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La Cumbre de las Américas: una foto del declive de EEUU en la región

La despoblada cumbre en Los Ángeles marca la cada vez más endeble influencia de Washington en América Latina y los yerros en la política exterior de la superpotencia

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10 de junio de 2022 a las 05:04

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“Han pasado cinco años, y los legisladores estadounidenses no han podido aprobar US$ 4.000 millones para el problema migratorio en Centroamérica”, dijo Andrés Manuel López Obrador en su conferencia matutina, el mismo día que el presidente Joe Biden inauguraba la Cumbre de las Américas en Los Ángeles.

El mandatario mexicano no solo se encargó de aguarle la fiesta a Washington, sino que, con estos contrapuntos, se ha convertido también en el ausente más presente de la cumbre.

En el reclamo de marras, el mexicano se refería a la promesa de Washington en 2018 de que enviaría esos fondos a los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica: El Salvador, Guatemala y Honduras, de donde proviene la enorme mayoría de los emigrantes que llegan a la frontera sur de Estados Unidos.

Y la migración era supuestamente uno de los temas torales de esta cumbre. Pero de los presidentes de esos tres países, ninguno asistió al magno evento.

Los de Guatemala y El Salvador decidieron faltar a la cita por otros motivos de discordia. Pero la de Honduras, Xiomara Castro, se sumó a aquellos que, encabezados por el propio AMLO, lo hicieron en protesta por la no invitación a Cuba, Venezuela y Nicaragua. El manejo de este impasse en Washington fue lamentable: dándole interminables largas al asunto, insistiendo hasta pocos días antes de la cumbre en que aún no estaba cerrada la lista de invitados y un sinfín de excusas pueriles.

Como sea, todo el culebrón de los no invitados no deja de ser algo anecdótico. El problema es mucho más profundo y remite a las deficientes políticas de Estados Unidos hacia América Latina, una región donde la superpotencia perdió casi toda influencia política a mediados de los 2000 (con el advenimiento de los gobiernos de izquierda) y nunca ha sido capaz de recuperarla del todo.

La realidad es que no hay interés de Washington en la región, nunca lo hubo. Y como esta no se iba a ninguna parte, tampoco había necesidad de entenderla, seducirla o siquiera de mejorarle los términos de intercambio; mucho menos, de comprender sus diferencias intrínsecas.

Ahora que China los ha desplazado por completo en términos de comercio y poder blando, necesitan entender lo que nunca se han tomado el trabajo de entender.

Pero es tarde

López Obrador no lo dijo entero, pero en su queja estaba implícito: en cinco años no pudieron autorizar US$ 4.000 millones para paliar el problema migratorio, pero bastó un día para que aprobaran US$ 40.000 millones para enviar armas a Ucrania.

Es ahí donde siempre ha estado el interés estratégico de Estados Unidos, en el Asia y en Eurasia. Cabe recordar que cuando los gobiernos sudamericanos decidieron cerrarle el paso a Washington en la región y mientras el comercio de China crecía en forma exponencial, Estados Unidos estaba haciendo la guerra en Irak, Afganistán, Libia, Siria.

Ahora es el turno de Ucrania, es el turno de derrotar a Rusia por medio de un aliado interpuesto y hacerla retroceder en este nuevo “Great Game” geopolítico. Lo más curioso es que ni siquiera es esa la primera prioridad de Estados Unidos. La primera prioridad, definida por el secretario de Estado Antony Blinken en un reciente discurso (link al discurso aquí: https://www.state.gov/the-administrations-approach-to-the-peoples-republic-of-china/), es “la mayor amenaza de largo plazo al orden internacional, y eso lo representa la República Popular China”.

Y es así como llegamos al verdadero objetivo de Washington en esta Cumbre de las Américas: la idea era juntar a sus aliados de la región y cerrar filas contra Rusia y, sobre todo, contra “la amenaza china”. Después de la invasión a Ucrania, Washington ha sentido que la moral está de su lado; y eso le ha facilitado unir tras de sí a sus viejos aliados europeos y del Asia-Pacífico, que se han apilado a su alrededor a velocidad de vértigo.    

Pensaron que lo mismo sucedería con América Latina. Por eso decidieron no invitar a la cumbre a los tres que podían causarles problemas para aprobar una declaración en ese sentido.

Pero les ha salido el tiro por la culata

Y es que los países latinoamericanos, si bien condenaron la invasión rusa, últimamente se han mostrado escépticos del creciente involucramiento de EE.UU. en el conflicto. Algunos incluso, como Argentina, Brasil y México, cada vez adoptan una posición más neutral. Y ni soñar con ponerlos en contra de Beijing. Nadie por estos pagos está dispuesto a firmar una declaración en contra de su principal socio comercial.

Lo que le ha ocurrido en la Cumbre de las Américas es el más claro ejemplo de que Washington no está prestando atención a lo que sucede en la región. Su diplomacia está en crisis, y no solo con América Latina. La diplomacia de Washington hoy es: primero sanciones económicas y después vemos. El belicismo que predomina entre los neoconservadores que conducen su política exterior solo le hará perder más influencia de aquí en más.

Hoy, como le sugieren las mentes más lúcidas de la política internacional (desde Henry Kissinger hasta los editores de The New York Times, pasando por pensadores como Niall Ferguson, Larry Elliot o Thomas Friedman), Washington debe cortar las pérdidas, buscar poner fin al conflicto en Ucrania, levantar las sanciones a Rusia y abandonar inmediatamente su curso de colisión con China.

Hasta sus aliados europeos ya empiezan a pegar la vuelta: los líderes de Francia, Emmanuel Macron; Alemania, Olaf Scholz e Italia, Mario Draghi, proponen un inmediato cese el fuego en Ucrania que permita iniciar pronto negociaciones de paz.

Es hora de hablar de paz para “el líder del mundo libre”. No de guerra, ni de amenazas que más parecen sombras chinescas que otra cosa. Tal vez de ese modo hasta logre mejorar su imagen en América Latina. Le queda de homework para la próxima cumbre.

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