House of the dragon se estrena este domingo 21 en HBO y HBO Max
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > ESTRENA EL DOMINGO

La casa del dragón: lo que hay que saber de la precuela de Game of Thrones antes de su estreno

HBO busca repetir el éxito de la serie original, en un momento de crisis interna y con la amenaza de una feroz competencia de parte de otras plataformas
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19 de agosto de 2022 a las 05:04

Harry Potter la rajó. El Señor de los Anillos la fracturó. Y a lomos de un dragón, Game of Thrones reventó definitivamente la barrera. La fantasía dejó de ser nicho o juego de niños y se metió en el imaginario pop colectivo. Hechizos, espadas, animales fantásticos, elfos, reinas, espectros y objetos mágicos dejaron de ser extraños.

La serie de HBO, además, le dio el paso definitivo a la adultez: de las aventuras adolescentes del niño mago o la epopeya casta y monolítica firmada por JRR Tolkien, pasamos a un universo que tenía todos esos componentes fantásticos, pero agregaba cuestiones muy mundanas, como juegos de poder, sexo, personajes de moral dudosa, más sexo, sangre, muertes impredecibles y traiciones sorpresivas. Bueno, y un poco más de sexo.

Pero ojo, que el éxito de Game of Thrones no vino por poner en cámara alguna teta o unas nalgas. Visto en retrospectiva, hasta da un poquito de gracia lo gratuito del recurso. En realidad, el mérito estaba en una historia llena de vueltas inesperadas, un elenco de personajes gigantesco pero lleno de figuras que rompían arquetipos y se hacía difícil no querer (por despreciables que fueran), un relato que fusionaba la intriga política con batallas épicas, los conflictos humanos con una amenaza sobrenatural de fondo, y un apartado visual brillante que fue mejorando gradualmente a medida que subía el presupuesto y se convirtió en una de las producciones más ambiciosas de la nueva era de la televisión.

Con todos esos argumentos, Game of Thrones se consolidó desde su estreno en 2011 como una de las series imprescindibles de los últimos tiempos, y como el último gran fenómeno de la era pre-streaming. Cuando empezó la serie, faltaban cinco meses para que Netflix comenzara a operar en Uruguay y dos años para que la plataforma estrenara su primera serie propia. Game of Thrones generó la costumbre de plantarse ante la pantalla los domingos a las 22, así uno la viera en cable o en streaming, por vías legales o ilegales.

Fue la última vez que un producto cultural generó tal sensación de comunidad, masificada a niveles inéditos por el living virtual de Twitter. Todos, al mismo tiempo, estábamos viendo lo mismo. Hoy eso cambió: ahora yo voy por el capítulo cuatro, vos por el octavo, aquel por el segundo –de otra serie–.

Pero, como todo, Game of Thrones se terminó. Y el final fue divisivo. Generó niveles de polémica mayúsculos y le dejó un gusto amargo a una serie que empezó humilde, fue creciendo y mejorando, y tuvo una gradual caída a medida que se aproximaba el final, con detalles como personajes que atravesaban todo un continente en un parpadeo hasta decisiones narrativas llamativas, como personajes que se chiflaban de un momento al otro, tramas que llevaban a un lugar y terminaban en otro, y una sensación de apuro a la hora de concluir el asunto. A veces daba la impresión de que la serie se tomaba todo con un poco de ironía y autoconciencia, y otras que la cosa seguía siendo tan seria como antes.

Algo que influyó en ese proceso fue la falta de material base. Hasta su quinta temporada, Game of Thrones fue una excelente adaptación de la serie de novelas Canción de hielo y fuego. Excelente porque capturó el tono y la base de la narración, al tiempo que podó algunas ramas menos importantes del relato, hizo más manejable la profusión de personajes y erradicó algunos aspectos estrafalarios de la creación del escritor estadounidense George RR Martin.

La obra de Martin pasó de tener un seguimiento de culto a ser la más famosa del mundo, y los tiempos entre novela y novela se empezaron a dilatar más y más. La quinta parte de las siete previstas, Danza de dragones, se editó en 2011, en la que entonces era la espera más larga entre dos de sus tomos: seis años. Ahora hace más de una década que un público ansioso por recibir de una buena vez el sexto volumen sigue esperando, mientras Martin sigue escribiendo y escribiendo, a la vez que pide paciencia.

