Camilo dos Santos

La fe tiene que “salir del clóset”, hay mucha dificultad para expresarla

El salesiano Francisco Lezama menciona los peligros de “generalizar injustamente” con etiquetas y critica una “sobrevaloración de los números” para medir la llegada de la Iglesia

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17 de abril de 2022 a las 05:00

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Las sandalias, la cruz al pecho, la barba salpicada de canas y la boina negra bastan para pintarlo de pies a cabeza. El cura salesiano Francisco Lezama nació en Montevideo pero no duda en definirse como “oriundo de Las Piedras”, pasó por varias casas salesianas –colegio Maturana, instituto Juan XXIII, Villa Colón, Las Piedras y Movimiento Tacurú– y en pleno Jueves Santo reserva una hora de su agenda rodeada de jóvenes misioneros y vecinos del barrio Maldonado Nuevo para conversar con El Observador.

Pancho, como se lo conoce, combina conocimientos en educación, ciencias bíblicas y su propia trayectoria de fe y sacerdocio para hablar sobre la Semana Santa y de la Iglesia. De tono conciliador hacia cualquier expresión de diversidad, evita poner etiquetas al “complejo mundo de la Iglesia católica”, critica una “sobrevaloración de los números” para medir la llegada que tienen a la sociedad y entiende “saludable” que la Iglesia no esté “todo el tiempo zarandeándose para cualquier bien”, aunque reconoce que “algunos cambios demoran demasiado”. 

¿La Semana Santa es cada vez menos ‘santa’ y más ‘de turismo’?
Es una peculiaridad uruguaya que tenemos desde 1919 por la ley de feriados. Fue una solución muy a la uruguaya, del camino del medio. Había posiciones dentro del catolicismo que no querían saber de nada con que se cambiaran las fiestas religiosas, pero también había posturas más anticlericales que querían eliminarlas. Miro alrededor y no es un tema de que compitan la Semana Santa contra la de Turismo, la Criolla o la de la Cerveza. No hay bandos, es mucho más compleja y diversa. Ayer los salesianos de Paysandú me mandaban fotos mirando a Los Palmeras en la Semana de la Cerveza, y después iban a tener la celebración del Jueves Santo. Así, mucha gente encuentra en esta semana tiempos para hacer turismo, conectar con la tradición, y también para la espiritualidad.

En 2015 le tocó vivir la Semana Santa en Jerusalén. ¿Cómo fue esa experiencia?
Cuando me mandaron a Roma, por un acuerdo entre universidades pude estudiar un semestre en Jerusalén. Eso para mí fue muy enriquecedor. Allá está la particularidad de que las celebraciones son en los mismos lugares en que sucedieron los hechos que se conmemoran. La procesión de Ramos se hace por el camino hacia Jerusalén que recorrió Jesús. Lo mismo en la Última Cena, el rezo del Huerto de los Olivos, la Crucifixión y sobre todo la Resurrección, con la tumba que se conserva vacía. Es un contexto muy interesante, también con sus contradicciones por la situación política y las tensiones religiosas. Pero no deja de ser una experiencia muy profunda que ayuda a tomar conciencia de lo concreto que se vive en la semana. De lo que más me enriqueció la experiencia de estudiar en Roma y Jerusalén fue la unidad en la diversidad: tomar contacto con gente que vive la misma fe que yo y la celebra de una manera muy distinta.

En Twitter eligió una escena del musical Jesus Christ Superstar para hablar del encuentro de Jesús y el gobernador Herodes en que le pide que dé “alguna señal” de ser quien dice ser, pero él no contesta. ¿Por qué ese recurso? Es más una parodia.
Ese musical causó mucha polémica. Es una escena muy rara y musicalmente muy distinta al resto. Parece que es una joda, pero creo que es una profunda enseñanza que contrapone una manera de vivir la vida y la fe, que se llena de ruidos, lujos y cosas que al final son mímica; contrapuesto con el estilo de Jesús, que apuesta por el silencio y la búsqueda interior. Pienso que es un llamado de atención a los creyentes, para que la búsqueda sea desde el silencio y no desde la opción de Herodes. Lo veo en muchos uruguayos que están con la necesidad de silencio o algo más íntimo, que hasta de repente les generan rechazo determinadas expresiones religiosas que son demasiado apabullantes. Hay para todos los gustos.

Esta semana es considerada la más importante para los cristianos. ¿Hay vergüenza entre los fieles de decirse cristianos y hablar de Dios?
Sí, es una particularidad de algunos ambientes. Hablando con una mujer política católica, ella usaba la expresión de que necesitaba ‘salir del clóset’. Por razones muy complejas, vivir la fe se da en una realidad muy íntima y con mucha dificultad para expresarlo. A veces por prejuicios propios, y otras por un ambiente que puede ser hostil con la burla, el desprecio o los prejuicios hacia los creyentes. Pero no me animaría a generalizarlo. Yo fui a la Facultad de Humanidades, también en mi trabajo como salesiano acompaño a jóvenes y muchas veces en la universidad se puede llegar a dar este ambiente como primera impresión. Pero cuando se habilita la expresión de la diversidad en todos sus sentidos, surge la realidad uruguaya como es: mucha espiritualidad, búsqueda, y el creyente ya no se siente tan avergonzado.

