Diego Battiste

La emergencia de la educación

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03 de diciembre de 2021 a las 21:48

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Desde el retorno a la democracia, una mayoría del sistema político –que es más que la expresión de un gobierno y de partidos– ha demostrado tener la capacidad para acordar reformas de envergadura, muy difíciles y perfectibles, pero de una enorme influencia en términos de bienestar. Tristemente no ha sido el derrotero en la educación.

Por su influencia en muchos órdenes de la vida, representa el principal fracaso de todos los gobiernos que tuvieron la intención de transformarla. 

Es una reforma hasta ahora imposible y que ha sido conflictiva desde la gestión de Juan Pivel Devoto. Primero, por la encrucijada  de la democracia restauradora, y más adelante, por trabas corporativas e ideológicas, que solo sirvieron para convertir un asunto manejable en otro de carácter acuciante que, sin exagerar, dejaron a la educación en estado de emergencia. 

Estudios recientes dan cuenta de las graves deficiencias de los educandos en la adquisición de destrezas básicas y fundamentales y, por otro lado, advierten de la brecha y segmentación de la educación en función de estratos sociales. Lo triste de todo esto es que hace tiempo que dejó de ser una noticia. 

Otra cara del declive, y el rostro que deja descarnadamente al descubierto el fracaso educativo, es la deserción en el bachillerato, de las más altas de América Latina, lo que es mucho decir. 

Estamos presenciando una catástrofe de múltiples consecuencias, todas infames, que más perjudica a los alumnos de la educación pública que provienen de los hogares más desfavorecidos. Son las principales víctimas que quedan en la vera del camino, sin conocimientos apropiados para poder desenvolverse con autonomía en el mundo de hoy.

A la dificultad original de la masificación se sumaron los retos de un cambio de época por el avance del conocimiento científico en toda su extensión, y a un ritmo vertiginoso por el brutal desarrollo tecnológico, que golpean el modelo tradicional de enseñanza-aprendizaje, particularmente en la educación media. 

El experto Renato Opertti, en una entrevista en el Informativo Carve, el miércoles pasado, a propósito de un reciente libro de su autoría sobre educación, nos hizo tomar conciencia de lo atrasado del debate público en un tema crucial.

El decano de la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica dijo que los contenidos educativos deberían poner el foco en “formar personas y ciudadanía para un mundo sostenible”, lo que supone que los estudiantes aprendan a tomar “decisiones informadas”, respecto al concepto de sostenibilidad en su máxima expresión: en la forma de producción, de consumo, de comercio e incluso en los vínculos. Ello implica “un cambio muy profundo de los contenidos educativos”, una malla curricular conectada y de saberes integrados. 

La administración de la educación está  intentando cambiar el actual estado de cosas, pero a un ritmo lento y tímido respecto al enfoque de Opertti. El capítulo de la LUC sobre la gobernanza de la educación, experiencias piloto, el diálogo con la sociedad civil, son buenos ejemplos del ánimo de las autoridades.

Y ya sabemos, además, que las reformas de largo plazo requieren de acuerdos interpartidarios. Lamentablemente en materia educativa, son los sindicatos de la enseñanza los que llevan la voz cantante, y los acuerdos políticos son muy difíciles de lograr. Pero es lo que hay, y dentro de ese contexto hay que manejarse en el ámbito de lo posible.

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