Entrando en el terreno de la especulación, da la sensación de que Martin está asustado. Que la obra de su vida creció tanto que cerrarla de forma adecuada lo preocupa sobremanera. En particular, teniendo en cuenta lo criticado que fue el cierre de la serie, en cuyas últimas temporadas, una vez que ya no había más libros que adaptar y, según confesó el escritor, por una parte se basaron en sus apuntes, pero por otro lado lo dejaron afuera e hicieron su propio camino.

Los temores de Martin, sin embargo, pueden no ser infundados. No debe ser nada fácil cerrar una historia, sobre todo una tan expansiva y monumental como la suya. Es lo último que recordamos de un relato, y es lo que lo puede terminar de elevar al panteón o de enterrarlo de cabeza. Para seguir dentro de la televisión, las series que ocupan habitualmente los primeros puestos de las listas de mejores de la historia tienen grandes cierres: Mad Men, The Wire, Breaking Bad. Game of Thrones quedó a las puertas del Olimpo.

Pero lo que seguro tiene ganado es su posicionamiento popular, porque fue un fenómeno. Y por eso, una vez que cayó el último caminante blanco, que los dragones plegaron las alas y el sucedáneo de las Naciones Unidas de los Siete Reinos tomó sus últimas decisiones entre botellitas de agua mineral y vasitos de Starbucks que alguien se olvidó de sacar del set de filmación, todos se pusieron a buscar al nuevo Game of Thrones. Hasta HBO.

Ordeñar al dragón

Dos años antes de que la serie terminara, HBO ya hacía planes para mantener vivo el fuego de Game of Thrones, extender su reinado y seguir ordeñando al dragón, ya que, además de ser muy vista, se consolidó muy pronto como una serie muy lucrativa.

La cadena reunió a un puñado de guionistas y productores, y les asignó una misión: desarrollar potenciales series derivadas. Cada uno trabajaría por su cuenta, aunque tendrían línea directa con George RR Martin, que aprovechando su propia experiencia como libretista escribiría con ellos.

Ahí empezó una suerte de “juegos del hambre” entre estos distintos proyectos, con algunos que quedaron por el camino muy pronto, y otros que avanzaron a las siguientes etapas. Una de las precuelas, ambientada miles de años antes de los sucesos de Game of Thrones, que tenía en su elenco a figuras como Naomi Watts y que contaría, por ejemplo, los orígenes de los caminantes blancos, llegó a filmar un piloto antes de que bajara el hacha.

Finalmente, el ganador fue el que jugó seguro: una serie que mantiene la fusión de fantasía con tejemanejes políticos, traiciones y guerras.

Fuego y sangre

Para irritación –y al mismo tiempo, deleite– del público más acérrimo de Game of Thrones y Canción de hielo y fuego, el bueno de George RR Martin aplacó la espera por los libros faltantes de su obra cumbre con otros textos ambientados en ese universo ficticio que fue escribiendo entretanto, y que nacieron de su trabajo detallando el trasfondo de su creación.

Planteado como una crónica histórica que un habitante de Poniente podría leer dentro de la ficción –si supiera leer, algo poco probable–, Fuego y sangre cuenta la historia del clan Targaryen, la familia de cabellos platinados, parientes que se casan entre sí y dragones a su servicio. Al principio de Game of Thrones, esta casa es todavía una memoria reciente luego de haber ocupado el Trono de Hierro de los Siete Reinos de Poniente durante 300 años, hasta ser desplazados por una rebelión que pone en el asiento hecho de espadas al simpático pero poco apto Robert Baratheon.

En realidad, Fuego y sangre cuenta la mitad de esa historia de tres siglos, y la segunda quedará para un nuevo texto. El libro publicado en 2018 va desde que los primeros tres Targaryens – Aegon y sus hermanas Rhaenys y Visenya (que también resultan ser sus esposas, por si lo de Jaime y Cersei Lannister ya le parecía mucho)– someten y se convierten en reyes de Poniente, hasta una guerra civil que ocurre poco más de un siglo después de esa conquista y que marca el principio de la decadencia del clan.