¿La vergüenza y la mesura en lo religioso son un fenómeno de los sectores más educados? Hay discursos evangélicos, neopentecostales y otras expresiones con mucha llegada en los barrios más pobres, y tienen una celebración más explícita y fervorosa de su fe que lo que puede mostrar un católico.
Creo que es más complejo, no es tan fácil manejar categorías. Entiendo que se da otro tipo de factores que hacen que haya ambientes de clase alta y educados donde se expresa mucho lo religioso, y también sectores populares donde cuesta más expresarse. Hay intelectuales, como Néstor Da Costa, Nicolás Iglesias y otros, que están profundizando en este tema. Ellos ven que es más complejo de lo que uno podría simplificar en una encuesta o basado en una percepción general. A veces somos muy montevideocéntricos, el interior tiene sus propias movidas culturales que también son diversas. Lo que decís de la capacidad del mundo evangélico de sintonizar con los sectores populares es una realidad. El cardenal Daniel Sturla y otros obispos han hablado de esta preocupación por la llegada a los sectores populares. Ahí hay que hilar fino para no generalizar injustamente.

¿Por qué piensa que está costando llegar?
Hacer esa afirmación ya es complicado. ¿Cómo mide uno esa llegada? ¿Por primeras comuniones, confirmaciones, bautismos, misas, participación?

Si se mide por el lado sacramental y de la participación en misa, se puede afirmar que está costando llegar...
Está costando llegar y me animaría a decir que no solo en los sectores bajos, sino también en la clase media. Pero también pienso que pasa esto por una sobrevaloración de los números. Si vamos a medir solo por números, Jesús en su vida fue un fracaso. Tenía grandes multitudes que en momentos puntuales lo seguían, pero a la hora de establecer un grupo o una comunidad, tantos años de ministerio quedaron con doce tipos y algunas mujeres. No estoy quitándole peso a que se mida cuantitativamente el porte de la Iglesia, pero desde la perspectiva creyente me animo a decir que el Evangelio tiene otras maneras de mostrar sus frutos.

Como salesiano trabaja con jóvenes. ¿Las nuevas generaciones tienen menos sentido de trascendencia y espiritualidad de lo que tienen la suya o las anteriores?
Estoy convencido y confirmo en el contacto con las nuevas generaciones que la sed de trascendencia y la búsqueda de sentido están vivas en los jóvenes, porque es una necesidad humana. Para nada pienso que eso ha decaído. Sí es cierto que las características de las generaciones hacen que eso se busque de determinadas maneras, con mucho entusiasmo hacia algunos tipos de propuestas y mucho rechazo hacia otras.

Camilo dos Santos
Francisco Lezama

¿No es un síntoma que los aspirantados y seminarios estén cada vez más vacíos respecto a lo que eran generaciones atrás?
Tiene que ver con eso pero el tema de las vocaciones a la vida religiosa es más complejo todavía. Tiene que ver con otros elementos sociológicos, culturales y hasta económicos. Uno compara no solamente con lo que pasó en Uruguay en otras épocas sino también con lo que pasó en otros países donde la realidad vocacional es distinta. Mi mirada desde la perspectiva de fe es que no le quito importancia a lo numérico, pero no es lo más importante ni lo único.

¿La Iglesia va camino a quedarse sin sacerdotes como los conocemos hoy?
Te puedo responder rotundamente que no desde la fe. Dejando eso de lado, también es bastante visible para quien mira la historia que el sacerdocio ha ido mutando en sus aspectos no centrales.

Entiendo que para que subsista esa figura necesariamente va a tener que cambiar...
Para que la figura del sacerdote subsista siempre va a tener que volver a la inspiración original: la de Jesús. Más que cambiar como una adaptación, es siempre volver a ver el proyecto original, para vivir en las distintas circunstancias históricas lo más fielmente posible en eso.

Los sacerdotes tienen alta demanda de tareas. Tienen celebraciones, retiros, y cada vez hay menos como para atenderlo todo. Algo va a tener que cambiar para abarcarlo...
Sin duda que eso ya nos requiere mucha creatividad y apertura, y lo va a seguir requiriendo, para discernir lo que Dios quiere en cada momento. 

¿Siguen vigentes prácticas como el ayuno o no comer carne los viernes de Cuaresma?
Sigue vigente desde el momento en que a mucha gente le sirve para acercarse a Dios. Evidentemente que a las nuevas generaciones les rechinan ciertas experiencias, y una de ellas es lo que es meramente exterior y no toca el corazón. Para muchos sigue siendo una experiencia válida. Yo no soy quién para validar o no validar. Veo que a muchas personas las ayuda, pero no me pongo del lado de condenar a quien no le resulta. Sin duda tienen el valor de ser comunitarias, de todos participar de lo mismo. No por eso tienen que ser obligatorias. La Iglesia siempre ha vivido en una tensión entre la unidad y la diversidad. Eso desde sus primeros pasos. Es la clave de la supervivencia de la Iglesia y su fidelidad. Buscar la unidad sin que eso sea a costa de la diversidad de maneras de vivir.

