas poblaciones, algo hasta ahora que ha probado ser imposible por la vía diplomática, a pesar de los reiterados esfuerzos. Este material inflamable se ha mantenido latente a través de los años, atravesando las dos guerras directas que Israel mantuvo con otras naciones árabes como Egipto y Siria, y los constantes ataques de organizaciones terroristas ubicadas en diversos países de la región, y al interior del propio territorio de los espacios palestinos e israelíes.

Dentro de este marco ya de por sí, altamente explosivo y determinante para la estabilidad de toda una región esencial para el mundo, por factores políticos y económicos, ocurrió un hecho determinante en el actual conflicto y en el ataque que hoy enfrenta Israel. La revolución islamista que tuvo lugar en Irán en 1979 y que instalara allí, tras derrocar al Shah Reza Pahlevi, -un gobernante autoritario, aliado a Occidente en contra de la influencia del extremismo islámico y de la Unión Soviética durante la Guerra Fría- a un régimen fundamentalista teocrático, generó un enemigo abiertamente hostil para la existencia de Israel.

Desde sus inicios, el régimen de Irán ha buscado ocupar un lugar de poder e influencia sobre el resto de los países de Medio Oriente, alineando a gobiernos y movimientos radicales, de manera de establecer un cordón de fuerza y presión alrededor de Israel. Entre estas organizaciones terroristas, hoy se destacan, por su capacidad de daño e influencia regional, a Hamas, operando dentro de territorio palestino, y el Hezbollah, ubicada en el Líbano, país al que prácticamente ha ocupado por las vías políticas y militares, y convertida en un ejército muy bien armado por Irán y otras naciones afines a la idea de ver a Israel destruida y a Medio Oriente sumido en el caos. En forma simultánea, Irán encaró un programa de desarrollo nuclear, con el claro objetivo de lograr la capacidad de fabricación de bombas nucleares, pensando en Israel como un potencial destino, en sus planes de acabar con esta nación, ubicada en las antípodas del modelo político y social para la región.

¿Por qué esta vez es diferente, cuando se trata de la supervivencia de Israel y de una posible amenaza terminal para su existencia?

Quizás sean varias las explicaciones, pero se pueden centrar alrededor de tres realidades que actúan en una suerte de “dinámica sistémica” de riesgos presentes y potenciales, y que opera dentro de un marco histórico muy vigente en el pulso de estas realidades. La primera se relaciona al actual balance de poder dentro de la región de Medio Oriente, en el que una rivalidad entre Arabia Saudita, aliada natural a Estados Unidos como estado árabe moderado y referente político regional, e Irán, no ha dejado de escalar a límites muy peligrosos. Las raíces religiosas juegan su papel en el ancestral antagonismo entre el sunismo y el chiismo, las dos grandes ramas interpretativas del Islam, y representadas en sus respectivos liderazgos por Arabia Saudita e Irán.

Los recientes avances en el acercamiento de varias naciones árabes a Israel, teniendo a los sauditas como su principal interlocutor, han resultado un motivo de gran resistencia y tensiones dentro del radicalismo islámico, que Irán ha venido explotando a favor de su causa. Es posible entonces que esta operación militar de Hamas tenga el respaldo político y el apoyo logístico necesario de Irán, a juzgar por el grado de su audacia y dimensiones.

La segunda razón se debe a la situación interna que viene atravesando la política israelí, en la que el actual gobierno de Benjamín Netanyahu ha adoptado un giro de mayor extremismo a la derecha, endureciendo ciertas posiciones, ante problemas como un proyecto de reforma en la composición del poder judicial. Esta inestabilidad interna del sistema político israelí ha sido debidamente aprovechada por Hamas y por Irán, como oportunidad favorable en la debilidad aparente del gobierno de Netanyahu.

El tercer factor surge de la actual inestabilidad mundial, que involucra a los sistemas políticos democráticos, golpeados por una tendencia a la disfunción, entre el surgimiento de populismos y las polarizaciones entre partidos políticos dentro de las mismas sociedades. Así vemos a países como Estados Unidos, sede mundial de la democracia liberal, y a varias naciones europeas y de otros continentes, afectadas por este fenómeno de deterioro democrático. Este declive está siendo explotado por potencias autocráticas regionales y globales como Rusia en su ataque a Ucrania y en su intervencionismo desestabilizador sobre naciones democráticas de Occidente, mientras que en el caso de China, Xi Jinping busca avanzar su dominio sobre zonas de influencia, principalmente alrededor de Taiwán y en el Pacífico.

En Medio Oriente, el régimen de Irán está haciendo lo suyo, aprovechando las debilidades de Occidente, las distracciones de la guerra en Ucrania y el apoyo cada vez más visible de Rusia y China en su propio avance sobre Medio Oriente. En la confluencia de estas dinámicas ha surgido este nuevo ataque a Israel, el que, por la naturaleza del actual contexto mundial, pone a Israel, por primera vez desde la última guerra de 1973, en una amenaza presente a su existencia física como nación. Y, tristemente, sólo una larga y brutal guerra pareciera ser la única forma de evitar dicho destino, ante la improbable capacidad de la diplomacia, en un mundo hostigado por múltiples crisis y crecientes antagonismos.


Lic. John J. Moor es licenciado en Historia, por la Universidad de Montevideo. Magíster (Tesista) en Historia Política y Social, Universidad de Montevideo.
Profesor de Geopolítica y riesgo político aplicado a comercio internacional, Universidad de Montevideo. Consultor. Analista de política internacional (El Observador, Telenoche, Radio Carve, El Nuevo Herald de Miami).

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