Los compases previos a esa guerra intestina, así como el conflicto en cuestión, serán el eje de La casa del dragón, la serie precuela que este domingo 21 se estrenará en HBO y en la plataforma de streaming HBO Max (así como también en NS Now, si se tiene contratado el servicio), a las 22. Partiendo de ese hecho que se detalla en Fuego y sangre, la nueva serie plantea el enfrentamiento entre la princesa Rhaenya Targaryen, hija del rey Viserys, y su tío y hermano menor del monarca, Daemon.

Los parientes confeccionarán respectivamente una galería de aliados que los acompañarán en su lucha sucesoria por el Trono de Hierro, una pelea que estará condimentada por la presencia de numerosos dragones: una veintena de estas criaturas asomarán sus cabezas en la serie, un dato que seguramente trajo alegría a las familias de los empleados de las empresas de efectos especiales.

Contra los hobbits

Mientras HBO buscaba la forma de seguir aprovechando el éxito de su serie insignia, las demás plataformas, canales y empresas de entretenimiento salieron a la casa de su propia saga de fantasía con la que disputar ese dominio. Y uno de los que pegó fuerte en esa lucha fue Amazon.

Jeffrey Bezos se puso personalmente al frente de la negociación, sacó la chequera y desembolsó US$ 250 millones por los derechos de adaptación de El Señor de los Anillos. Y después dispuso unos US$ 1000 millones más de presupuesto para hacer cinco temporadas de una serie ambientada en el mundo creado por JRR Tolkien, pero situada en un período previo al de los sucesos narrados en los libros más célebres del profesor británico.

Esa serie, llamada Los anillos de poder, estrenará su primer capítulo el 2 de setiembre, dos semanas después de La casa del dragón, con la intención de competir directamente con el ruido generado por la precuela de Game of Thrones. La idea de Amazon es también tener un hit masivo de esos que hasta ahora le han sido esquivos, y terminar de posicionarse en el juego del streaming, una guerra en la que hasta ahora ha tenido escaso éxito y en la que la mayoría de sus clientes llegan porque viene en paquete con su servicio prémium de entregas a domicilio (en los países donde ese sistema está establecido) más que por su oferta de series y películas.

Al margen de los rivales externos, La casa del dragón llega también en un momento delicado puertas adentro. En las últimas semanas, HBO ocupó titulares por las secuelas de la fusión de su casa matriz, Warner Bros, con Discovery (los de los documentales).

La movida empresarial hizo que distintos contenidos de la plataforma HBO Max fueran retirados sin previo aviso, que algunas películas que se estaban produciendo para la plataforma fueran canceladas –incluso aunque ya estaban filmadas– y que se empiece a mirar de reojo la etiqueta de precio de proyectos como La casa del dragón. Según publicó el New York Times, la nueva Warner Bros Discovery tiene una deuda de US$ 53.000 millones, y están buscando todas las formas posibles de apretar el cinturón, por lo que la exigencia de resultados inmediatos será alta para esta serie derivada.

En ese éxito o fracaso se juega la posibilidad de conocer otros episodios de la historia de los Targaryen en futuras temporadas, así como el destino final de los otros proyectos hijos de Game of Thrones en los que varios equipos están trabajando, como una basada en otro evento histórico de Poniente, otra basada en la serie de relatos El caballero de los Siete Reinos  –también firmada por Martin– y una secuela que seguiría a Jon Snow tras el final de Game of Thrones.

Con esos proyectos sin un futuro garantizado, lo seguro es que este domingo el gran fenómeno televisivo de lo que va del siglo xxi vuelve a la pantalla. Los fanáticos revivirán viejos rituales, las copas de vino volverán a llenarse y las redes sociales volverán a poblarse de comentarios, avisos de espóileres y críticas. Lo que queda por ver es si la vuelta estará a la altura de su antecesora. Al menos a la de las primeras siete temporadas.

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