En TV Ciudad planteó que hoy la mayor parte de quienes participan en las misas son mujeres. Sin embargo, la Iglesia católica sigue estando muy cuestionada por los feminismos, como por otros colectivos que reclaman diversidad. ¿Qué está faltando para esos sectores de la sociedad?
Como institución grande y anciana que es la Iglesia –por más que tenga un rostro siempre joven–, todos los cambios demoran, y eso tiene su parte saludable, de que no esté todo el tiempo zarandeándose para cualquier bien. Algunos cambios demoran demasiado. Gracias a Dios el lugar de la Iglesia en la sociedad ha evolucionado, y en estas búsquedas creo que está rezagada. Pero tengo muchas esperanzas en que la mayoría de las participantes en actividades de la Iglesia sean mujeres, de que el cambio se va a dar, va a surgir de las mismas bases y va a ser fiel al proyecto de Jesús. Cualquier cambio en la Iglesia no es por modas o movidas a nivel ideológico sino para vivir en mayor fidelidad al proyecto original de Dios. Ya algunos cambios los vamos viendo, de repente a ritmos más lentos de lo que podríamos desear.

¿La Iglesia católica en Uruguay es conservadora?
Las etiquetas son complicadas. La Iglesia tiene vocación de ser conservadora del mensaje de Jesús, y en ese sentido es revolucionaria, porque el mensaje de Jesús lo es.

Camilo dos Santos
Francisco Lezama

Hay debates claves de la sociedad, como con la eutanasia, tiempo atrás con el divorcio y el uso del preservativo, la moral sexual; distintos temas en que el discurso tienden a conservar un statu quo...
Sí, creo que son etiquetas que no rinden para describir con fidelidad lo que pasa en el complejo mundo que es la Iglesia católica. Unifican las posiciones de toda la Iglesia en la reacción de algunos de sus integrantes o autoridades. También porque sería injusto con otras iniciativas –sobre todo en lo social– que católicos han llevado adelante, como por ejemplo el papel que muchos tuvieron en la salida de la dictadura. Cuesta pensar que también eso entre dentro de una etiqueta de una institución “conservadora”. Esa etiqueta puede servir para algunas realidades pero es muy reductiva para hablar de algo tan complejo.

¿Le tocó alguna vez negar la comunión?
No. Sí en diálogos con alguna persona, ayudando a pensar en conciencia si recibirla o no. Pero nunca me tocó decirle que no podía recibirla.

¿Cómo se mide eso? ¿Hay que estar al día con distintas pautas?
En general los católicos conocen las condiciones, y como dice el papa: la Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino el alimento para los que están en búsqueda, para los que están en camino. No se trata de llegar a la perfección, sino de expresar de alguna manera la comunión que todos buscamos.

Un misionero laico uruguayo en Angola decía que allá las misas duran tres horas, pero se baila, se canta y se “vibra”; pero acá se remite a que los presentes contesten en momentos puntuales y luego pasen a comulgar. ¿La Iglesia en Uruguay debería plantearse transformar las celebraciones para darles otro dinamismo?
Es otro elemento en que se percibe la unidad y la diversidad. La misa que se celebra en Angola es la misma que celebramos en Uruguay –ahí la unidad– pero al mismo tiempo se da la diversidad cultural. En nuestra Iglesia tenemos que seguir buscando que nuestras celebraciones sigan siendo un espacio de encuentro para nuestra cultura uruguaya. No funcionarían las misas de Angola acá en Uruguay. ¿Qué funcionaría? Es algo de lo que estamos en búsqueda.

¿Los formatos actuales no son muy estructurados como para motivar a nuevos fieles a acercarse?
Nuestra realidad uruguaya es muy diversa, y no todos los creyentes uruguayos buscan lo mismo. Pero hay un elemento en el que hay que hacer hincapié, y es que la misa es justamente para quien ya vive su fe y quiere alimentarla. No es ahí que se va a hacer un primer anuncio. A la misa en general no vamos a divertirnos, vamos a celebrar nuestra fe. Capaz que el error pasa por esperar que la misa sea el lugar donde la gente viva un primer encuentro. 
Para eso la Iglesia tiene otras estructuras y espacios para generar la pregunta y llevar al encuentro personal.

¿La Iglesia católica va camino a ser una minoría?
Nunca fue una mayoría. Sí en algunas sociedades, pero no a nivel mundial. Sí por mucho tiempo, una religión mayoritaria, pero no es ni cerca la mitad de la población. Hay que relativizar lo cuantitativo porque el mismo Jesús no va por ahí. Cuando habla de “ser sal de la tierra y luz del mundo” no está apuntando a la cantidad, sino a la calidad. Va más por ahí el lugar de la Iglesia en el mundo.

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