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La hora del Loco: un vistazo exclusivo a todo lo que sucede detrás de Trato Hecho

Hace dos semanas que el programa de Sebastián Abreu está al aire en la nueva propuesta de entretenimiento de Canal 12; esto sucedió en una de sus grabaciones
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13 de noviembre de 2019 a las 05:00

El Loco está cómodo. Con la autoestima por las nubes. Para él es jugar y cobrar, incluso cuando en el programa las dos palabras no siempre están conectadas. Entra al estudio suelto, se afloja la camisa azul oscuro, dos asistentes le sueltan un litro de fijador en el pelo, salta y los saltitos los da como si estuviera por entrar a una cancha. De hecho, para él Trato Hecho tiene algo de eso, de entrar a jugar al fútbol. Lo dijo antes, mientras esperaba por la capa diaria de maquillaje televisivo: “Esto es como la cancha: cuando entrás tenés al masajista, al doctor, al preparador físico, al técnico; todos te brindan lo mejor para que cuando se prendan las luces vos te dediques a jugar. Acá pasa lo mismo con la producción. Están en todos los detalles y me cubren las espaldas cuando flaqueo. Sé que la puedo cagar pero que va a quedar natural, porque es parte de lo que soy y el equipo me va a respaldar”.

Así que ahí está él, Washington Sebastián Abreu Gallo, el hombre de las mil camisetas, el del récord de fichajes, el del penal a Ghana, el de Nacional y la selección y River Plate y Botafogo y ahora Boston River, esperando para conducir el primer programa de una serie de tres que se grabarán ese día. Serán, en total, unas seis horas y monedas de Trato Hecho, la nueva propuesta de entretenimiento de Canal 12. Bastante maratónico, la verdad. Y repetitivo. Pero él dice que ya le agarró la mano, y que aunque al principio le costó un poco, se sobrepuso y ahora está cada vez más suelto, más cómodo. 

En el estudio le prestan atención, pero no tanta. Hay cosas que resolver. Primero, las cámaras. Una grúa que se moverá de arriba abajo, de derecha a izquierda, no está funcionando a pleno. Cuando descubren que estaba desenchufada, los cuatro hombres que se rascaban la cabeza se ríen. Arriba del escenario, al tope de la escalera en donde las y los modelos de una agencia contratada luego bajarán con los maletines, una productora pasa lista. “Agustina vos vas con el 3, Mica vos con el 9, Camila, con el 8”. En el ingreso al estudio, otra productora le da paso y ordena a los que vienen a tribunear. Algunos son familiares, otros contratados.

A los asistentes –las y los de los maletines– hay que acomodarlos rápido, porque es lo primero que se graba. Así que cuando están prontos, comienzan a bajar. Entre los aplausos del público, a la maniobra hay que repetirla cinco veces. Las primeras dos, porque se equivocan en el orden; en la tercera, uno de los hombres no da vuelta el maletín a tiempo. 

Mientras repiten, el Loco teclea en el celular. Tiene el micrófono prendido y bromea con la gente de controles. “Loco, mirá que te escuchamos todos acá”, le dice una productora atenta al parlante. “Ya sé, tranquilidad”, le dice él. Mientras está en esa, aparece el participante. Él lo va a buscar. Y lo arenga como, en un eventual futuro como DT, arengará en el vestuario a los veintidós futbolistas a sus órdenes. “Sabés cómo es esto, ¿no? Los panchos y la coca para afuera. Acá vamos por el premio grande. Hoy hay que ganar, eh”. 

El Loco está cómodo. Y cómodo entra a abrir el programa. Le sale bien, y de hecho el arranque es muy divertido. Hace referencia a los pocos minutos que tiene en Boston River, tiene un jocoso ida y vuelta con la voz en off de María Noel Minozzo, pero se equivoca. Menciona el fin de semana y todavía no está claro en qué fecha exacta se emitirá ese capítulo. Así que vamos de vuelta. En el regreso, la entrada sigue siendo fresca y los productores aplauden, porque da la sensación que después de algunas semanas de ajustes, ahora todo sale solo. 

Y sale solo nomás, porque después de esas breves tomas, Trato Hecho se graba como si estuviera en vivo. No hay más cortes que los estipulados por la tanda, no hay nuevas grabaciones, todo fluye sobre y gracias al carisma del Loco. Que, hay que decirlo, es muy bueno en esto. Solo hay, de vez en cuando, un reto solapado que se repite: sucede cuando el hombre se abre paso y desplaza al conductor, y la cercanía del momento se le va de las manos. “Este loco nos quiere cagar, eh”, suelta hablando sobre “El tesorero”, un personaje que funciona como una especie de antagonista para el juego. “Loco, el vocabulario”, lo reprende Minozzo al aire. “Perdón, perdón, pero ya pasaron las 9.30, ya no estamos en el horario de protección, eh”, ríe él.

A Trato Hecho le ha ido bien en el rating. El día de su estreno fue lo más visto de la televisión uruguaya con 15, 5 puntos. Igual, eso al Loco no le importa. Ese primer día preguntó, le contaron y después no quiso saber más nada. No le interesan los números. No esos, al menos. “Con que la gente en la calle me diga que lo mira me alcanza. En esto el termómetro está ahí. El primer día me dijeron que le fue muy bien, pero después les dije que no me dijeran más. Porque si un día deja de andar, no me voy a poner en bolas para que la gente lo mire. No voy a poder modificar nada porque no tengo la experiencia como para cambiar mi perfil o mi imagen y hacer que el programa levante”.

Este programa que están grabando en el estudio aún no se emitió, por lo que esta nota no puede adelantar muchos datos sobre lo que sucedió. Sí, se puede, en cambio, dar imágenes que lo cruzaron y que, a veces, se repiten programa a programa: una historia de vida que remueve, la búsqueda de un monto final en pos del altruismo, una sorpresa especial para el participante y un festejo final, porque, al menos esta vez, el que llegó sin nada se va con una cantidad de dinero más que interesante debajo del brazo.

Y al Loco eso lo pone contento, se nota. Él también quiere que ellos ganen, y no hay demagogia cuando lo dice; cualquiera que haya visto Trato Hecho alguna vez puede entender que es así, que se involucra como todos. Aunque quizás no tanto como el masajista de Boston River. “Él es el hincha número uno del programa”, dice. “Llego y me dice: ¡cagaste a la pobre señora, no le hiciste ganar nada botón! Está bueno que la gente lo viva así”.

Termina el programa, el primero del día. Siguen dos más. La noche en el canal se va a estirar bastante. Él no tiene problema. Está cómodo. Y lo dejó bien claro antes: tiene las piernas descansadas y ganas de seguir. Y así sigue, cerrando tratos, palmeando espaldas, riendo y abriendo maletines. Es su hora. La hora del Loco. 
 

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