La empresaria peruana infiltrada cerca de una base de la OTAN que espió para Moscú y nunca atraparon

Una investigación periodística descubrió que María Adela Kuhfeldt Rivera, bella mujer y prestigiosa joyera que se hacía pasar por peruana, era en verdad Olga Kolobova, una agente de inteligencia rusa establecida en Nápoles. Los pasos de la agente de inteligencia se perdieron poco antes de la invasión de Rusia a Ucrania

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10 de septiembre de 2022 a las 05:03

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En marzo de 2012, el inglés Eliot Higgins inició un blog bajo el seudónimo de Brown Moses, a través del cual publicó su investigación sobre algunos videos que habían surgido de la guerra civil siria. Dos años después, Higgins fundó Bellingcat (“ponerle el cascabel al gato”). Ese sitio web de periodismo de investigación especializado en temas de espionaje e inteligencia fue el que dio la punta de lanza para que Olga Kolobova se percatara de que sus días como joyera peruana llegaban a su fin.

Higgins pudo poner “el cascabel al gato” en el caso de Kolobova, una espía que desapareció de Italia al día siguiente que Bellingcat publicara un informe sobre agentes de Moscú que habían traspasado la frontera por Bielorrusia a Rusia poco antes de la invasión de las fuerzas militares de Vladimir Putin a Ucrania.

Tras el primer paso de Bellingcat, el caso de Kolobova despertó el interés del diario italiano La Repubblica, de la revista alemana Der Spiegel y del sitio The Insider.

Kolobova es una mujer joven, que no aparenta los 40 que dice tener, de ojos negros, pelo azabache y piel morena, cuya identidad había sido cuidadosamente armada por la inteligencia rusa.

En efecto, durante mucho tiempo no era más que una emprendedora peruana que había visto florecer su negocio de joyería en la ciudad italiana de Nápoles. Con sus encantos y una clientela de empresarios y celebridades, pudo entrar a los grupos sociales más exclusivos de la ciudad donde Diego Maradona es ídolo y la Camorra lleva más de cuatro siglos de existencia como una organización de poder que atraviesa desde el poder político hasta los sectores de las barriadas marginales muy bien narrado por Roberto Saviano en Gomorra, una novela basada en hechos reales que le vale la persecución precisamente de la Camorrra.

Pero nada indica que a Kolobova le interesara el ascenso del Napoli de la mano de Dios ni que tuviera vínculos con la Camorra. Su punto era acercarse al Comando De La Fuerza Conjunta Aliada Nápoles, una base de la OTAN con sede en el Lago Patria, que da al mar Tirreno y está a 25 minutos de la ciudad. Es uno de los dos comandos operativos estratégicos del comando de operaciones aliadas del Cuartel General supremo de las Potencias Aliadas en Europa.

Kolobova no era Kolobova para sus clientes ni mucho menos para los oficiales de la OTAN que solían buscar vida social en Nápoles.

La identidad de la prestigiosa joyera estaba construida como mecanismo de relojería. La historia que contaba era que nació el 1 de septiembre de 1978 en el Callao, a orillas del Pacífico peruano con el nombre de Maria Adela Kuhfeldt Rivera. Se presentaba como hija de padre alemán y de madre peruana. La niña María Adela, con solo dos años, había viajado a Moscú con su madre, porque ella no quería perderse por nada del mundo los juegos olímpicos de 1980 celebrados en la capital rusa.

El capítulo siguiente de esa bella biografía indicaba que una llamada sorpresiva desde Lima obligó a su progenitora a volver a Perú. La niñita habría quedado entonces en manos de una familia moscovita.

Para tristeza de María Adela, la madre nunca regresó a Moscú, y ella creció en la capital de la entonces Unión Soviética. El relato a las personas que escuchaban su historia de vida continuaba de modo dramático: aseguraba haber sido víctima de abusos por parte de sus padres adoptivos.

Implotada la Unión Soviética, María Adela aseguraba haber crecido y estudiado en Moscú. Recién a los 28 años le habrían dado documentos rusos. Hasta los 32 años, su trabajo era –según la narrativa- en la Universidad Estatal de Moscú. Redondeando, hasta 2010.

Cuando todavía estaba en Moscú, en agosto de 2005, los “abogados de María Adela enviaron una solicitud de inscripción como ciudadana peruana de esa mujer crecida en Moscú. Sin embargo, en el Registro Civil del distrito de Independencia en Lima, la identidad María Adela Kuhfeldt Rivera no figuraba en los expedientes.

La fotocopia de la partida de nacimiento con el que se solicitaba la ciudadanía, tras un chequeo de rutina, se demostró como falsa. Es decir, nadie había nacido con ese nombre ni el 1° de setiembre ni ningún otro día de aquel 1978.

El caso de una partida de nacimiento falsa no revestía mayor importancia y en Perú siguió todos los caminos burocráticos sin que llamara especialmente la atención. La consecuencia inmediata fue que la espía Kolobova no podía contar con la ciudadanía peruana.

Siendo una ciudadana de mundo, y sabiendo que sus papeles en Perú no habían prosperado, hizo otra jugada para anclar su identidad: recurrió a “su padre alemán” para tramitar la ciudadanía de ese país.

La inteligencia rusa no se detuvo y al año siguiente de la fallida solicitud de ciudadanía, Kolobova recibió un pasaporte ruso con el nombre y la nacionalidad peruana.

