Juana Viale: "En Argentina pensás distinto y sos el enemigo"

La actriz llegó a Uruguay para presentar su película Camino Sinuoso y habló de su familia, de las críticas constantes a su trabajo y de cómo afecta la crisis económica argentina a su rubro

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19 de noviembre de 2019 a las 05:01

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Juana Viale es una cara. Es un nombre y varios nombres que vienen antes que ella –el de Mirtha Legrand, su abuela; el de Marcela Tinayre, su madre–. Es el blanco de las críticas más encarnizadas y una lamparita encendida e incandescente para los moscardones de los medios. Es actriz, protagonista, villana y algunas (pocas) veces heroína. Es esta mujer de 37 años que, sentada en un sillón de un cine de Montevideo con olor a pop viejo, presenta una película argentina –Camino Sinuoso– que la pone como la cara más grande del póster, el rostro más popular. En la entrevista, Juana no se pone en plan estrella porque como lo es desde siempre, lo olvida. Aunque su rostro definido y fotogénico exuda jet set rioplatense por cada poro, ella se siente una más. O eso dice. O eso hace saber; sí, porque lo hace saber. ¿Lo dice? No, ríe despacio y baja la mirada. Con eso alcanza. 

Continuamente pasás de proyectos teatrales, como la obra La sangre de los árboles con la que viniste varias veces a Uruguay, a tiras televisivas, series y películas. ¿Qué buscás en esa alternancia? 

Son las necesidades sensibles del ser. En las películas todo es a pulmón. Todos ponemos el cuerpo para filmar. Por más grande que parezca. El teatro es una toma, en vivo, sin cambios. Me gusta mucho eso. Y esa obra en particular imprime un poco la vida de Victoria (Césperes, su coprotagonista uruguaya) y mía, y sin presupuesto logramos estar en muchos lugares, en muchos festivales y países. Lo más lindo de La sangre de los árboles fue que logramos llegar a otras lenguas, a otras culturas e idiosincrasias. Y sin que nadie sepa quién era yo. Porque en Argentina ya saben a quién van a ver.

¿Eso te liberó un poco de la carga del nombre?

Sí, pero ya estoy grande, ya pasé por todo eso. La carga ya está. 

¿Ya no pesa el tema mediático?

No, no me interesa. No me pesa. Soy madre de tres hijos, estoy en otra cosa, tengo mi cabeza en los horarios de entrada y salida, en los próximos proyectos. Creo que es mejor dedicar la energía a cosas que me nutran.

¿Eso fue algo que te planteaste en determinado momento o fue maduración?

Se dio sin análisis, sobre la marcha.

Imagino que de todos modos sigue siendo un poco difícil abstraerse de los comentarios. Es humano no poder hacerlo completamente.

Sí, pero hace mucho que me pasa esto, que estoy en el medio. No sé qué puede pasar mañana, pero honestamente estoy en un momento de mi vida en que hago solo las cosas que disfruto.

¿Le prestás atención a las críticas que se hacen de tu trabajo?

Hay críticas y críticas. A las bien habidas, que es lo que hace un verdadero crítico y no un frustrado, sí. Yo sé leer eso. Me doy cuenta cuando están criticando porque necesitan hacerme daño. Hay críticas que sé que tienen razón, que no marcan defectos sino que dicen qué se podría haber hecho mejor. Hay maneras para decir las cosas. El cómo y el modo habla más de la persona que critica, que la crítica en sí.

¿Crees que hay una especie de intencionalidad contra tu trabajo?

Sí, pero no es algo que me preocupe. Sigo trabajando, creando, me sigo relacionando, tengo mis afectos, mis hijos, mis amores, mis proyectos, yo sigo. No puedo detenerme por un infeliz. 

¿Nunca te desalentó nada de eso?

No, para nada. En mi balanza no pesa.

¿En ese proceso de maduración ha cambiado el peso de tu familia en tu vida o carrera?

Nunca fue un peso. Somos personas que hemos constituido, por sobre todos los valores, la libertad. Y con mucho respeto. Así como yo no le voy a ir a decir algo a mi abuela, ella tampoco a mi madre y todo así. Todo se charla, nos sentamos a comer asado, pero nadie le baja línea a nadie. Nos respetamos un montón, y de hecho mi madre, mi abuela o mi padre siempre son los primeros en ver las películas o las obras de teatro para apoyarme. 

¿Cómo es tu relación con las redes sociales?

Soy muy mala con las redes. Me cuelgo o me olvido de ellas. Comento poco, a veces me gustaría comentar más. Pero ahí pienso que si digo tal cosa, después puede venir el coletazo.

¿Te frena el eco que pueda tener lo que digas?

No tengo ganas de exponerme gratuitamente. Y en las redes hay opiniones impunes y cada uno dice lo que quiere. No sé si tengo ganas de estar ahí, me mantengo en la periferia. 

Argentina hoy está complicada económicamente...

¿Complicada? Está mal. Salado. 

A lo que iba era, ¿en esa coyuntura decirle que no a un trabajo es un lujo?

No sé. Soy muy quisquillosa. Mis prioridades son mis hijos, y por eso mismo a veces tenés que hacer otras cosas. Por un lado decís 'esto no lo haría', pero después te das cuenta que en este momento lo tenés que hacer. Siempre hay que buscarle la vuelta, y si estás haciendo algo que no te hace muy feliz, tenés que tratar de encontrarle el sabor. 

Y en cuanto a la “grieta”, ¿cómo es trabajar en el rubro de la actuación con esa bipolarización política?

He compartido elencos con compañeros que son políticamente opuestos a mí y nunca tuve ningún problema, porque priorizo lo humano. No me interesa si te gusta esta o aquella bandera. Con el resurgimiento del tema de la mujer, del feminismo, del pañuelo verde, naranja y todos los pañuelos que hay, me he puesto a pensar sobre si soy feminista o no, y me lo han empezado a preguntar mucho.

De hecho, es una pregunta fija en cada una de tus entrevistas.

En todas. Pero para mí el tema no es ser feminista o no. Yo no me considero feminista, sí me considero una mujer que apoya la libertad, los derechos laborales, el aborto legal, seguro y gratuito. El paso que hay que dar es de conciencia. Se está dando una fractura constante en todo: en el pensamiento político, en el pensamiento social, de salud, ambiental, en la educación, en la alimentación. Mi hija es vegana y yo soy vegetariana, pero no por eso voy a criminalizar a la persona que come carne. Hay mucha irascibilidad, poca tolerancia, hay saturación. En Argentina pensás distinto y sos el enemigo. 

Querías ser bióloga marina. Terminaste siendo actriz. ¿Nunca te pusiste a pensar si este era realmente el camino que tenías que tomar? 

Siempre hay tiempo para cambiar. Pero creo que no, porque si hubiese tenido que ser bióloga lo hubiese sido. Las cosas son porque tiene que ser, porque uno toma decisiones. Igual nunca es tarde. Si me sigue llamando ese deseo, puede ser. Una de las preguntas que me hago últimamente es cuántas veces uno puede volver a empezar, renacer, inmolarse en lo que hacía y empezar de cero. Creo que uno puede hacerlo las veces que lo desee. El tiempo no corre de la misma manera que el deseo. 
 

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