Con esos documentos, inició su viaje a Italia. El argumento que esgrimía ante sus nuevas amistades era que había quedado traumatizada por los abusos de su familia adoptiva. Sus días, apenas haber cumplido los 30, transcurrieron entre la isla de Malta y Roma. Fue allí donde se decidió a estudiar piedras preciosas y a viajar por otras grandes ciudades europeas. Con el pasaporte ruso que aclaraba su nacimiento en Lima, Kolobova se interesó por la moda en Londres y cursó estudios de posgrado en París. Allí decidió que quería ser joyera y registró su propia marca: Serein.

Kolobova, sin ciudadanía peruana ni alemana, se trasladó a Nápoles y montó su propia filial de Serein. Pudo armar su vida social, hacer amistades con oficiales de la base de la OTAN y quedará el misterio de cuáles fueron sus logros como espía ya que se fue de Nápoles sin dejar rastro alguno.

Allí es donde entra la investigación de Bellingcat y los diarios de Italia y Alemania. Las investigaciones habrían podido establecer que la numeración del pasaporte ruso era contigua al de los documentos de otros espías rusos, pudieron establecer los viajes que hizo por Europa entre 2011 y 2021. Pero ni una ni otra cosa echa luz sobre la misión que cumplía y mucho menos a la información a la que pudo haber accedido.

Un dato accesorio que lograron los investigadores es que, en 2012, Kolobova contrajo matrimonio con un hombre que decía ser italiano. Sin embargo, Bellincat pudo determinar que, en realidad, al igual que Kolobova, el señor era de Moscú y sí tenía nacionalidad ecuatoriana y además de rusa. En 2013, el consorte habría muerto en Moscú a los 30 años.

Fue ese año en el que Kolobova-María Adela se trasladó a Nápoles donde abrió una filial de Serein. En 2015, se mudó al exclusivo distrito de Posilipo, según publicó el diario La Reppublica como parte de esta investigación.

Se supone que desde 2015 hasta que en 2021 se pierden sus rastros, la espía pudo haber logrado información sensible por sus relaciones con la high society napolitana convirtiéndose en secretaria del exclusivo Club de Leones Napoli Monte Nuovo.

Esa organización fue fundada por oficiales de la OTAN que estaban designados a la base de la Alianza Transatlántica de dicha ciudad. Esto permitió que María Adela pudiera relacionarse con diversos funcionarios estadounidenses, belgas, italianos y alemanes destacados en dicha base militar. Las investigaciones consignan que la bella espía mantuvo relaciones sentimentales con algunos de ellos.

Sin embargo, otra mujer posó sus ojos sobre los pasos de la espía rusa. La coronel Shelia Bryant, entonces inspectora general de las Fuerzas Navales de Estados Unidos en Europa y África, “encontró la historia de fondo de María Adela confusa y poco convincente, además su fuente de ingresos era difícil de explicar”, según publica Bellingcat.

Los viajes de María Adela desde Nápoles eran frecuentes según pudieron reconstruir los investigadores periodísticos. Uno de los destinos más llamativos fue Bahrein, donde en 2014 conoció al príncipe y entonces primer ministro Khalifa bin Salman Al Khalifa.

Fue en 2018, donde la espía realizó un viaje de unos dos meses que la tuvo alejada de la vida social. Al cabo de esos dos meses, ella publicó en Facebook que había sufrido una enfermedad por la que estaba recibiendo “sesiones de quimioterapia”.

Pero nada cambiaba respecto de descubrir la verdadera identidad de esa joyera exitosa que decía haber sido abusada de niña, de haber quedado viuda y luego de haber sufrido un cáncer.

A finales del 2021, algunas fichas empezaron a caer. Las filtraciones –que suelen provenir de servicios de inteligencia- recibidas por Bellingcat y los medios antes mencionados permitieron establecer que Rusia había desplegado a una serie de espías a lo largo de Europa durante la última década.

Hubo un hecho que en 2018 había encendido las alarmas: el exespía ruso Sergéi Skripal y su hija Yulia fueron envenenados mientras se encontraban en un café de la localidad británica de Salisbury.

Los avances de la investigación revelaron que los espías rusos utilizaban pasaportes con numeración contigua. Cuando ella ya era solo una sombra en Nápoles, los investigadores constataron que sus pasaportes a nombre de María Adela seguían este mismo patrón.

Las investigaciones de Bellingcat –o de las fuentes que les proveían datos– se centraron en las direcciones que ella había dado en Moscú. Los vecinos no la conocían y las bases de datos no arrojaban información sobre la mujer.

Finalmente, un par de viejas fotografías permitieron, según Bellingcat, las que permitieron dar con la verdadera identidad de la exitosa y bonita joyera.

Las imágenes coincidieron con las del pasaporte emitido a nombre de Olga Kolobova, nacida en Rusia en 1982 y de quien no se tuvo registros hasta el 2018, más allá del registro de una compañía de licores a su nombre en el 2005.

Kolobova resultó ser hija de un coronel ruso que había sido condecorado con diversas medallas “por sus servicios a la patria en Angola, Irak y Siria”.

Una fotografía tomada en el 2021 para obtener su licencia de conducir y que fue filtrada a los investigadores por una fuente confidencial les permitió confirmar mediante softwares de identificación facial que María Adela y Olga Kolobova eran la misma persona.

Quedará en las tinieblas si las tareas de inteligencia de la falsa joyera tuvieron éxito, incluso si Bellingcat pudo acceder a la información que los agentes de inteligencia de la OTAN y de Estados Unidos pudieron tener. El mundo del espionaje y el de la joyería pueden tener muchas cosas en común. Una es que lo verdadero y lo falso es patrimonio de unos pocos expertos.

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